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“Vivir Plenamente” Los consejos de San Francisco de Sales

Los consejos de San Francisco de Sales para una vida feliz, vivir plenamente, son una serie de enseñanzas espirituales y prácticas que buscan guiar a las personas hacia una vida plena y satisfactoria. Estos consejos se basan en la creencia de que la felicidad se encuentra en la unión con Dios y en el amor al prójimo.

San Francisco de Sales, un obispo y escritor católico del siglo XVII, propuso que la felicidad no se encuentra en las posesiones materiales ni en los placeres mundanos, sino en la vida interior y en la relación con Dios. Según él, la felicidad es un estado de paz y alegría que se alcanza mediante la práctica de las virtudes y el cultivo de una vida espiritual.

San Francisco de Sales sienta las bases de lo que es una psiquis sana, cuando muestra el orden que debe existir en la personalidad normal

San Francisco de Sales sienta las bases de lo que es una psiquis sana, cuando muestra el orden que debe existir en la personalidad normal. Afirma que todas las cosas y todo el universo, tienen un orden monárquico, de manera que se relacionan entre sí y, en última instancia, con Dios que es el rey soberano. Por lo cual todas las cosas desean a Dios y tienden a Él como a su fin. También en el hombre hay movimientos, sentimientos, inclinaciones, hábitos, pasiones, facultades y potencias que son regidos por una natural monarquía que es la voluntad. Es sin duda la voluntad la que gobierna –de distintas maneras– las potencias del alma. 

Confianza en Dios:

San Francisco de Sales enfatizaba la importancia de confiar en la providencia divina y abandonarse a la voluntad de Dios. Creía que al confiar en Dios, se experimenta una paz interior que contribuye a la felicidad.

Vive en el presente:

Aconsejaba a la gente a vivir en el momento presente y a no preocuparse demasiado por el pasado o el futuro. Creía que abrazar el presente con gratitud lleva a una vida más plena y feliz.

La amabilidad y la paciencia:

Recomendaba ser amable y paciente con los demás, ya que consideraba que estas virtudes son fundamentales para mantener relaciones saludables y experimentar la alegría en la vida cotidiana.

La importancia de la oración:

San Francisco de Sales abogaba por una vida de oración regular. Creía que la comunicación constante con Dios a través de la oración fortalece el alma y ayuda a mantener la felicidad interior.

La humildad:

Fomentaba la humildad como una virtud clave. Creía que ser humilde, reconocer nuestras limitaciones y aceptar la voluntad de Dios con humildad contribuye a la felicidad espiritual:

  • Cultiva la humildad y la mansedumbre.
  • Se paciente y comprensivo con los demás.
  • Practica la caridad y la generosidad.
  • Busca la paz y la tranquilidad interior.
  • Confía en Dios y en su providencia.
  • Vive el presente y no preocuparse por el futuro.
  • Se agradecido por las bendiciones recibidas.
  • Ama a Dios y al prójimo.

«NO DESEES NADA… NO RECHACES NADA”…. nada fuera de la Voluntad de Dios.

Esta frase nos insta a aceptar lo que viene en nuestras vidas con humildad y a no aferrarnos a nuestros propios deseos o rechazar las circunstancias que no esperábamos. Nos invita a confiar en la voluntad de Dios y a aceptar su plan para nosotros.

San Francisco de Sales en su famosa obra Introducción a la Vida Devota trata sobre la inquietud y las tristezas que aquejan al alma, que siempre se fundamentan en el no querer aceptar las cosas que nos suceden. Y cuanto más nos rebelamos a nuestra realidad, peor nos sentimos y nos hacemos más daño. Dice así:

La tristeza no es otra cosa que el dolor del espíritu a causa del mal que se encuentra en nosotros contra nuestra voluntad; ya sea exterior, como pobreza, enfermedad, desprecio, ya interior, como ignorancia, sequedad, repugnancia, tentación.
(…) si no encuentra enseguida lo que desea, caerá en inquietud y en impaciencia, las cuales, lejos de librarla del mal presente, lo empeorarán,  
 (…) La inquietud proviene del deseo desordenado de librarse del mal que se siente o de adquirir el bien que se espera, y, sin embargo, nada hay que empeore más el mal y que aleje tanto el bien como la inquietud y el ansia. Los pájaros quedan prisioneros en las redes y en las trampas porque, al verse encerrados en ellas, comienzan a agitarse y revolverse convulsivamente para poder salir, lo cual es causa de que, a cada momento, se enreden más

Recomienda examinar frecuentemente nuestros afectos y pasiones buscando siempre que se adecuen a la Voluntad de Dios y no a la propia; de esta forma veremos si tenemos el dominio de nuestras vidas, si somos personas maduras. Tenemos que ver si nuestra voluntad está firmemente resuelta a pertenecer a Dios, si Él es nuestro amor y si todos los demás afectos se refieren a ese primer amor.

Hay que pensar que la Providencia de Dios es más sabia que nosotros y que –si esta es la situación en la que nos ha puesto– no estaremos mejor en ninguna otra. Aun cuando deseemos algo que es bueno, nuestro deseo es malo si no es lo que Dios nos pide:

“No permitas que tus deseos te inquieten, por pequeños y por poco importantes que sean; porque, después de los pequeños, los grandes y los más importantes encontrarán tu corazón más dispuesto a la turbación y al desorden”.

“Examina, pues, una vez al día a lo menos, o por la noche y por la mañana, si tienes tu alma en tus manos, o si alguna pasión o inquietud te la ha robado: considera si tienes tu corazón bajo tu dominio, o bien si ha huido de tus manos, para enredarse en alguna pasión desordenada de amor, de aborrecimiento, de envidia, de deseo, de temor, de enojo, de alegría. Y si se ha extraviado, procura, ante todo, buscarlo y conducirlo a la presencia de Dios, poniendo todos tus afectos y deseos bajo la obediencia y la dirección de su divina voluntad.”

San Francisco de Sales pone énfasis en que seamos libres, que tengamos un corazón libre de todas las cosas (exteriores e interiores) para seguir la Voluntad de Dios con alegría y dulzura,  en todas las circunstancias de nuestra vida.

También nos alerta sobre los dos extremos (o vicios) en los que se pierde la libertad y que nos sumergen en patologías psíquicas:

1) uno que sería por exceso: es la inestabilidad, disipación, dispersión u activismo, que nos hace cambiar fácilmente de condición de vida, de prácticas de piedad, de trabajo, etc, sin una verdadera razón y sin haber discernido en profundidad la Voluntad de Dios

2) y otro vicio contrario, por defecto, es la esclavitud o constricción; y esto se da en una falta de libertad por la cual el alma se siente oprimida por el disgusto, la pesadumbre, la cólera, etc. cuando no logra hacer aquello que se había propuesto, si bien podría hacer cosas mejores. Muchos se paralizan porque están afligidos y atados a un pasado que no termina de pasar.

San Francisco de Sales quiere que vivamos en paz, y para esto es necesario anular la propia voluntad, para querer sólo la de Dios tomada como propia. Por eso no hay nada más sano que el santo abandono, hay que abandonarse todo a Él. Afirma: “Todo lo que no es Dios, no es nada para mí”, es necesario un despojo total.  

Pero para tener paz, primero Él quiere la guerra, porque purifica nuestros afectos y pasiones. Para que Dios sea el dueño absoluto de nuestra vida, hace la guerra separando nuestro corazón de todo amor desordenado. Y esta separación es muy dolorosa y el alma sigue agitándose mientras no renuncie a su propia voluntad y no acepte someterla a la de Dios. Podemos encontrar al “príncipe de la paz” en plena guerra y vivir de su dulzura, aún en medio de las amarguras.
 Nos dice: “La verdadera paz no está en el no combatir, sino en el vencer. Quédate en paz en medio de la guerra.” 

Cuando las personas no tienen paz (aún en medio de esta lucha contra nuestros desordenes interiores) buscan como sucedáneo el “bienestar”: el bienestar sensible, bienestar económico, social, etc. pero siguen esclavizados de una voluntad enferma, de “amores” que lo denigran y lo rebajan respecto de su más alta vocación, que es la de ser santos.

Cuando uno se entrega todo en las manos de Dios, se abandona plenamente a su Voluntad y se conforma a ella, cuando busca Su amor sobre todas las cosas, como fin último, entonces encuentra la verdadera paz, porque ya ha vencido. Y principalmente ha vencido sus afectos y pasiones desordenadas que son la causa de la enfermedad psíquica.
El Santo Doctor, nos ofrece un sano consejo para ordenar nuestro amor y configurar nuestra personalidad según la perfección que Dios nos pide:

“No conviene a las rosas ser blancas, sino a los lirios. Las rosas son más bellas y perfumadas cuando son carmesí. Seamos aquello que somos, y seámoslo bien, para hacer honor al gran Artista del cual somos obra. (Ef 2,10)” 

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