Un camino de Fe

SANTORAL, Santos

S. JENARO, OBISPO DE BENEVENTO Y MÁRTIR

Todos los 19 de Septiembre se  conmemora el martirio del santo patrón napolitano y  los napolitanos son testigos de cómo esta sangre vertida por el mártir se torna líquida y de un color rojo intenso

“…así como esta sangre hierve en cada fiesta, así tambièn que la fe de los napolitanos pueda hervir, reflorecer y afirmarse…” (Pablo VI, Discurso a los peregrinos napolitanos, 1966)
Nacido en Nápoles, o quizás en Benevento, en la segunda mitad del siglo III, Jenaro ya era obispo de la ciudad a la edad de treinta años, donde era amado por los fieles y respetado por los paganos por sus obras de caridad hacia los pobres, entre los que no hacía ninguna distinción. Estamos en el primer período del imperio de Diocleciano, cuando a los cristianos aún se les concedía cierta libertad de culto e incluso se les permitía aspirar a altos cargos civiles. Pero poco después, en el 303, todo cambió y los cristianos se convirtieron en el enemigo por erradicar.

Mártir de la fe

La tradición más acreditada afirma que el episodio que llevó al martirio de Jenaro tuvo lugar a principios del siglo IV, con la reanudación de la persecución contra los cristianos. Durante algún tiempo Jenaro había sido un gran amigo de Sosio, diácono de la ciudad de Miseno. Un día, mientras Sosio leía el Evangelio en la iglesia, Jenaro tuvo una visión: una llama sobre la cabeza de Sosio. La llama era el símbolo del amor ardiente que lo habría conducido al martirio. Jenaro dio gracias al Señor y pidió tener el mismo amor ardiente y el mismo destino. El obispo, por lo tanto, invitó a Sosio a la visita pastoral que planeaba hacer a Pozzuoli, para compartir la vida de la fe; el diácono partió, pero durante el viaje se le acercaron los guardias enviados por Dragoncio, gobernador de Campania, y fue encarcelado. En la cárcel recibió la visita de Jenaro que estaba acompañado por el diácono Festo y el lector Desiderio: los tres trataron de interceder por la liberación de Sosio, pero en respuesta recibieron la injusta sentencia de ser echados como alimento a los osos, los cuatro juntos. La noticia de la inminente y pública condena a muerte, sin embargo, no fue bien recibida por el pueblo y por eso, temiendo una revuelta, el gobernador la cambió en una decapitación “más discreta”, lejos de los ojos del pueblo. Por si fuera poco, todavía se añadirá el martirio de Próculo, diácono de la iglesia de Pozzuoli, y de los fieles Eutiques y Acucio que habían criticado públicamente la ejecución.

Otra versión del martirio

Dado que no todas las fuentes antiguas coinciden en los eventos que determinaron el martirio de San Jenaro, se presenta aquí otra hipótesis legendaria de lo que podría haber sucedido. Jenaro iba de camino a Nola: allí el malvado juez Timoteo lo encarceló con la acusación de proselitismo y porque violaba los edictos imperiales. Las torturas infligidas al santo, sin embargo, no afectaron ni a su cuerpo ni a su fe; por lo tanto, Timoteo lo mantuvo encerrado en un horno del que, una vez más, Jenaro salió ileso. Al final fue condenado a ser decapitado en un lugar cerca de la llamada Solfatara. Durante el traslado se encontró con un mendigo que le pidió un trozo de su túnica para conservarlo como reliquia: el santo le respondió que podría quedarse con todo el pañuelo que él se ataría al cuello antes de la ejecución. Antes del desenlace final, sin embargo, Jenaro se llevó un dedo a la garganta que fue cortado por la cuchilla junto con el pañuelo, que hoy es también es guardado como una reliquia.

El milagro de la licuefacción de la sangre

Como era costumbre durante la ejecución de los mártires, también a la muerte de Jenaro una mujer, Eusebia, llegó y recogió en dos ampollas la sangre derramada por el obispo, ya en olor de santidad. Se las entregó al obispo de Nápoles, que hizo construir dos capillas en honor de tales reliquias: s. Gennariello al Vomero y s. Jenaro en Antignano. El cuerpo, en cambio, fue enterrado primero en la campiña marciana, y luego sufrió un primer traslado en el siglo V, cuando el culto al santo ya estaba muy difundido. Jenaro será canonizado por Sixto V en 1586. En cuanto a la reliquia de la sangre, ésta fue expuesta por primera vez en 1305, pero el milagro de que ésta adquiera el estado líquido y parezca que está hirviendo; estado en el que permanece durante la siguiente octava, ocurrió por primera vez el 17 de agosto de 1389, después de una grave hambruna. Hoy el milagro se repite tres veces al año: el primer sábado de mayo, en memoria del primer traslado; el 19 de septiembre, en la memoria litúrgica del santo y la fecha de su martirio; y el 16 de diciembre que conmemora la desastrosa erupción del Vesubio en 1631, bloqueada tras la invocación del santo. Las dos ampollas están guardadas en un estuche de plata querido por Roberto de Anjou, en la Capilla del Tesoro de san Jenaro en la Catedral de Nápoles.

Hecho prodigioso 

La tradición cuenta que San Genaro fue introducido a un horno para que muriera incinerado, pero, para espanto de sus captores, salió del horno sin daño alguno, sin que siquiera sus ropas hubieran sufrido el rigor del fuego. Al día siguiente, junto con otros cristianos, fue trasladado al anfiteatro de Pozzuoli, donde fueron llevados a la arena para ser devorados por un grupo de fieras hambrientas. Se cuenta que los animales no sólo no atacaron a San Genaro, sino que incluso se echaron a sus pies. Los romanos, enfurecidos por estos dos milagros y acusando a los cristianos de magia, finalmente llevaron al santo a la Plaza Vulcana, donde fue decapitado, junto a otro grupo de mártires.

Después de la muerte de San Genaro, una mujer llamada Eusebia recogió la sangre del obispo en varios frascos (los que todavía existen y son considerados reliquias sagradas) y parte de sus restos, los que fueron enterrados en el siglo V junto a una pequeña iglesia (llamada precisamente iglesia de San Genaro) vecina a la zona italiana de la Solfatara. Los cristianos de Nápoles conservaron todas estas reliquias hasta que, durante las guerras de los normandos, los restos del santo fueron llevados a Benevento y, poco después, al monasterio del Monte Vergine, siendo trasladados en 1497 con toda solemnidad a Nápoles que, desde entonces, honra y venera a San Genaro como su patrono principal.

Lo registros históricos cuentan que desde 1389 comenzó a verificarse oficialmente el llamado milagro de la licuefacción de la sangre de San Genaro, que se conserva en dos ampollas de vidrio instaladas dentro de un relicario, en la Capilla del Tesoro de la Iglesia Catedral de Nápoles, Italia. La sangre seca del santo comenzó a licuarse tradicionalmente tres veces al año: el primer domingo de mayo (fiesta del traslado de San Genaro); el 19 de septiembre, durante la celebración que recuerda su martirio; y el 16 de diciembre, durante la fiesta que lo celebra como patrono de Nápoles (esta fecha, según la tradición religiosa, coincide con el día de 1631 en que el santo intervino para que la ciudad no fuera afectada por la erupción del volcán Vesubio).

El milagro de San Genaro consiste básicamente en que la masa de sangre reseca rojiza del santo, de color negruzco y adherida a un lado de la ampolla, se convierte en sangre completamente líquida tras un lapso de tiempo que puede ir de unos minutos a una hora, llegando a cubrir todo el vidrio. Todo ocurre a la vista de los visitantes, algunos de los cuales pueden observar el milagro a menos de un metro de distancia (en mayo del año 2008, reporteros de 20 canales de televisión, entre ellos CNN, estaban presentes en la catedral cuando ocurrió el milagro). Entonces, en ese momento, el sacerdote anuncia con toda solemnidad: “¡ Ha ocurrido el milagro !”, para posteriormente agitar un pañuelo blanco desde el altar. A continuación, los presentes entonan el Te Deum mientras que la reliquia es venerada por el clero y la congregación.

Según la Iglesia Católica, el milagro de la licuefacción de la sangre de San Genaro se produce gracias a la fe y las oraciones de los fieles (entre las que destaca un grupo de mujeres pobres conocidas como “zie di San Gennaro”, o tías de San Genaro) que acuden a la Catedral de Nápoles y la Basílica de Santa Clara, lugares donde por lo general ocurre el prodigio del santo.

A veces las licuefacción de la sangre de San Genaro se suelen producir durante las visitas de algunos Papas de la Iglesia Católica. El sábado 25 de julio de 2015, por ejemplo, durante la visita a Nápoles del Papa Francisco, cuando este besó la ampolla que contiene la sangre del santo, esta se licuó. El cardenal napolitano Crescenzio Sepe, en esa oportunidad, calificó el hecho como un milagro, asegurando que la licuación era “la señal de que San Genaro ama a Francisco”.

La anterior vez que la sangre de San Genaro se había licuado delante de un Sumo Pontífice fue en el año 1848 delante de Pío IX, cuando este Papa había acudido a Nápoles tras huir de Roma debido a una revuelta popular. Por el contrario, el prodigio no sucedió cuando los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI visitaron la ciudad de Nápoles en octubre de 1979 y en el mismo mes en 2007, respectivamente.

Los científicos no han podido explicar satisfactoriamente cómo se produce este prodigio, aunque sí han constatado algunos hechos, como que el tiempo más o menos rápido en que se produce la licuefacción no parece estar vinculado con la temperatura ambiente. Hubo ocasiones en que la atmósfera tenía una temperatura media de más de 30° centígrados y transcurrieron casi dos horas antes de que se observaran signos de licuefacción de la sangre del santo, mientras que en temperaturas más bajas, de 5° a 8° centígrados, la completa licuefacción se produjo en un lapso de 10 a 15 minutos. Además, la licuefacción no siempre se produce de la misma manera, pues se han registrado casos en que el contenido líquido burbujea, se agita y adquiere un color carmesí muy vivo, en tanto que en otras oportunidades su color es más opaco y de consistencia más pastosa.

El mal augurio de la no licuefacción de la sangre de San Genaro

Según la tradición, la licuefacción de la sangre solidificada de San Genaro se produce gracias a la fe y las oraciones de los creyentes. Sin embargo, el 16 de diciembre del año 2016 el milagro del santo no ocurrió, lo que sacó de inmediato a colación una vieja superstición instalada en la ciudad de Nápoles, (aunque no compartida por la Iglesia): cuando el prodigio de la licuefacción no se verifica, es una señal de que nefastos acontecimientos están próximos a ocurrir.

Según publicó en esa ocasión el diario italiano “La Stampa”, cuando la licuefacción de la sangre de San Genaro no ocurre, “siempre ha estado ligado a momentos nefastos de la historia de la ciudad, como guerras, epidemias y terremotos”. La sangre del santo, por ejemplo, no se licuó en 1939, el mismo año en que comenzó la Segunda Guerra Mundial; y tampoco se licuó en 1980, el año en que se produjo el devastador terremoto de Irpinia, en el sur de Italia, que dejó un saldo de 2.900 personas fallecidas, más de 8 mil heridos y cerca de 280 mil damnificados.

Aunque el hecho de que no se licúe se suele interpretar como el anuncio de un desastre, esto no siempre es así.

De hecho, el proceso no siempre se produce del mismo modo: a veces tarda varias horas, o incluso días, en licuarse. En otras, como en 2018, el milagro se produce antes de la celebración litúrgica, y en otras ocasiones, por motivos desconocidos, la sangre no se licúa.

El mismo Papa Francisco fue testigo del inexplicable fenómeno en marzo de 2015. En aquella ocasión, la sangre se licuó delante de la mirada del mismo Santo Padre fuera de las tres fechas indicadas. Por lo tanto, se trató de un hecho extraordinario que también se produjo en 1848 delante del Papa Pío IX.

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ORIENTACIÓN PARA SOLICITAR LA PEREGRINACIÓN DE LAS RELIQUIA EN 1ER GRADO DEL BEATO CARLO ACUTIS

COMUNICADO DE LA POSTULAZIONE

10/01/2022   
Se han registrado varias denuncias de reliquias del beato Carlos Acutis que no cumplen con los requisitos canónicos ni con la Instrucción de la Congregación para las Causas de los Santos sobre “Las reliquias en la Iglesia: autenticidad y conservación”, del 16 de diciembre de 2017.
En particular, reiteramos que para que las reliquias sean auténticas deben llevar un sello de cera y un documento de autentificación con la firma del Postulador. Hay que asegurarse de que no han sido manipuladas o falsificadas.
Nadie más está autorizado a autentificar las reliquias de Carlos Acutis, haciendo una excepción del Obispo de Asís.
Además, le recordamos que las reliquias se conceden gratuitamente, sin ninguna cantidad de dinero a cambio.
Por ello, invitamos a los pastores de la Iglesia a estar atentos al fenómeno de las falsas reliquias, y pedimos la colaboración de sacerdotes, religiosos y laicos para denunciar los casos de fraude o abuso a la Postulación.
Agradecemos a todos los que nos ayuden a frenar un fenómeno tan desafortunado.

 

Dr.Nicola Gori
Postulatore della Causa.

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