

Artículo original de: Fuentes Varias
“Nada te turbe, nada te espante.
Todo se pasa. Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene, nada le falta.
Sólo Dios basta.”“En la cruz está la gloria, Y el honor,
Y en el padecer dolor, Vida y consuelo,
Y el camino más seguro para el cielo”
Sus padres
Teresa de Ahumada nació en Ávila el 28 de marzo de 1515. Su padre, Alonso de Cepeda, tras quedar viudo y con dos hijos, contrajo matrimonio con Beatriz de Ahumada. Teresa fue la tercera de los diez hijos que tuvo la pareja. Creció en un ambiente muy religioso, en el que desarrolló una llamativa sensibilidad por lo trascendente desde muy temprana edad. En una sociedad analfabeta, sus padres la aficionaron precozmente a la lectura.
A los trece años perdió a su madre. Este golpe y las crisis propias de la adolescencia agravaron un problema afectivo que arrastraría dolorosamente hasta su conversión definitiva. Físicamente agraciada y con grandes habilidades sociales, pronto triunfó en “la vanidad del mundo”. Ya en el internado de Santa María de Gracia, tomó la determinación de ser religiosa, tras un fuerte combate interior. Le pareció que era un estado mejor y más seguro para salvarse. Además, le desagradaban las condiciones en que vivían las mujeres casadas de su entorno. Le movía más el temor que el amor.
Cuando su padre quiso impedir su entrada en el Carmelo de La Encarnación, Teresa se fugó, no sin mucho pesar. Sus hermanos también dejaban el hogar rumbo a las Américas en busca de fortuna. Tenía 20 años y quería ser libre para conquistar su propio destino.
En La Encarnación vivió 27 años. En 1537 profesó y, transcurrido apenas un año, le sobreviene una extraña enfermedad. La gravedad alarma a la familia, que la pone en manos de una famosa curandera. El tratamiento empeoró su estado hasta llegar a darla por muerta. Cuenta ella que se curó gracias a la intercesión de san José, aunque con secuelas que padecería toda su vida. Tenía 27 años y, en adelante, la enfermedad se convirtió en su fiel compañera.
Su nombre, Teresa de Cepeda y Ahumada, hija de Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz Dávila Ahumada. En su casa eran 12 hijos. Tres del primer matrimonio de Don Alonso y nueve del segundo, entre estos últimos, Teresa. Escribe en su autobiografía: “Por la gracia de Dios, todos mis hermanos y medios hermanos se asemejaban en la virtud a mis buenos padres, menos yo”.
Sus inicios espirituales
De niños, ella y Rodrigo, su hermano, eran muy aficionados a leer vidas de santos, y se emocionaron al saber que los que ofrecen su vida por amor a Cristo reciben un gran premio en el cielo. Así que dispusieronse irse a tierras de mahometanos a declararse amigos de Jesús y así ser martirizados para conseguir un buen puesto en el cielo. Afortunadamente, por el camino se encontraron con un tío suyo que los regresó a su hogar. Entonces dispusieronse construir una celda en el solar de la casa e irse a rezar allá de vez en cuando, sin que nadie los molestara ni los distrajese.
La muerte de su madre
La mamá de Teresa murió cuando la joven tenía apenas 14 años. Ella misma cuenta en su autobiografía: “Cuando empecé a caer en la cuenta de la pérdida tan grande que había tenido, comencé a entristecerme sobremanera. Entonces me arrodillé delante de una imagen de la Santísima Virgen y le rogué con muchas lágrimas que me aceptara como hija suya y que quisiera ser Ella mi madre en adelante. Y lo ha hecho maravillosamente bien”.
Sigue diciendo ella: “Por aquel tiempo me aficioné a leer novelas. Aquellas lecturas enfriaron mi fervor y me hicieron caer en otras faltas. Comencé a pintarme y a buscar a parecer y a ser coqueta. Ya no estaba contenta sino cuando tenía una novela entre mis manos. Pero esas lecturas me dejaban tristeza y desilusión”.
Afortunadamente el papá se dio cuenta del cambio de su hija y la llevó a los 15 años, a estudiar interna en el colegio de hermanas Agustinas de Ávila. Allí, después de año y medio de estudios enfermó y tuvo que volver a casa.
Providencialmente una persona piadosa puso en sus manos “Las Cartas de San Jerónimo”, y allí supo por boca de tan grande santo, cuán peligrosa es la vida del mundo y cuán provechoso es para la santidad el retirarse a la vida religiosa en un convento. Desde entonces se propuso que un día sería religiosa.
El deseo de entrar en un convento
Comunicó a su padre el deseo que tenía de entrar en un convento. Él, que la quería muchísimo, le respondió: “Lo harás, pero cuando yo ya me haya muerto”. La joven sabía que el esperar mucho tiempo y quedarse en el mundo podría hacerla desistir de su propósito de hacerse religiosa. Y entonces se fugó de la casa. Dice en sus recuerdos: “Aquel día, al abandonar mi hogar sentía tan terrible angustia, que llegué a pensar que la agonía y la muerte no podían ser peores de lo que experimentaba yo en aquel momento. El amor de Dios no era suficientemente grande en mí para ahogar el amor que profesaba a mi padre y a mis amigos”.
Sus tres juramentos
La santa determinó quedarse de monja en el convento de Ávila. Su padre al verla tan resuelta a seguir su vocación, cesó de oponerse. Ella tenía 20 años. Un año más tarde hizo sus tres juramentos o votos de castidad, pobreza y obediencia y entró a pertenecer a la Comunidad de hermanas Carmelitas.
Su delicada salud
Poco después de empezar a pertenecer a la comunidad carmelitana, se agravó de un mal que la molestaba. Quizá una fiebre palúdica. Los médicos no lograban atajar el mal y éste se agravaba. Su padre la llevó a su casa y fue quedando casi paralizada. Pero esta enfermedad le consiguió un gran bien, y fue que tuvo oportunidad de leer un librito que iba a cambiar su vida. Se llamaba “El alfabeto espiritual”, por Osuna, y siguiendo las instrucciones de aquel librito empezó a practicar la oración mental y a meditar. Estas enseñanzas le van a ser de inmensa utilidad durante toda su vida. Ella decía después que si en este tiempo no hizo mayores progresos fue porque todavía no tenía un director espiritual, y sin esta ayuda no se puede llegar a verdaderas alturas en la oración.
A los tres años de estar enferma encomendó a San José que le consiguiera la gracia de la curación, y de la manera más inesperada recobró la salud. En adelante toda su vida será una gran propagadora de la devoción a San José, Y todos los conventos que fundará los consagrará a este gran santo.
Una simpatía impresionante
Teresa tenía un gran encanto personal, una simpatía impresionante, una alegría contagiosa, y una especie de instinto innato de agradecimiento que la llevaba a corresponder a todas las amabilidades. Con esto se ganaba la estima de todos los que la rodeaban. Empezar a tratar con ella y empezar a sentir una inmensa simpatía hacia su persona, eran una misma cosa.
En aquellos tiempos había en los conventos de España la dañosa costumbre de que las religiosas gastaban mucho tiempo en la sala recibiendo visitas y charlando en la sala con las muchas personas que iban a gozar de su conversación. Y esto le quitaba el fervor en la oración y no las dejaba concentrarse en la meditación y se llegó a convencer de que ella no podía dedicarse a tener verdadera oración con Dios porque era muy disipada. Y que debía dejar de orar tanto.
A ella le gustaban los Cristos bien chorreantes de sangre. Y un día al detenerse ante un crucifijo muy sangrante le preguntó: “Señor, ¿quién te puso así?”, y le pareció que una voz le decía: “Tus charlas en la sala de visitas, esas fueron las que me pusieron así, Teresa”. Ella se echó a llorar y quedó terriblemente impresionada. Pero desde ese día ya no vuelve a perder tiempo en charlas inútiles y en amistades que no llevan a la santidad. Y Dios en cambio le concederá enormes progresos en la oración y unas amistades formidables que le ayudarán a llegar a la santidad.
Crecer en santidad
Teresa tuvo dos ayudas formidables para crecer en santidad: su gran inclinación a escuchar sermones, aunque fueran largos y cansones y su devoción por grandes personajes celestiales. Además de su inmensa devoción por la Santísima Virgen y su fe total en el poder de intercesión de san José, ella rezaba frecuentemente a dos grandes convertidos: San Agustín y María Magdalena. Para imitar a esta santa que tanto amó a Jesús, se propuso meditar cada día en la Pasión y Muerte de Jesús, y esto la hizo crecer mucho en santidad. Y en honor de San Agustín leyó el libro más famoso del gran santo “las Confesiones”, y su lectura le hizo enorme bien.
Sus luchas espirituales
Como las sequedades de espíritu le hacían repugnante la oración y el enemigo del alma le aconsejaba que dejara de rezar y de meditar porque todo eso le producía aburrimiento, su confesor le avisó que dejar de rezar y de meditar sería entregarse incondicionalmente al poder de Satanás y un padre jesuita le recomendó que para orar con más amor y fervor eligiera como “maestro de oración” al Espíritu Santo y que rezara cada día el Himno “Ven Creador Espíritu”. Ella dirá después: “El Espíritu Santo como fuerte huracán hace adelantar más en una hora la navecilla de nuestra alma hacia la santidad, que lo que nosotros habíamos conseguido en meses y años remando con nuestras solas fuerzas”.
Visiones Celestiales
Y el Divino Espíritu empezó a concederle Visiones Celestiales. Al principio se asustó porque había oído hablar de varias mujeres a las cuales el demonio engañó con visiones imaginarias. Pero hizo confesión general de toda su vida con un santo sacerdotes y le consultó el caso de sus visiones, y este le dijo que se trataba de gracias de Dios.
Nuestro Señor le aconsejó en una de sus visiones: “No te dediques tanto a hablar con gente de este mundo. Dedícate más bien a comunicarte con el mundo sobrenatural”. En algunos de sus éxtasis se elevaba hasta un metro por los aires (Éxtasis es un estado de contemplación y meditación tan profundo que se suspenden los sentidos y se tienen visiones sobrenaturales). Cada visión le dejaba un intenso deseo de ir al cielo. “Desde entonces – dice ella – dejé de tener medio a la muerte, cosa que antes me atormentaba mucho”. Después de una de aquellas visiones escribió la bella poesía que dice: “Tan alta vida espero que muero porque no muero”.
La creían loca
Teresa quería que los favores que Dios le concedía permanecieran en secreto, pero varias personas de las que la rodeaban empezaron a contar todo esto a la gente y las noticias corrían por la ciudad. Unos la creían loca y otros la acusaban de hipócrita, de orgullo y presunción.
San Pedro Alcántara, uno de los santos más famosos de ese tiempo, después de charlar con la famosa carmelita, declaró que el Espíritu de Dios guiaba a Teresa.
La transverberación
La transverberación. Esta palabra significa: atravesarlo a uno con unagran herida. Dice ella: “Vi un ángel que venía del tronco de Dios, con una espada de oro que ardía al rojo vivo como una brasa encendida, y clavó esa espada en mi corazón. Desde ese momento sentí en mi alma el más grande amor a Dios”.
Desde entonces para Teresa ya no hay sino un solo motivo para vivir: demostrar a Dios con obras, palabras, sufrimientos y pensamientos que lo ama con todo su corazón. Y obtener que otros lo amen también.
Al hacer la autopsia del cadáver de la santa encontraron en su corazón una cicatriz larga y profunda.
Para corresponder a esta gracia la santa hizo el voto o juramento de hacer siempre lo que más perfecto le pareciera y lo que creyera que le era más agradable a Dios. Y lo cumplió a la perfección. Un juramento de estos no lo pueden hacer sino personas extraordinariamente santas.
Decadencia de las comunidades religiosas
En aquella época del 1500 las comunidades religiosas habían decaído de su antiguo fervor. Las comunidades eran demasiado numerosas lo cual ayudaba mucho a la relajación. Por ejemplo el convento de las carmelitas de Ávila tenía 140 religiosas. Santa Teresa exclamaba: “La experiencia me ha demostrado lo que es una casa llena de mujeres. Dios me libre de semejante calamidad”.
Un día una sobrina de la santa le dijo: “Lo mejor sería fundar una comunidad en que cada casa tuviera pocas hermanas”. Santa Teresa consideró esta idea como venida del cielo y se propuso fundar un nuevo convento, con pocas hermanas pero bien fervorosas. Ella llevaba ya 25 años en el convento. Una viuda rica le ofreció una pequeña casa para ello. San Pedro de Alcántara, San Luis Beltrán y el obispo de la ciudad apoyaron la idea. El Provincial de los Carmelitas concedió el permiso.
Sin embargo la noticia produjo el más terrible descontento general y el superior tuvo que retirar el permiso concedido. Pero Teresa no era mujer débil como para dejarse derrotar fácilmente. Se consiguió amigos en el palacio del emperador y obtuvo una entrevista con Felipe II y este quedó encantado de la personalidad de la santa y de las ideas tan luminosas que ella tenía y ordenó que no la persiguieran más. Y así fue llenando España de sus nuevos conventos de “Carmelitas Descalzas”, poquitas y muy pobres en cada casa, pero fervorosas y dedicadas a conseguir la santidad propia y la de los demás.
Los Carmelitas descalzos
Se ganó para su causa a San Juan de la Cruz, y con él fundó los Carmelitas descalzos. Las carmelitas descalzas son ahora 14,000 en 835 conventos en el mundo. Y los carmelitas descalzos son 3,800 en 490 conventos.
Por orden expresa de sus superiores Santa Teresa escribió unas obras que se han hecho famosas. Su autobiografía titulada “El libro de la vida”; “El libro de las Moradas” o Castillo interior; texto importantísimo para poder llegar a la vida mística. Y “Las fundaciones: o historia de cómo fue creciendo su comunidad. Estas obras las escribió en medio de mareos y dolores de cabeza. Va narrando con claridad impresionante sus experiencias espirituales. Tenía pocos libros para consultar y no había hecho estudios especiales. Sin embrago sus escritos son considerados como textos clásicos en la literatura española y se han vuelto famosos en todo el mundo.
Santa Teresa murió el 4 de octubre de 1582 y la enterraron al día siguiente, el 15 de octubre. ¿Por qué esto? Porque en ese día empezó a regir el cambio del calendario, cuando el Papa añadió 10 días al almanaque para corregir un error de cálculo en el mismo que llevaba arrastrándose ya por años.
Oración a Santa Teresa de Jesús
– de San Alfonso de Ligorio
Oh, Santa Teresa, Virgen seráfica, querida esposa de Tu Señor Crucificado, tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso
hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso, obtén para mi también,
te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas,
aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado
por todos los hombres.Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor,
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios.Amén.
[LIBRO DE LA VIDA]
Amante de la verdad, Teresa escribió el Libro de la Vida con la intención de contrastar su experiencia con la ciencia de los teólogos. Cuarenta capítulos que narran «el modo de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho». Autobiografía en la que la mística doctora insertó espacios para la doctrina –el tratadillo sobre la oración–, y también para la crónica –el relato de la fundación de San José.
La primera redacción de esta obra se perdió. La segunda fue escrita en 1562 en el convento de San José. Teresa se la hizo llegar al maestro Juan de Ávila, quien dio un veredicto muy favorable. Más tarde, estuvo retenida por la Inquisición durante doce años, sin que se encontrara nada condenable en ella.
Actualmente, el manuscrito autógrafo se conserva en la Real Biblioteca del monasterio de El Escorial.
[CAMINO DE PERFECCIÓN]
En 1566, la madre Teresa tomó de nuevo su pluma para conversar con sus monjas. En esta segunda obra, Camino de Perfección, quiso plasmar la esencia de su proyecto de vida en el Carmelo descalzo. Una vida de oración que es relación de amistad con Dios y con los demás y que, por tanto, compromete a la persona entera. Teresa profundizará en tres temas que considera imprescindibles para quien desea convertirse en orante: amor, libertad y verdad.
Contextualizado en una sociedad atrapada bajo el yugo de la sospecha, la marginación de la mujer o el culto a la honra, este libro reivindicó la oración mental –desaconsejada, sobre todo en mujeres– y lanzó una mirada crítica hacia las costumbres y actitudes de sus contemporáneos.
La primera versión de esta obra tuvo que ser escrita de nuevo tras una dura censura. Su manuscrito autógrafo se conserva en la Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial. Demasiado atrevimiento e ironía que se suavizaron en la segunda redacción, más comedida, cuyo manuscrito autógrafo custodian las carmelitas descalzas de Valladolid.
[LAS FUNDACIONES]
Desde 1573 hasta el final de su vida, Teresa fue narrando el proceso de fundación de los diecisiete conventos en los que intervino. Las Fundaciones es un libro que responde a su deseo de dejar un testimonio escrito de lo acontecido para las futuras generaciones de carmelitas: las dificultades de los comienzos y la acción de Dios a través de la ayuda de tantas personas.
Teresa compaginó maravillosamente la doctrina, para asesorar a las nacientes comunidades, con divertidas peripecias que provocan la carcajada del lector. El libro de Las Fundaciones proporciona, además, un magnífico retrato de la sociedad española del XVI. Esa sociedad en la que Teresa inauguró un nuevo estilo de vida, rodeada de bienhechores y detractores.
La autora incluyó numerosos episodios de negociaciones, viajes, obras… y quiso dejar constancia de la precariedad en los recursos y de los incontables obstáculos que hacían humanamente imposible el proyecto. La clave que descifra el auténtico mensaje del libro es la acción escondida de Dios en la historia, que ayuda en las dificultades y lleva a buen término la empresa. Cada fundación es presentada como una epifanía, una historia de salvación.
El manuscrito autógrafo se conserva en la Real Biblioteca del monasterio de El Escorial.
[LAS MORADAS]
Ante la ausencia del Libro de la Vida, retenido por la Inquisición, Teresa escribió en 1577 su principal obra: Las Moradas. Este destacado tratado de la espiritualidad universal lo redactó en tan solo seis meses, mientras una grave problemática recaía sobre su persona y fundaciones. Circunstancias adversas, pero plenitud de vida en su interior.
Desde la madurez ya alcanzada, Teresa mira retrospectivamente y desvela su propia trayectoria espiritual. La resume en siete etapas, dejando abierta la puerta para que cada orante recorra su propio y personalísimo camino.
El proceso que se desarrolla en Las Moradas parte de un ser humano desconectado de su mundo interior y culmina en una íntima unión con Dios por medio del matrimonio espiritual. La persona es representada por el símil del castillo, por cuyas estancias debe peregrinar hasta alcanzar la morada más íntima: el centro donde habita Dios. La puerta de este castillo es la oración que, entendida como relación de amistad, irá ganando en profundidad a lo largo del proceso. El esfuerzo de los comienzos se tornará en el puro recibir de las séptimas moradas. Es una obra llena de sugerentes imágenes y atrevidas comparaciones que tratan de poner palabra a lo inefable.
El manuscrito autógrafo lo conservan actualmente las carmelitas descalzas de Sevilla.
[MEDITACIONES SOBRE LOS CANTARES]
Teresa escribió por propia iniciativa las Meditaciones sobre los Cantares. Redactó dos versiones. La primera en 1566 y la segunda en 1574. Se trata de un comentario oracional sobre el salomónico Cantar de los Cantares. Una obra peligrosa en tiempos en los que estaba prohibido incluso leer la Biblia en romance. De hecho, su confesor le mandó quemarla porque, aunque no se había encontrado nada erróneo en ella, no consideró apropiado que una mujer escribiese sobre la Escritura. Teresa la envió a la hoguera inmediatamente y, por esa razón, no existen los autógrafos. Por suerte, ya existían copias que permitieron hacerla llegar hasta nuestros días. Cuatro copias –la de Alba, Baeza, Consuegra y Las Nieves– se conservan en la Biblioteca Nacional de Madrid.
[CARTAS]
Extraordinaria comunicadora, Teresa redactó un gran número de cartas, sobre todo, a partir del comienzo de su reforma. De ellas, solo se ha conservado una mínima parte: cerca del medio millar.
El epistolario teresiano tuvo un papel muy importante en la empresa fundacional. A través de sus cartas, la madre Teresa se hacía presente en las comunidades, se interesaba por sus problemas y seguía aconsejando a sus hijas desde la distancia. Teresa deseó crear una red entre sus conventos por la que circulasen con fluidez el diálogo y la solidaridad.
La correspondencia epistolar de la santa abulense presenta su realidad más cotidiana: la marcha de las fundaciones, las preocupaciones económicas, las necesarias negociaciones… y la muestran también a ella misma. Su pluma nos desvela su salud, su estado de ánimo, su delicadeza e interés por los demás, sus problemas familiares, sus amistades, sus temores… y su característico buen humor, plasmado en tantas anécdotas relatadas.
Teresa dirigió sus cartas a los más diversos destinatarios: monjas, bienhechores, parientes, clérigos, obispos… incluso al rey Felipe II. De ahí que su temática sea muy variada. Un epistolario muy apreciado por los historiadores dada su riqueza en información sobre el siglo XVI.
[CUENTAS DE CONCIENCIA]
Bajo el título de Cuentas de conciencia se recogen 66 fragmentos que Teresa de Jesús escribió entre los años 1560 y 1581. En cuadernillos y papeles sueltos, la mística se explayó sobre su modo de oración y algunos fenómenos místicos que había recibido. Estos escritos los remitía a sus confesores en busca de discernimiento. También se incluye la declaración que la santa escribió al tribunal de la Inquisición en Sevilla cuando fue procesada.
Según el testimonio de personas próximas a Teresa, compuso muchos textos de este estilo, que se perdieron o se destruyeron. Los fragmentos que conocemos nos han llegado gracias a las copias que se hicieron de los autógrafos. Una de ellas se custodia en San José de Ávila.
[EXCLAMACIONES]
Las Exclamaciones del alma a Dios son un conjunto de diecisiete textos que sumergen al lector en la oración de Teresa. Descubren su alma en diálogo sincero y amoroso con Dios. En estos escritos llaman la atención las numerosas referencias bíblicas.
Se desconoce cuándo ni dónde fueron redactadas y solo se conservan copias de ellas. Las más importantes se guardan en el monasterio de las carmelitas descalzas de Granada y en la Biblioteca de la Universidad Literaria de Salamanca.
[CONSTITUCIONES]
Antes de 1565, Teresa de Jesús había redactado unos breves estatutos por los cuales se regían las descalzas de su primera fundación. Se trataba de un plan de vida comunitaria, experimentado ya por las hermanas, que fue aprobado por el obispo de Ávila. Lamentablemente, este autógrafo primitivo se perdió.
En 1567, el superior general de la orden dio el visto bueno a unas Constituciones más extensas, escritas por Teresa. Tampoco se conserva el autógrafo de ellas, pero sí copias. No hay certeza de que fueran las vigentes en San José o las elaboradas para las siguientes fundaciones, que sí estaban bajo la jurisdicción de la orden. Las rúbricas correspondientes a las culpas y penalizaciones no son de la mano de Teresa, sino traducción de un código penal latino anterior. Un año después, este texto se convertiría en la base de las Constituciones de los frailes.
Al primitivo texto de la fundadora, los visitadores y algunas prioras introdujeron modificaciones, no siempre de acuerdo con ella. Teresa otorgó más importancia a lo carismático que a lo jurídico. De hecho, Camino de Perfección sería el verdadero manual para el Carmelo descalzo. Pero, a medida que se retocaban y multiplicaban los textos, convenía redactar y fijar de nuevo las Constituciones. No lo hizo Teresa, sino los padres carmelitas descalzos reunidos en Alcalá (1581). El deseo de la madre fundadora fue que las hermanas participasen en el proceso de elaboración. Por ello, había apremiado a todas sus comunidades a que aportasen una palabra de experiencia, que ella se encargó de revisar y transmitir con insistencia al padre Gracián. No obstante, no todas las peticiones de la fundadora fueron escuchadas ni reflejadas en estas Constituciones. Por expreso deseo de Teresa, estas Constituciones fueron publicadas en Salamanca.
El texto que se incluye en las ediciones actuales de las obras de santa Teresa es el anterior al Capítulo de Alcalá de los padres carmelitas.
[VISITA DE DESCALZAS]
La Visita de Descalzas es una pequeña obra fechada en 1576 que Teresa escribió, a petición del padre Gracián, en Toledo. El objetivo era el de proporcionar una serie de pautas a los visitadores de las nuevas fundaciones para que su servicio en la visita canónica fuera de provecho para las comunidades.
Este escrito sencillo y espontáneo pone de manifiesto el pensamiento de Teresa en cuestiones prácticas: realismo, eficacia y sentido común.
El manuscrito autógrafo se conserva en la Real Biblioteca del monasterio de El Escorial.
[DESAFÍO]
Entre 1572 y 1573, siendo Teresa de Jesús priora en La Encarnación, recibe un desafío espiritual de parte de unos carmelitas descalzos, probablemente, procedentes de Pastrana. En la misiva colocan sobre la mesa una serie de duras penitencias, retando a las monjas a modo de un “torneo o justa a lo divino”. Teresa responderá en 1574, llevando la lucha al terreno de las virtudes, el campo de trabajo teresiano por excelencia.
Una copia del autógrafo, perdido en el siglo XVIII por causas desconocidas, se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid.
[VEJAMEN]
A finales de 1576, Teresa recibió estas palabras en la oración: “Búscate en mí”. Experiencia que comunicó a su hermano Lorenzo, pidiéndole su parecer. Por su parte, él consultó a sus confidentes. Y, fruto de la reflexión en común, que se compartió en el locutorio del convento de San José, escribieron a la madre Teresa, entonces en Toledo. Para la sorpresa de todos, ella contestaría con esta obrita llena de ironía y buen humor.
El manuscrito autógrafo, casi completo, lo conservan las carmelitas descalzas de Guadalajara.
[POESÍAS]
Teresa no fue propiamente poeta, así lo confesó ella. Escribió versos sencillos de temática muy diversa. Algunas de sus poesías brotaron del torrente de su experiencia mística. Otras, servían para amenizar las celebraciones comunitarias y recreaciones. Villancicos navideños, coplas y romances sobre lo que iba aconteciendo… una producción lírica popular que refleja el carácter alegre y el buen humor que ella deseaba imprimir a sus comunidades.
Se conservan los manuscritos autógrafos de escasos poemas. En la Biblioteca Nacional de Madrid se guarda una copia del siglo XVIII.
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ORIENTACIÓN PARA SOLICITAR LA PEREGRINACIÓN DE LAS RELIQUIA EN 1ER GRADO DEL BEATO CARLO ACUTIS
COMUNICADO DE LA POSTULAZIONE
| 10/01/2022 | Se han registrado varias denuncias de reliquias del beato Carlos Acutis que no cumplen con los requisitos canónicos ni con la Instrucción de la Congregación para las Causas de los Santos sobre “Las reliquias en la Iglesia: autenticidad y conservación”, del 16 de diciembre de 2017. En particular, reiteramos que para que las reliquias sean auténticas deben llevar un sello de cera y un documento de autentificación con la firma del Postulador. Hay que asegurarse de que no han sido manipuladas o falsificadas. Nadie más está autorizado a autentificar las reliquias de Carlos Acutis, haciendo una excepción del Obispo de Asís. Además, le recordamos que las reliquias se conceden gratuitamente, sin ninguna cantidad de dinero a cambio. Por ello, invitamos a los pastores de la Iglesia a estar atentos al fenómeno de las falsas reliquias, y pedimos la colaboración de sacerdotes, religiosos y laicos para denunciar los casos de fraude o abuso a la Postulación. Agradecemos a todos los que nos ayuden a frenar un fenómeno tan desafortunado. Dr.Nicola Gori Postulatore della Causa. |
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