
¿Por qué los católicos rezamos a los Santos? Los católicos no creemos que los santos tengan ´poderes especiales´ que compitan con Dios. Simplemente creemos que al morir están con Cristo, y siguen siendo parte de la Iglesia: Siguen rezando a Cristo por nosotros, porque siguen estando vivos.

Desde el cielo y delante de Dios, los santos interceden por ti cuando se lo pides para que Dios realice un milagro.
¿Interceden los santos por nosotros?
Por el hecho que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad… no dejan de interceder por nosotros ante el Padre.
Durante su vida, Cristo realizó muchos milagros: multiplicó los panes, curó enfermos, aplacó tempestades y devolvió la vida a quienes ya habían fallecido. Esos milagros tenían siempre la finalidad de ayudar a otros, y Cristo los hizo por amor a nosotros.
Cuando Jesús hacía un milagro, primero platicaba con Dios Padre, y no dejaba de explicar a los presentes que realizaba el milagro para que reconocieran a su Padre Dios que actuaba en Él y que lo realizaba con la autoridad misma de Él. ¡Muchos creían al ver los milagros!

Más tarde, los discípulos y los apóstoles comenzaron también a realizar milagros por autoridad de Cristo, que es Dios: haciendo siempre oración y pidiendo en Su nombre, se realizaba el milagro. Esto significa claramente que Dios es “el autor” de todos los milagros.
Muchos hombres y mujeres piden ayuda a Dios para nuestro beneficio. Eso les ha hecho ser reconocidos como “santos”, porque antes de pedir por ellos mismos, se preocupan y piden por otros. Así, desde el cielo y delante de Dios, los santos interceden por ti cuando se lo pides para que Dios realice un milagro.
Dios no deja de hacer milagros cuando su finalidad es ayudar a otros, porque en todo milagro viene la firma del amor de Dios. Por eso no debemos pedir milagros huecos ni egoístas que busquen comodidad o lujos, sino que ayuden a otros a creer en Dios, a creer en el amor, porque Dios es amor.
¿Quieres pedir un milagro a Dios? Pídelo con ayuda del santo de tu devoción, con toda confianza, porque a eso nos invita Jesús: “Pidan y se les dará”, y “lo que pidan en mi nombre, mi Padre se los concederá”.

¿Qué significar rezar a un santo?
A veces también el cristianismo puede caer en formas de devoción que parecen reflejar una mentalidad más pagana que cristiana. La diferencia fundamental está en el hecho de que nuestra oración y nuestra devoción del pueblo fiel no se basa, en esos casos, en la confianza en un ser humano, o en una imagen o en un objeto, incluso cuando sabemos que son sagrados. Nos recuerda el profeta Jeremías: «Maldito sea aquel que fía en hombre […]. Bendito sea aquel que fía en Yahveh» (17,5-7). Incluso cuando nos encomendamos plenamente a la intercesión de un santo, o más aún de la Virgen María, nuestra confianza tiene valor solamente en relación con Cristo. Como si el camino hacia este santo o la Virgen no terminara ahí: no. Va ahí, pero en relación con Cristo. Cristo es el vínculo que nos une a Él y entre nosotros que tiene un nombre específico: esta unión que nos une a todos, entre nosotros y nosotros con Cristo, es la “comunión de los santos”.
S.S. Francisco catequesis número 10 sobre san José
¿Qué significa que los santos hacen milagros?
La gracia de Dios actúa a través de ellos No son los santos los que realizan los milagros, ¡no! “Este santo es muy milagroso…”: no, detente: los santos no realizan milagros, sino solamente la gracia de Dios que actúa a través de ellos. Los milagros han sido hechos por Dios, por la gracia de Dios que actúa a través de una persona santa, una persona justa. Esto es necesario tenerlo claro. Hay gente que dice: “Yo no creo en Dios, pero creo en este santo”. No, está equivocado. El santo es un intercesor, uno que reza por nosotros y nosotros le rezamos, y reza por nosotros y el Señor nos da la gracia: el Señor actúa a través del Santo.
S.S. Francisco catequesis número 10 sobre san José
¿Qué significa la comunión de los santos?
¿Qué es la “comunión de los santos”? El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: «La comunión de los santos es precisamente la Iglesia» (n. 946). ¡Pero mira qué bonita definición! “La comunión de los santos es precisamente la Iglesia”. ¿Qué significa esto? ¿Qué la Iglesia está reservada a los perfectos? No. Significa que es la comunidad de los pecadores salvados. La Iglesia es la comunidad de los pecadores salvados. Es bonita esta definición. Nadie puede excluirse de la Iglesia, todos somos pecadores salvados. Nuestra santidad es el fruto del amor de Dios que se ha manifestado en Cristo, el cual nos santifica amándonos en nuestra miseria y salvándonos de ella. Siempre gracias a Él nosotros formamos un solo cuerpo, dice san Pablo, en el que Jesús es la cabeza y nosotros los miembros (cf. 1 Cor 12,12). Esta imagen del cuerpo de Cristo y la imagen del cuerpo nos hace entender enseguida qué significa estar unidos los unos a los otros en comunión: «Si sufre un miembro —escribe San Pablo— todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte de su gozo. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte» (1 Cor 12,26-27). Esto dice Pablo: todos somos un cuerpo, todos unidos por la fe, por el bautismo, todos en comunión: unidos en comunión con Jesucristo. Y esta es la comunión de los santos.
S.S. Francisco catequesis número 10 sobre san José
También los santos son nuestros hermanos: podemos ser sus amigos
De hecho, la comunión de los santos no concierne solo a los hermanos y las hermanas que están junto a mí en este momento histórico, sino que concierne también a los que han concluido su peregrinación terrena y han cruzado el umbral de la muerte. También ellos están en comunión con nosotros. Pensemos, queridos hermanos y hermanas: en Cristo nadie puede nunca separarnos verdaderamente de aquellos que amamos porque la unión es una unión existencial, una unión fuerte que está en nuestra misma naturaleza; cambia solo la forma de estar junto a cada uno de ellos, pero nada ni nadie puede romper esta unión. “Padre, pensemos en aquellos que han renegado de la fe, que son apóstatas, que son los perseguidores de la Iglesia, que han renegado su bautismo: ¿también estos están en casa?”. Sí, también estos, también los blasfemos, todos. Somos hermanos: esta es la comunión de los santos. La comunión de los santos mantiene unida la comunidad de los creyentes en la tierra y en el Cielo.
S.S. Francisco catequesis número 10 sobre san José
La devoción a los santos es una amistad con ellos
En este sentido, la relación de amistad que puedo construir con un hermano o una hermana junto a mí, puedo establecerla también con un hermano o una hermana que están en el Cielo. Los santos son amigos con los que muy a menudo tejemos relaciones de amistad. Lo que nosotros llamamos devoción —yo soy muy devoto a este santo, a esta santa— es en realidad una forma de expresar el amor a partir precisamente de este vínculo que nos une. También en la vida de todos los días se puede decir: “Pero, esta persona tiene mucha devoción por sus ancianos padres”: no, es una forma de amor, una expresión de amor. Y todos nosotros sabemos que a un amigo podemos dirigirnos siempre, sobre todo cuando estamos en dificultad y necesitamos ayuda. Y nosotros tenemos amigos en el cielo. Todos necesitamos amigos; todos necesitamos relaciones significativas que nos ayuden a afrontar la vida. También Jesús tenía a sus amigos, y a ellos se ha dirigido en los momentos más decisivos de su experiencia humana. En la historia de la Iglesia hay constantes que acompañan a la comunidad creyente: ante todo el gran afecto y el vínculo fortísimo que la Iglesia siempre ha sentido en relación con María, Madre de Dios y Madre nuestra. Pero también el especial honor y afecto que ha rendido a san José. En el fondo, Dios le confía a él lo más valioso que tiene: su Hijo Jesús y la Virgen María.
Es siempre gracias a la comunión de los santos que sentimos cerca de nosotros a los santos y a las santas que son nuestros patronos, por el nombre que tenemos, por ejemplo, por la Iglesia a la que pertenecemos, por el lugar donde vivimos, etc., también por una devoción personal. Y esta es la confianza que debe animarnos siempre al dirigirnos a ellos en los momentos decisivos de nuestra vida. No es algo mágico, no es una superstición, la devoción a los santos; es simplemente hablar con un hermano, una hermana que está delante de Dios, que ha recorrido una vida justa, una vida santa, una vida ejemplar, y ahora está delante de Dios. Y yo hablo con este hermano, con esta hermana y pido su intercesión por mis necesidades.
S.S. Francisco catequesis número 10 sobre san José

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Cómo orar a Dios por un Milagro
En realidad no existe una fórmula especial a seguir para rezar por un milagro. Tu forma de rezar y pedir un milagro es única y distintiva, al igual que tu camino espiritual.
Por otro lado tampoco podemos asegurar que a través de la oración se te vaya a cumplir todos tus deseos.
¡Esto quizá te impresione!, pero la realidad es que nuestra petición debe ser compatible con el deseo de Dios.
Te pongo un ejemplo: Le pides a Dios que te haga el milagro de ganarte la lotería, es posible que Dios no te conceda este milagro por mucho que ores, ya que según el pensamiento de Dios eso te alejará de su lado.
Pero si en cambio ruegas a Dios por la sanidad de alguna enfermedad grave, es posible que Dios te conceda ese milagro, ya que así podrás seguir sirviendo y ayudando a tu familia.
La idea es que cualquier cosa que quieras pedirle a Dios debe estar en sintonía con su propósito.
En otras palabras, el milagro que deseas ¿va a contribuir en algo al proyecto de Dios, a la edificación de su Iglesia?.
Así que antes de preguntarte como orar a Dios para pedirle un milagro, debes primero observar si tu solicitud es compatible con el deseo de Dios.

Lo más importante de orar a Dios por un milagro
Si deseas saber como pedirle a Dios un milagro imposible, sin lugar a dudas la oración es el mejor recurso.
No hay mejor cosa que la oración llena de fe, te puedo asegurar que la fe es «la debilidad» de Dios y la fuerza del hombre. Jesús no puede resistirse a hacer milagros cuando percibe una gran fe.
El mejor ejemplo de oración para pedir ayuda a Dios en momentos difíciles es la de aquella mujer que padecía flujo de sangre.
Una mujer que estaba muy enferma con flujo de sangre desde hacía más de 10 años, no había podido ser curada por nadie, se acercó sigilosamente a Jesús y alcanzó a tocarle la orla del manto, y al instante se paró el flujo de sangre.
Jesús dijo: «¿Quién me ha tocado?» inmediatamente dijo Pedro «Maestro, las personas te aprietan y te oprimen». Pero Jesús dijo: «Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido de mí». La mujer al verse descubierta, se acercó muy nerviosa, y postrándose ante Él, dio a conocer su martirio de salud, y el milagro que Jesús le acababa de hacer. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz».
(Lc 8,43-48)
Entonces, ante la pregunta de ¿Cómo orar a Dios por un milagro? la mejor respuesta sería «orar con fe».
Cuando estamos rezando, nos presentamos también enfermos, débiles, con temores, resistencias, profundas heridas que todavía sangran. Con mucha facilidad buscamos en el mundo médicos que nos puedan ayudar, tratamos en lo posible distraernos, buscar pasatiempos que en el fondo nos dejan igual y muy desgastados.
La actitud de un verdadero cristiano es estar conscientes de esta debilidad, pero a la vez llenos de fe porque estamos ante el único que nos puede curar de raíz, aquel que puede devolvernos la vida, dar un sentido profundo y nuevo a nuestra existencia, a nuestra soledad.
Este acto de fe y confianza es el paso más importante para llegar hasta el Maestro.
Como hacer para que Dios me conceda un milagro
Para que Dios me escuche debo tener la actitud de la homorroisa, tener mucha fe y actuar con humildad Ella se acercó con humildad, con la mirada siempre fija en su Amor y ternura, con delicadeza, consciente de su impureza, se atrevió a tocarle con fe la orla de su manto.
Con humildad se acerca por detrás y busca tocar tan sólo el borde de su manto. Esto sería suficiente. La fe no busca evidencia, no quiere tocar a toda costa, palpar como lo hizo Santo Tomás. Basta con un detalle, un gesto cercano y tierno. Es un decirle a Jesús: «no te quiero causar molestias, sé que me amas y con tocarte el borde de tu manto, te darás cuenta que te necesito, que estoy aquí, que te amo y que quiero poderte abrazar… pero soy impura(o), mi alma es impura, necesito que tu amor me purifique y me haga digna de Ti».
Así la hemorroísa buscando el bien de Jesús, el no «hacerle» impuro, logra su propio bien.
De esta manera la oración es buscar al otro para encontrarse con el otro. Es dejarse encontrar buscando. Es rozar su Corazón para encontrase dentro de Él.
Así que si te sigues preguntando como orar a Dios para obtener un milagro, la mejor respuesta que te puedo dar en esta lineas es con fe y humildad.
La fe y la humildad mueve el Corazón de Jesús.

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