Un camino de Fe

Evangelio del día

Reflexión al Evangelio de Hoy DOMINGO 4 de junio.

“Bendita sea la Santísima Trinidad: Dios Padre, el Hijo unigénito de Dios y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia con nosotros.”

DOMINGO 4  DE JUNIO OCTAVA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Benditos sean Dios Padre, y el Unigénito Hijo de Dios, y el Espíritu Santo, porque han tenido misericordia de nosotros.

Dios Padre, que al enviar al mundo la Palabra de verdad y el Espíritu de la santificación, revelaste a todos tu misterio admirable: concédenos que, al profesar la fe verdadera, reconozcamos la gloria de la Trinidad eterna y adoremos la Unidad en la majestad omnipotente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

R/. Aleluya, aleluya, aleluya

«Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo; al Dios que es, al que era y al que ha de venir».

R/. Aleluya, aleluya, aleluya

Evangelio

Lectura del santo evangelio según SAN JUAN

Juan 3, 16-18

“Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por Él.

El que cree en Él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Pero si nos cerramos al amor de Jesús, somos nosotros mismos quienes nos condenamos. La salvación es abrirse a Jesús, y Él nos salva. Si somos pecadores —y lo somos todos— le pedimos perdón; y si vamos a Él con ganas de ser buenos, el Señor nos perdona. Pero para ello debemos abrirnos al amor de Jesús, que es más fuerte que todas las demás cosas. El amor de Jesús es grande, el amor de Jesús es misericordioso, el amor de Jesús perdona. Pero tú debes abrirte, y abrirse significa arrepentirse, acusarse de las cosas que no son buenas y que hemos hecho. Así nos abraza Jesús. Si pensamos en el juicio en esta perspectiva, todo miedo y vacilación disminuye y deja espacio a la espera y a una profunda alegría: será precisamente el momento en el que finalmente seremos juzgados dispuestos para ser revestidos de la gloria de Cristo, como con un vestido nupcial, y ser conducidos al banquete, imagen de la plena y definitiva comunión con Dios. (Audiencia General, 11 diciembre 2013)

SS Francisco

 Cuando hacemos la señal de la cruz, invocamos a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo, confesando lo esencial de nuestra fe cristiana, a la Santísima Trinidad y la cruz de Cristo.”

Jn 3,16: “Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Notamos la entrega del Hijo para nuestra salvación, para que tengamos vida eterna”. La fuente del amor que lleva al Hijo a entregarse y que da sentido a su Pasión es el amor del Padre: “Tanto amó Dios al mundo” (Jn 3,16). Envía a su Hijo no para juzgar sino para salvar (cf. Jn 3,17). Tanto el envío como la misión salvífica del Hijo proceden de Dios Padre. Acá “mundo” refiere a la totalidad de la humanidad, a la que Dios ha creado, ama y quiere salvar. Hoy un claro universalismo en la finalidad salvífica de la entrega de Jesús. Ante la donación amorosa de la salvación eterna del Padre, los hombres debemos dar respuesta: recibirla o rechazarla, creer o no creer en ella. Así, desde el presente está ya la salvación o condenación del hombre. Así el juicio, ya se da en el presente, provocando separación entre los hombres según acepten o rechacen al Hijo como revelador del Padre (cf. L. H. Rivas).

Cuando hacemos la señal de la cruz, invocamos a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo, confesando lo esencial de nuestra fe cristiana, a la Santísima Trinidad y la cruz de Cristo. Un solo Dios verdadero, pero en tres Personas distintas. Ejemplos, en primer lugar, las personas sólo podemos conocerlas bien cuando hablan y actúan. Porque sólo nos damos a conocer, revelamos lo que sentimos y pensamos cuando hablamos y obramos. Así, Dios se nos ha dado a conocer obrando la historia de la Salvación y revelándose en ella a través de acciones y palabras. Lo que hemos estado celebrando en la Cuaresma, Pascua, en especial la Muerte y Resurrección y Ascensión de Jesús con el envío del Espíritu Santo a la Iglesia, nos reveló que Dios es único, uno solo, pero en su intimidad hay una comunión de Tres Personas distintas: El Padre Creador; el Hijo redentor y el Espíritu Santo Santificador.

Dios se manifestó desde el inicio como el Creador y origen de todo. Pero en la plenitud de los tiempos, “Dios amó tanto al mundo que entregó a su propio Hijo para salvarnos”, y es Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. Jesús nos reveló que en la intimidad divina existen el Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque Dios es amor y el amor exige comunión de Personas. Creemos en un Único Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo: la Santísima Trinidad.

En segundo lugar, una cosa es tener un trato formal con alguien y conversar de cosas exteriores a nosotros, como del clima, del tráfico, de la crisis económica, y otra es tener un tato de amistad con alguien con alguien compartimos lo que sentimos y pensamos, lo que esperamos y soñamos. Y Dios quiere tener con nosotros una relación de amistad, cercana, que lo conozcamos en su intimidad y se nos dio a conocer, que nos abramos para ser amigos. Hagamos que crezca nuestra fe para que nuestro vínculo de intimidad con Él sea mayor.

Con el Padre, nuestro creador, encontramos el origen de la vida, la fuente primordial y experimentamos la paz que brota en nuestra alma al abandonarnos en sus firmes y suaves manos. En nuestro vínculo con el Hijo, Jesús Salvador, experimentamos al hermano y amigo que nos comprende, para abrir nuestro corazón de par en par, hasta en lo más oscuro posible, porque nos mirará con misericordia y ofrecerá el perdón del Padre. Del Espíritu Santo sentiremos la fuerza del amor que engendra Vida, hace cálida nuestra relación con el Hijo y viene en ayuda de nuestra fragilidad, ayudándonos a clamar a Dios Abba, Papito (cf. Gál 4,6). Nos fortalece para confesar nuestra fe con valentía, para amar siempre ya todos los hombres siendo testigos del amor de Dios. Al respecto decía el Papa Francisco en el Regina Coeli del 7 de junio de 2020:

“Dios Padre ama tanto al mundo que, para salvarlo, da lo más precioso que tiene: su único Hijo, que da su vida por la humanidad, resucita, vuelve al Padre y, junto con Él, envía el Espíritu Santo. La Trinidad es por lo tanto Amor, totalmente al servicio del mundo, al que quiere salvar y recrear. Y hoy pensando en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ¡pensemos en el amor de Dios! Y sería bueno que nos sintiéramos amados: “¡Dios me ama!”. Este es el sentimiento de hoy…. Que la Virgen María, morada de la Trinidad, nos ayude a acoger con un corazón abierto el amor de Dios, que nos llena de alegría y da sentido a nuestro camino en este mundo, orientándolo siempre hacia la meta que es el Cielo”.

El hombre responde aceptando este amor salvífico mediante la fe. La fe enamorada busca conocer al Amado en su intimidad, invitada por el Espíritu Santo. Jesús no sólo nos ha revelado al amor de Dios, sino a Dios como Amor, como comunión de Tres Divinas Personas en la unidad de una única Naturaleza Divina. Esta distinción de las Personas Divinas aparece con claridad en el saludo final de San Pablo a los Corintios (cf. 2Cor 13,11-13).

Creemos que el hombre es imagen y semejanza de Dios, de la Santísima Trinidad, de Dios que en su intimidad es comunión de personas. “Estamos llamados a vivir el misterio de la comunión trinitaria en todas nuestras relaciones humanas, a actualizarlo y manifestarlo. Vivir la vida divina es vivir en el corazón mismo de la comunión trinitaria; es vivir esta experiencia de comunión, la cual, al unirnos a Dios, nos abre a todos nuestros hermanos” (E. Leclerc). Creemos que al ser bautizados, la Trinidad ha venido a habitar en nosotros, tal como Jesús lo anunció: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él” (Jn 14,23). La joven santa Isabel de la Trinidad, quien rezaba diciendo: “Dios mío, Trinidad que adoro… Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora”.

La Santísima Trinidad, Misterio de Dios Amor es al mismo tiempo misterio de comunión y misión. Papa Francisco dijo: “El cristiano no es una persona aislada, pertenece a un pueblo: este pueblo que forma Dios. No se puede ser cristiano sin tal pertenencia y comunión. Nosotros somos pueblo: El Pueblo de Dios. Que la Virgen María nos ayude a cumplir con alegría la misión de testimoniar al mundo, sediento de amor, que el sentido de la vida es precisamente el amor infinito, el amor concreto del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Ángelus, 27 de mayo de 2018).

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Tú, Trinidad eterna, eres como un mar profundo en el que cuanto más busco, más encuentro, y cuanto más encuentro, más te busco» (Santa Catalina de Siena)
  • «Si en la creación el Padre nos dio la prueba de su inmenso amor dándonos la vida, en la pasión y en la muerte de su Hijo nos dio la prueba de las pruebas: Él nos ama y nos perdona siempre» (Francisco)
  • «El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: ‘En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de Él’ (1Jn 4,9). ‘Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna’ (Jn 3,16)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 458)

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¡Viva María!

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