“La multitud escuchaba a Jesús con agrado.”
VIERNES 9 DE JUNIO NOVENA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

SAN EFRÉN DE SIRIA
Infunde benignamente, Señor, el Espíritu Santo en nuestros corazones con cuya inspiración el diácono san Efrén cantó con regocijo tus misterios y con cuya virtud se dedicó a servirte solo a ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO DEL DÍA DE HOY
R/. Aleluya, aleluya, aleluya
El que me ama guardará mi Palabra, -dice el Señor-, y mi Padre lo amará y vendremos a él. (Juan 14, 23)
R/. Aleluya, aleluya, aleluya

Lectura del santo evangelio según SAN MARCOS
Mc 12, 35-37
“Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies.”
Un día, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: “¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, ha declarado: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies. Si el mismo David lo llama ‘Señor’, ¿cómo puede ser hijo suyo?”
La multitud que lo rodeaba, que era mucha, lo escuchaba con agrado.
Jesús, viendo que había hablado muy sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Todos nosotros hemos pasado por momentos graves, fuertes, no tan fuertes como éste, pero nosotros sabemos qué cosa se siente en el momento oscuro, en el momento del dolor, en el momento de las dificultades; nosotros lo sabemos. Pero ella, Sara, piensa: ‘¿Pero si yo me mato haré sufrir a mis padres?’ y se detiene, y reza. Y Tobit dice: ‘Esta es mi vida, vamos adelante’ y reza, y reza. Y ésta es la actitud que nos salva en los momentos graves: la oración. La paciencia: porque los dos son pacientes con su propio dolor. Y la esperanza de que Dios nos escuche y nos haga pasar estos momentos graves. En los momentos de tristeza, poca o tanta, en los momentos oscuros: oración, paciencia y esperanza. No hay que olvidar esto. Después de la prueba, el Señor está cerca de ellos y los salva. También hay momentos bellos, auténticos, como éste, no como aquellos momentos con belleza disfrazada, donde todo es artificioso, de fuegos artificiales, pero no es la belleza del alma. ¿Y qué hacen ambos en los momentos bellos? Dan gracias a Dios, dilatan el corazón en la oración de agradecimiento. (Santa Marta, 9 de junio de 2017)
SS Francisco
“Cristo era un hombre perfecto: de vida interior y de profunda oración, como también su celo y acción; de rigurosa autoridad para consigo mismo y de gran misericordia con los demás.”
Luego del caso de un escriba no lejos del Reino de Dios, el evangelista regresa a su antipatía contra esta clase social de Israel. Marcos presenta a los escribas casi siempre presente en las discusiones con Jesús, un grupo organizado, sosteniendo la tesis de la hostilidad de los escribas desde el principio (cf. Mc 3,22-30). El único caso en que al escriba se lo presenta de modo positivo es en el texto mencionado anteriormente. Lo que pasa para Marcos es que los escribas no son intérpretes de la Escritura, sino verdaderos y propios teólogos; nunca, salvo en el caso anterior, saldría de sus labios una cita bíblica. Incluso Marcos cita textos bíblicos que contradicen o hacen derrumbar las opiniones de los escribas (cf. Mc 7,6-7.10; 9,12; 1,36). Los argumentos que ellos proponen a Jesús provienen de su tradición de problemática moralista (cf. Mc 7,5), de sus nociones mesiánicas (cf. Mc 9,11; 2,35), de su concepción del honor de Dios (cf. Mc 2,6-7; 3,22; 14,64). Tal vez Marcos presenta una especie de anti intelectualismo, no sólo con respecto a los especialistas judíos de la ley, sino también con respecto a algunos teólogos cristianos que se presentaban en aquellos años.
Recordemos que la ascendencia davídica de Jesús fue siempre afirmada por la Iglesia primitiva. Entonces no se trata de ofrecer a los lectores de Marcos un material adecuado para utilizarlo en las polémicas con los escribas, sino de denunciar, como el mismo Jesús lo hace, la falsa ciencia de estos doctores, que estaban faltos de un verdadero conocimiento de la Sagrada Escritura. La objeción es que los escribas se perdían en un laberinto de sutilezas para demostrar la ascendencia davídica del futuro mesías, pero se paraban demasiado sobre este argumento mesiánico, dada su ansia de volver a tener un rey teocrático que los liberase milagrosamente del yugo de las autoridades romanas de ocupación. Jesús, sin embargo, quiere subrayar el carácter trascendente del mesías, cuya realidad va más allá de un pueblo determinado. Marcos observa que mucha gente lo escuchaba a gusto, contraponiendo de vuelta entre el pueblo y sus jefes religiosos-políticos. En Mc 10,47s., había puesto en boca del ciego de Jericó la invocación “hijo de David”, dirigida a Jesús, una invocación que después repite la gente que lo aclamaba a su entrada en Jerusalén (cf. Mc 11,10). Al decir “hijo de David”, denominaba al Mesías entre los escritos rabínicos. Es una forma de confesar su real humanidad. Sabemos que Jesús es verdaderamente Hijo de Dios, pero también verdaderamente Hijo del Hombre, es decir, verdadero y perfecto hombre, en todo igual a nosotros, menos en el pecado (cf. Hb 4,15).
Como hombre, Jesús tenía una atracción irresistible: pues era respetado (cf. Lc 2,52); con frecuencia la gente al oírlo quedaba fuera de sí, asombrada de la extraordinaria gracia que emanaba de sus palabras (cf. Lc 4,22); los policías, por ejemplo, enviados por los fariseos para tomar preso a Jesús, volvían cautivados por Uno que hablaba, como jamás nadie habló (cf. Jn 7,32); las mujeres y los niños (personas marginadas dentro de la estructura social de la época) se acercaban confiadamente a Él, rompiendo las barreras de los ojos severos y palabras de amenaza de discípulos y quienes estaban cerca (cf. Mc 10,13-15).
Cristo era un hombre perfecto: de vida interior y de profunda oración, como también su celo y acción; de rigurosa autoridad para consigo mismo y de gran misericordia con los demás; es humilde y grande en su mensaje; tiene madurez y sabiduría, y es juvenil, conocedor a fondo del alma humana; es tan bondadoso, que sobrepasa cualquier límite imaginativo alguno, con los miserables, con los pobres, con los amigos, con los que lo traicionan, es impresionante esta parte.
Si somos discípulos de Cristo, seguidor de Cristo, apóstol de Cristo, él debe ser nuestro Jefe, nuestro Líder, el verdadero Maestro (y no cualquier persona que venga con ideas renovadoras y fascinantes para la sensibilidad de la piel), a quien debemos escuchar para aprender de cuanto tanga que enseñarnos. Es decir, escucharlo con agrado, no forzado, sino con gusto y voluntariamente. Escuchémoslo en la oración, en las inspiraciones que el Espíritu Santo pueda depositar en nuestro interior, en la lectura de los libros que tratan de darlo a conocer, de ahondar en su acción redentora y santificadora, escucharlo en el Evangelio todos los días. Podemos también escucharlo cuando los hermanos nos hablan de Él, a través de cada sacramento, en donde se produce la donación de Cristo en cada uno quien lo recibe, por su Gracia. Sobre todo, vivirlo desde la cruz que nos regaló con sentido de Pascua, con sentido de Redención, que sería la llave para entrar posteriormente a la gloria.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
- «Si queremos pedir que descienda sobre nosotros el reino de Dios, se lo pedimos con la potencia de la Palabra: que yo sea alejado de la corrupción, que sea liberado de la muerte y de las cadenas del error» (San Gregorio de Nisa)
- «En disputa con los fariseos, Jesús mismo da al Salmo 110 una nueva interpretación. El verdadero Mesías no es el hijo de David, sino el ‘Señor de David’; no se sienta sobre el trono de David, sino sobre el trono de Dios» (Benedicto XVI)
- «Jesús mismo confirma que Dios es ‘el único Señor’ y que es preciso amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y todas las fuerzas. Deja al mismo tiempo entender que Él mismo es ‘el Señor’. Confesar que ‘Jesús es Señor’ es lo propio de la fe cristiana. Esto no es contrario a la fe en el Dios Único (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 202)


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