Un camino de Fe

Adoración Eucarística, Enseñanza, Espiritualidad

“San José, Padre y Adorador Eucarístico”

Al tratar con el Cuerpo y la Sangre de Jesús realmente presentes en las especies eucarísticas, el sacerdote debe imitar los sentimientos de piedad y adoración que tuvo san José al alimentar y nutrir al divino Hijo en sus largos años de vida oculta. Y el ejemplo del esposo virginal de María recuerda también la perfecta castidad como dimensión ontológica del sacerdocio.

Es bien conocido el paralelo bíblico entre el antiguo José (hijo de Jacob), quien durante el hambre distribuyó al pueblo el grano preservado en tiempos de abundancia (Génesis 41), y el glorioso Custodio del Redentor. Al primero, el faraón había confiado la administración de todas sus posesiones, mientras que al segundo Dios encomendó a su Hijo.

El esposo de María «hizo mucho más que el antiguo José: se quedó con el pan vivo que descendió del cielo; lo conservó no solo para Egipto y algunos israelitas, sino para todo el mundo. Sí, José salvó de Herodes el pan vivo que había bajado del cielo, para que después de 30 años pudiera ser dado como alimento a los apóstoles y, para ellos, a todos los hambrientos de la vida y la felicidad eterna. José esconde este trigo de los elegidos durante 30 años: la casa de José era un tabernáculo misterioso; sus brazos una pícea; su pecho una patena sobre la que dormía Jesús… Y este santísimo cuerpo de J.C., que nos alimenta para la vida eterna, se nutrió de las labores de José».

San Leonardo Murialdo

El gesto de partir el pan es el mismo que Jesús vio realizar tantas veces a su padre virginal. «El pan que José partía era “para” Jesús, sin embargo, Jesús sabía muy bien que él era el “pan partido”. José también lo presentía en su interior, aunque ignoraba el cuándo y el cómo. Lo intuyó en las palabras dirigidas a María con motivo de la presentación de Jesús en el templo: “Una espada te traspasará el alma” (Lc 2, 35). Lo había temido en la apresurada huida a Egipto para evitar a los asesinos de Herodes. Había sufrido en la angustiada búsqueda de Jesús que permanecía en el templo.

Aunque con un conocimiento menor de los designios divinos que María, la Corredentora, también José estuvo acompañado de dolor por lo que habría sido la Pasión de Jesús y el sufrimiento de su esposa.

«Él [san José] penetró, por así decirlo, la burda vestidura de Jesús: su fe llegó al Sagrado Corazón e, iluminada por la luz divina, anticipadamente veía todos los estados por los que pasaría Jesús, los adoró y se unió a la gracia de esos misterios. Adoró a Jesús en su vida oculta; lo adoró en su pasión y muerte; lo adoró desde entonces en el santo tabernáculo».

san Pedro Julián Eymard

La similitud entre la misión salvífica de san José y la de los sacerdotes:

«Ante todo Dios obedece al sacerdote, como él obedeció a san José. El sacerdote toma la Santa Hostia, la levanta, la coloca sobre el altar, la pone en el copón, la cierra en el tabernáculo, la lleva en procesión, la lleva a los enfermos, la distribuye a los fieles… precisamente como san José tomó al Divino Infante, lo cargó en sus brazos, lo colocó en la cuna, lo entregó en brazos de los pastores y familiares, lo llevó a un lugar u otro, lo mandó y lo sometió en todos los aspectos a sus órdenes», tal como enseña el Evangelio. Entonces se comprende qué grandeza y centralidad tiene la Eucaristía en el ministerio sacerdotal y por qué,  la crisis de fe actual se debe en gran parte al declive de la fe en la Presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento.

 padre Angelo Rainero

Un sacerdote consagrado a la Eucaristía, en cambio, produce una serie de otros efectos beneficiosos:

«El sacerdote es también el protector nato y, en cierto sentido, el salvador de Jesús. Protege su gloria contra los ataques de la incredulidad por medio de su enseñanza; quita la irreverencia y los sacrilegios de su adorable presencia en la Eucaristía; preserva la vida de Jesús en las almas luchando contra todas las malas influencias que conspiran para extinguirla. ¿No comparte, en este sentido, las sublimes prerrogativas y funciones de nuestro Patriarca en su más noble tarea de guardián de Jesús?».

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Padre Eucarístico

La vida de San José ilustra el asentimiento paternal en un proceso gradual, que se puede dividir en tres fases a partir de las referencias evangélicas. En primer lugar, San José es el padre peregrino que custodia a Jesús, luego se convierte en un padre silencioso que contempla la vida creciente de su Hijo, y finalmente se convierte en padre eucarístico, acogiendo a Jesús como su alimento verdadero.

Este itinerario paterno de San José refleja la importancia de la fe en la celebración de la Misa, ya que la fe es fundamental en la contemplación de Jesús presente en las especies de pan y vino. La fe sostuvo a San José en su misión paternal, llevándolo a abandonar la comodidad de las certezas humanas para asumir la voluntad divina, incluso cuando parecía ir contracorriente respecto a los planes del hombre.

El proceso paterno en la vida de San José encuentra similitud con las tres procesiones que contiene la celebración eucarística: la entrada, el ofertorio y la comunión. Estas reflejan un ritmo gradual de la acogida de Cristo en la vida del creyente, buscándolo en el templo, entregándole la existencia completa y recibiendo su cuerpo y sangre para unirse a Él. Además, estas procesiones reflejan el carácter peregrino del cristiano.

Padre silencioso

Actitud, que se identifica con el silencio del pueblo de Dios durante gran parte de la celebración, merece ser ampliada. Este silencio lejos de significar participación pasiva, propicia una contemplación más intensa del misterio y presencia de Dios. ¿Para qué hacer silencio? La respuesta se patenta en la vida del santo patriarca, pues su silente actitud le favoreció para escuchar la Palabra de Dios mediante sueños y le confirió el arrojo necesario al asumir su voluntad. La comunidad que participa de la Eucaristía acalla la voz y las distracciones internas, a fin de percibir en las lecturas y la homilía la ruta trazada por el Señor.

Luego de participar en el banquete de la Palabra, se toma parte del banquete de la Eucaristía, cuyo centro es la consagración. El mismo Niño que tomó San José en sus manos de obrero, aparece real en las manos del sacerdote, ante lo cual se deduce que el sacerdote, ministro ordenado, aprende de San José la forma de llevar a Cristo en una completa actitud reverente. El presbítero es “otro Cristo” y Cristo, Hijo de José, estuvo sujeto a su padre (Cfr. Lc.2,51) en el ambiente hogareño de Nazaret, aprendiendo de su ejemplo para crecer “en sabiduría, estatura y gracia” (Lc. 2,52). En esta perspectiva cabe señalar que el ministerio sacerdotal halla en la persona del santo patriarca un modelo de fidelidad vocacional, pues tanto san José como el sacerdote son custodios del cuerpo de Cristo y de la Iglesia.

La vida de San José es una encarnación de los elementos fundamentales de la Eucaristía en lo celebrativo y lo teológico, por tanto no es absurda la afirmación titular: san José, padre eucarístico. Es patriarca y modelo de la Iglesia, dio pan al Pan de vida, instrucción al Maestro, sensibilidad y humildad al que se inclina a lavar los pies de sus discípulos. Por su confianza en Dios, el santo patriarca se digne ayudar a quienes persiguen certezas permanentes sin acoger la Palabra de Dios y conduzca a los miembros de la Iglesia por la ruta de la Eucaristía prolongada, levantando la voz para clamar: San José, padre eucarístico: ruega por nosotros.

Aunque san José jamás adoró a Nuestro Señor bajo las especies eucarísticas y jamás tuvo la dicha de comulgarlo (recibiendo la Santa Comunión), sí poseyó y adoró a Jesús en su forma humana. 

San Pedro Julián Eymard

San José Adorador de Cristo

Texto: Julius Maximus, Fe Católica

San José vivió con Jesús durante 30 años, su vocación fue de adoración perpetua. De muchas formas, el hogar de la Sagrada Familia de Nazaret fue el primer monasterio cristiano.

San José fue el primer adorador, el primer religioso. Aunque él nunca adoró a Nuestro Señor bajo las especies eucarísticas y jamás tuvo la dicha de comulgar (recibir la Santa Comunión), sí poseyó y adoró a Jesús en la forma humana.

San José conoció a Nuestro Señor más profundamente que todos los santos juntos; él vivió sólo para Él. En eso reside su gloria especial, la clave de su santidad, y que por encima de todo, él sea nuestro modelo; en eso también consiste su incomparable grandeza.

Cuando vemos la gran cercanía que José tuvo con Jesús, la forma en que fue totalmente transformado en El, comprendemos su verdadera grandeza, su verdadera santidad. Encontramos en él (San José), el adorador perfecto consagrado completamente a Jesús, siempre trabajando cerca de Jesús, dándole a Jesús  sus virtudes, su tiempo, su vida misma; y por eso él es modelo y nuestra inspiración.

Dondequiera que San José viajaba con su esposa e hijo, su hogar se convertía en una capilla de adoración. Nazaret, Belén y Egipto son lugares donde San José contempló la divina presencia de Jesucristo invitando a otros a hacer lo mismo. En ese sentido, San José es el fundador de las capillas de adoración y, con su esposa, es el primero en conducir una procesión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Junto con Jesús y María, San José le dio al mundo la capilla de adoración más grandiosa que haya conocido el hombre: la Iglesia Católica. Gracias a María y San José, cada iglesia católica en el mundo tiene un tabernáculo donde se reserva la Presencia Real de Jesucristo, Cristo presente en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.

En Nazaret, meses antes de que el Ángel le revelara a San José que María estaba embarazada con un Niño divino, san José estaba a unas pulgadas de la presencia de Dios en el tabernáculo del vientre de María. La esposa de José era un tabernáculo caminante. El Dios encarnado estaba viviendo y creciendo dentro del vientre de la esposa de San José y ni siquiera lo sabía. Dios lo estaba preparando para ser el padre amoroso del tesoro más grande que el mundo haya conocido: el Hijo de Dios hecho carne.

Al cuidado de María

Como todo recién casado, San José no quería apartarse ni un segundo de su esposa. María tuvo que haber acudido a él y expresarle su deseo de visitar a su pariente Isabel durante tres meses, y esto habrá sido una gran sorpresa para san José. Cuando leemos este episodio en el Nuevo Testamento, tendemos a asumir que María no le pidió a San José que la acompañara con Isabel. Sin embargo, el texto sagrado no nos proporciona información de qué exactamente sucedió en esa ocasión, y sólo dice que María se fue presurosa hacia la zona rural montañosa. No se nos dice si San José fue o no.

Muchos santos y místicos Buenaventura, San Bernardino de Siena, San Francisco de Sales, Venerable María Agreda, Beata Ana Catalina Emmerich y otros creen que San José sí acompañó a María a visitar a Isabel. ¿Por qué no habría ido con ella? ¿Qué clase de esposo sería si hubiese dejado ir asa joven y hermosa esposa hacer un viaje tan largo sin la compañía de su esposo?

El Nuevo Testamento no nos dice explícitamente que San José acompañó a María, pero tampoco nos dice específicamente que no lo hizo. Desde una perspectiva marital, ¿cómo podría haber soportado alejarse de ella durante tanto tiempo? De hecho tiene mucho sentido que san José hubiese acompañado a María con Isabel, y quizás incluso quedarse allí con ella tres meses. Es un viaje muy largo desde Nazaret a la zona rural montañosa en donde vivía Isabel (casi 100 millas). Cosas horribles podrían haberle sucedido a la hermosa esposa de San José en el viaje. ¿Qué recién casado no se habría preocupado por un viaje así, especialmente uno que involucrara caminar y dormir en lugares peligrosos? Ningún hombre cuerdo se hubiese quedado atrás.

José en la Visitación

Aunque San José no se hubiese quedado con María en la casa de Isabel durante tres meses, es muy probable que al menos haya acompañado a su esposa con su prima Isabel para cuidar a María de los asaltantes y hombres con malas intenciones. Y con toda seguridad acompañó a su esposa de regreso a su casa en Nazaret. Si estas cosas sucedieron, San José, sin saberlo, condujo la primera procesión con el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor! Para efectos de la meditación, digamos que San José al menos acompañó a María a la casa de Isabel. ¿Qué habrá experimentado al llegar con Isabel? Bueno, seguramente habrá escuchado el saludo lleno del Espíritu Santo que Isabel le dio a María:

Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; ¿de donde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor! 

-Lc 1,42-45

¿Qué habrá pensado San José del saludo de Isabel? Sus palabras le habrán parecido extrañas. No hay manera de que él haya comprendido su significado teológico, porque no tenía ni idea de que su esposa estaba encinta. Sin embargo, como un hombre de profunda oración, habrá ponderado sus palabras llevándolas a la oración. En ese momento no habrá comprendido su significado, pero meses después, cuando se percató de que María estaba embarazada, habrá recordado las de Isabel. Recordando que Isabel llamó a María «madre de mi Señor,» los ojos de San José se habrán abierto a la plena realidad de lo que estaba sucediendo en el vientre de su esposa. Siendo un judío devoto, San José no ignoraba las Escrituras que afirman que una virgen daría a luz al Mesías (ver Is 7,14). Comprendiendo esta gran maravilla, se habrá sentido totalmente indigno de ser el esposo y padre de tal mujer y el Niño.

La posibilidad de que San José haya acompañado a María y escuchado el saludo de Isabel lleno del Espíritu Santo nos ayuda a entender por qué San José jamás dudó de María o quiso divorciarse de ella.

Primera capilla de Adoración

Por otro lado, si San José no acompañaba a su esposa a la casa de Isabel, imagínate la soledad que había sentido al estar sin María durante tres meses. Una separación tan larga hubiese sido una tortura para su corazón, que habría anhelado reunirse con su amada. Escuchar su voz habría estado en su mente día y noche, y de que manera le habría saltado el corazón de gozo con el regreso de su reina después de tres meses de separación.

Y ya sea que haya acompañado a María con Isabel o no, es muy probable que haya viajado con su esposa e hijo a ver a Isabel, Zacarías y su hijo, Juan (el Bautista), en posteriores «visitaciones.» Ese tipo de visitas familiares son normales. La intuición católica siempre ha sabido esto y ha representado estas visitaciones en el arte. Las escenas de María, San José, el Niño Jesús y Juan el Bautista son diversas en el arte católico alrededor del mundo. Después de todo, Jesús y Juan eran parientes. Habrán jugado y rezado juntos durante las muchas visitas que tuvieron lugar a lo largo de los años. San José y San Juan Bautista tuvieron que haberse conocido.

Si la primera procesión con Jesús fue a la casa de Isabel, la segunda tuvo lugar cuando San José viajó con su esposa embarazada a Belén para apuntarse en el censo. En esta procesión, San José estableció la primera capilla de adoración del mundo: Belén.

Qué conveniente que esta primera vista pública del Pan vivo bajado del cielo tuviese lugar en Belén. Nuestro Jesús, el verdadero Pan bajado del cielo, nació en la pobreza y fue colocado en un pesebre por una razón: Nuestro Señor es un Rey humilde, y quiso que San José lo pusiese en un pobre pesebre porque ese lugar es donde se alimentan los animales. En inglés, la palabra pesebre «manger» se relaciona con la conocida palabra en italiano mangiare, es decir, comer.

¡Un Atrevido en procesión!

La primera capilla de adoración fue visitada por pastores locales, seguida muy de cerca por los hombres sabios o «magos» que llegaron de tierra lejana a rendir homenaje al recién nacido Dios-Rey recostado en un comedero (pesebre). Pero San José no sólo estableció la adoración en la Tierra Santa, sino que estableció la segunda capilla de adoración en territorio pagano: Egipto. ¡San José es atrevido!

Cuando Jesús nació, Egipto era tanto un territorio pagano, como la canasta de pan del mundo. ¡Qué apropiado que Dios mandara a San José a Egipto! Allí San José fue responsable de educar a la Hostia viva que nutriría al mundo. El José del Antiguo Testamento había salvado a su pueblo de la hambruna enviando grano fuera de Egipto. El nuevo José le ofrecería al mundo el «grano» que amorosamente ayudó a crecer en Egipto, ¡el pan vivo que da la vida eterna!

Después de haber permanecido un tiempo en Egipto, San José y María caminaron de regreso a Nazaret con Jesús. Esta larga caminata era, y sigue siendo, la procesión más grande del Cuerpo y Sangre de Cristo que se haya conducido; ¡una procesión que cubrió más de 120 millas!

Una vez en Nazaret, San José y su esposa adoraron la divina presencia de Jesús en su casa durante décadas. En cierto sentido era una casa de adoración perpetua e ininterrumpida contemplación, aun cuando llevaban a cabo todas las tareas cotidianas y responsabilidades de la vida doméstica. ¡La adoración duró décadas!

Ser como san José

Para ser como San José, tú también necesitas adorar a Cristo. Puedes ir a la iglesia católica más cercana en donde Jesús está presente, Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en el Santísimo Sacramento. La Eucaristía es Jesucristo. El Santísimo Sacramento es la fuente y culmen de la fe cristiana, y San José quiere conducirte a una relación más profundo con Jesús en la Eucaristía.

Dedica un tiempo para estar en la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento. Si en la iglesia de tu localidad hay Adoración Perpetua, anótate para una hora santa a la semana. La adoración cambiará tu vida. Si no hay una iglesia que tenga Adoración Perpetua cerca de tú área, algunas veces la parroquia tendrá Adoración durante algunas horas al día o un día en particular a la semana. ¡Ve! Si no puedes encontrar una iglesia que ofrezca exposición del Santísimo Sacramento simplemente visita cualquier iglesia católica y reza ante el tabernáculo. Jesús está allí día y noche y te está esperando. ¡Sé otro San José para Jesús y María!

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COMUNICADO DE LA POSTULAZIONE

10/01/2022   
Se han registrado varias denuncias de reliquias del beato Carlo Acutis que no cumplen con los requisitos canónicos ni con la Instrucción de la Congregación para las Causas de los Santos sobre «Las reliquias en la Iglesia: autenticidad y conservación», del 16 de diciembre de 2017.
En particular, reiteramos que para que las reliquias sean auténticas deben llevar un sello de cera y un documento de autentificación con la firma del Postulador. Hay que asegurarse de que no han sido manipuladas o falsificadas.
Nadie más está autorizado a autentificar las reliquias de Carlos Acutis, haciendo una excepción del Obispo de Asís.
Además, le recordamos que las reliquias se conceden gratuitamente, sin ninguna cantidad de dinero a cambio.
Por ello, invitamos a los pastores de la Iglesia a estar atentos al fenómeno de las falsas reliquias, y pedimos la colaboración de sacerdotes, religiosos y laicos para denunciar los casos de fraude o abuso a la Postulación.
Agradecemos a todos los que nos ayuden a frenar un fenómeno tan desafortunado.

 

Dr.Nicola Gori
Postulatore della Causa.

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