
En un momento dado, Jesús se da cuenta de un cambio radical en Judas, uno de los doce. Jesús comprendió que Judas estaba desligándose de él interiormente, e incluso que iba a «entregarle», como dicen los evangelios. Según el evangelio de Juan, ya en Galilea, mucho antes de los acontecimientos de Jerusalén que acabarían en la cruz, Jesús comprendió lo que estaba pasando (Juan 6,70-71).
Jesús les respondió: “¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?”. Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón.

Jesús utiliza la palabra “elegir” para referirse a la creación del grupo de los doce apóstoles, lo que nos indica que fue él quien los escogió. Esta palabra es clave en la historia bíblica, ya que Dios también eligió a Abrahán y a Israel para formar un pueblo. La elección de Dios es lo que constituye al pueblo de la alianza, y lo que hace que esta alianza sea inquebrantable es el amor de Dios hacia Abrahán y sus descendientes por siempre.
Jesús eligió a los Doce como Dios eligió a su pueblo, y no despidió a Judas a pesar de saber que lo iba a traicionar. Esto fue para demostrar que la elección de Dios era irrevocable y que su amor era eterno. Los profetas Oseas y Jeremías hablaron en nombre de un Dios herido y humillado por las traiciones de su pueblo, pero que aún así continuaba amándolos. Jesús siguió este ejemplo al humillarse lavando los pies de sus discípulos, incluyendo a Judas, y al compartir un pedazo de pan como muestra de amor ardiente, incluso sabiendo que Judas lo traicionaría esa misma noche.
Jesús, a pesar de sentirse humillado por la traición de uno de sus íntimos, no quiso ni pudo hacer menos que demostrarles su amor a sus discípulos. Para mostrarles su amor, se rebajó ante ellos y les lavó los pies, convirtiéndose en servidor de todos, incluyendo a Judas. Este acto demuestra la grandeza de su amor y su disposición a servir incluso a aquellos que le traicionarían.

Jesús quería ser fiel a su Padre, el Dios de Abrahán, Israel y los profetas, por lo que no podía actuar de otro modo que mantener a Judas cerca de él hasta el final. A pesar de que Judas estaba envuelto en tinieblas, Jesús lo quería a su lado. En medio de la oscuridad del resentimiento y el odio, Jesús manifestó el resplandor del amor de Dios. Este acto muestra la intensidad del amor de Jesús hacia Judas, incluso en su momento más oscuro.
Judas fue elegido desde la primera hora para ser uno de los doce. Al insertar su nombre en la lista de los apóstoles, el ´evangelista Lucas escribe: «Judas Iscariote que se convirtió (egeneto) en el traidor» (Lc 6, 16). Por lo tanto, Judas no había nacido traidor y no lo era en el momento de ser elegido por Jesús; ¡llegó a serlo! Estamos ante uno de los dramas más sombríos de la libertad humana.
El sobrenombre de “Iscariote” ha sido interpretado de diferentes maneras. Algunas personas lo han visto como una deformación de “sicariote”, relacionado con el grupo extremista de los zelotas que actuaban como “sicarios” contra los romanos. Otros han pensado que Judas estaba decepcionado por la manera en que Jesús llevaba adelante su idea de “reino de Dios” y que quería forzarle a actuar también en el plano político contra los paganos.

Los evangelios son las únicas fuentes fiables que tenemos sobre el personaje de Judas Iscariote. Según estas fuentes, el motivo principal de Judas para traicionar a Jesús estaba relacionado con el dinero. Se le confió la bolsa común del grupo de discípulos, y se menciona que era un ladrón, cogiendo lo que echaban dentro de la caja. En una ocasión, protestó por el despilfarro del perfume precioso derramado por María sobre los pies de Jesús, no porque le importaran los pobres, sino por su interés personal. Finalmente, Judas propuso a los jefes de los sacerdotes entregar a Jesús a cambio de treinta siclos de plata.
El dinero, es el principal competidor de Dios en el mundo. A lo largo de la historia ha sido así, y que sigue siéndolo en la actualidad. “Ídolo por antonomasia”, es decir, el ídolo supremo, y se le atribuye el título de “el ídolo de metal fundido”.
Es el competidor de Dios en este mundo, ya que muchas personas deciden servirle con la intención de obtener poder o beneficios temporales. Jesús identifica al dinero como el otro amo, al que se refiere como anti-Dios, y afirma que “Nadie puede servir a dos amos: no podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24). De esta manera, se ve que el dinero es el “Dios visible”, en contraposición al Dios verdadero, que es invisible.

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«El apego al dinero —dice la Escritura— es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Detrás de cada mal de nuestra sociedad está el dinero o, al menos, está también el dinero. ¿Qué hay detrás del comercio de la droga que destruye tantas vidas humanas, detrás del fenómeno de la mafia y de la camorra, la corrupción política, la fabricación y el comercio de armas, e incluso —cosa que resulta horrible decir— a la venta de órganos humanos extirpados a niños? Y la crisis financiera que el mundo ha atravesado y este país aún está atravesando, ¿no es debida en buena parte a la «detestable codicia de dinero», Judas empezó sustrayendo algún dinero de la caja común. ¿No dice esto nada a algunos administradores del dinero público?
Resulta escandaloso que algunas personas reciban sueldos y pensiones que son cien veces superiores a los de aquellos que trabajan bajo su dependencia. Además, es preocupante que estas personas levanten la voz en contra de la posibilidad de renunciar a algo en aras de una mayor justicia social. Esto refleja una clara desigualdad en la distribución de ingresos y una falta de conciencia sobre la importancia de la equidad en la sociedad.
El dinero es comparado con un ídolo, ya que se dice que es “falso y mentiroso”. Se afirma que promete seguridad, pero en realidad la quita, y que promete libertad, pero en cambio la destruye. En estos tiempos, hemos tenido que repensar el grito de Jesús al rico de la parábola que había almacenado bienes sin fin. Jesús le llama “insensato” y le advierte que esa misma noche se le pedirá el alma, cuestionando a quién pertenecerá todo lo que ha acumulado.

Jesús “dio al dinero una señoría. Jesús dijo: ‘No se puede servir a Dios y al dinero’. Dos señores. Es la única cosa que Jesús pone a la misma altura. Cada uno de nosotros debe elegir: o sirve a Dios, y será libre en la adoración, en el servicio, o sirve al dinero y serás esclavo del dinero”.
“Esta es la elección, y mucha gente elige servir a Dios y al dinero. Y eso no se puede hacer. Al final simulan que sirven a Dios para servir al dinero. Son los explotadores escondidos, que son socialmente impecables, pero bajo la mesa comercian con la gente. No les importa”.
S.S. Francisco
La explotación humana y la venta de personas es algo cotidiano, así la historia bíblica de Judas Iscariote, quien traicionó a Jesús por treinta monedas de plata. Judas dejó discípulos que siguen su ejemplo, pero en realidad siguen las enseñanzas del diablo. ¿Cómo fue la vida de Judas? Nosotros no lo sabemos. Fue un joven normal, quizás, incluso puede que con inquietudes, porque el Señor lo llamó a ser discípulo”.
Judas nunca consiguió ser discípulo de Jesús. “No tenía boca de discípulo y corazón de discípulo”. “Era débil en el discipulado”. Sin embargo, “Jesús lo amaba. Luego, el Evangelio nos hace entender que le gustaba el dinero. “El amor al dinero lo había llevado a romper las reglas, a robar, y de robar a traicionar hay un paso pequeño. Quien ama mucho el dinero traiciona para tener más, siempre. Es una regla. Es un dato de hecho”.

La traición de Judas continúa en la historia y el traicionado es siempre él, Jesús. Judas vendió al jefe, sus imitadores venden su cuerpo, porque los pobres son miembros de Cristo, lo sepan o no. «Todo lo que hagáis con uno solo de estos mis hermanos más pequeños, me lo habéis hecho a mí» (Mt 25,40). Pero la traición de Judas ha de pensarse como la de «Nuestro hermano Judas». Y deberíamos atrevernos a pensar por un momento al Judas que tengo dentro de mí, al Judas que quizás también todos tenemos dentro».
De ese modo, “el Judas joven, quizás bueno, con buenas intenciones, terminar como traidor hasta el punto de ir al mercado a vender: ‘Fue donde los jefes de los sacerdotes y les dijo: ‘¿Cuánto me quieren dar a cambio de que se los entregue?’. Este hombre estaba fuera de sí. Jesús nunca dice ‘traidor’, dice que será traicionado, pero nunca le dice ‘traidor’. Nunca dice: ‘Vete traidor’. Nunca. De hecho, le dice: ‘Amigo’, y lo abraza”.

Con inteligencia
Se puede traicionar a Jesús también por otros géneros de recompensa que no sean los treinta denarios de plata.
Traiciona a Cristo quien traiciona a su esposa o a su marido. Traiciona a Jesús el ministro de Dios infiel a su estado, o quien, en lugar de apacentar el rebaño que se la confiado se apacienta a sí mismo.
Traiciona a Jesús todo el que traiciona su conciencia. Puedo traicionarlo yo también, en este momento —y la cosa me hace temblar— si mientras predico sobre Judas me preocupo de la aprobación del auditorio más que de participar en la inmensa pena del Salvador.
Judas tenía un atenuante que yo no tengo. Él no sabía quién era Jesús, lo consideraba sólo «un hombre justo»; no sabía que era el hijo de Dios, como lo sabemos nosotros.
P. Rainiero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia

El diablo entró en Judas. Fue el diablo quien lo llevó hasta ese punto. ¿Cómo termina la historia? El diablo es un mal pagador: no es un pagador fiable. Te lo promete todo, te hace ver todo y al final te deja solo en tu desesperación por ahorcarte”.
El corazón de Judas está descrito como inquieto y atormentado por la culpabilidad y el amor a Jesús. En su angustia, vuelve a los sacerdotes buscando perdón y salvación, pero recibe una respuesta desinteresada, lo que lo lleva a la desesperación. El diablo es mencionado como el que habla de manera indiferente, dejando a Judas en un estado de desesperanza.
El Evangelio describe el fin horrible de Judas: «Judas, que lo había traicionado, viendo que Jesús había sido condenado, se arrepintió, y devolvió los treinta siclos de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos, diciendo: He pecado, entregándoos sangre inocente. Pero ellos dijeron: ¿Qué nos importa? Ocúpate tú. Y él, arrojados los siclos en el templo, se alejó y fue a ahocarse» (Mt 27, 3-5). Pero no demos un juicio apresurado. Jesús nunca abandonó a Judas y nadie sabe dónde cayó en el momento en que se lanzó desde el árbol con la soga al cuello: si en las manos de Satanás o en las de Dios. ¿Quién puede decir lo que pasó en su alma en esos últimos instantes? «Amigo», fue la última palabra que le dirigió Jesús y él no podía haberla olvidado, como no podía haber olvidado su mirada.
“Cada uno de nosotros tiene la capacidad de traicionar, de vender, de elegir según sus propios intereses. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de dejarse guiar por el amor al dinero, de los bienes, o del bienestar futuro. ‘Judas, ¿dónde estás?’. Pero la pregunta la hago a cada uno de nosotros: ‘Tú, Judas, pequeño Judas que tengo dentro: ¿dónde estás?'”.
Papa Francisco.
He aquí a lo que debe empujarnos la historia de nuestro hermano Judas: a rendirnos a aquel que perdona gustosamente, a arrojarnos también nosotros en los brazos abiertos del crucificado. Lo más grande en el asunto de Judas no es su traición, sino la respuesta que Jesús da. Él sabía bien lo que estaba madurando en el corazón de su discípulo; pero no lo expone, quiere darle la posibilidad hasta el final de dar marcha atrás, casi lo protege. Sabe a lo que ha venido, pero no rechaza, en el huerto de los olivos, su beso helado e incluso lo llama amigo (Mt 26,50). Igual que buscó el rostro de Pedro tras la negación para darle su perdón, ¡quién sabe cómo habrá buscado también el de Judas en algún momento de su vía crucis! Cuando en la cruz reza: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34), no excluye ciertamente de ellos a Judas.
¿Qué haremos, pues, nosotros? ¿A quién seguiremos, a Judas o a Pedro? Pedro tuvo remordimiento de lo que había hecho, pero también Judas tuvo remordimiento, hasta el punto que gritó: «¡He traicionado sangre inocente!» y restituyó los treinta denarios. ¿Dónde está, entonces, la diferencia? En una sola cosa: Pedro tuvo confianza en la misericordia de Cristo, ¡Judas no! El mayor pecado de Judas no fue haber traicionado a Jesús, sino haber dudado de su misericordia.
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NOVENA A CARLO ACUTIS Y CORONILLA POR LOS SACERDOTES
CÓMO SOLICITAR LA PEREGRINACIÓN DE LAS RELIQUIAS DE CARLO ACUTIS beato
COMUNICADO DE LA POSTULAZIONE
| 10/01/2022 | Se han registrado varias denuncias de reliquias del beato Carlo Acutis que no cumplen con los requisitos canónicos ni con la Instrucción de la Congregación para las Causas de los Santos sobre «Las reliquias en la Iglesia: autenticidad y conservación», del 16 de diciembre de 2017. En particular, reiteramos que para que las reliquias sean auténticas deben llevar un sello de cera y un documento de autentificación con la firma del Postulador. Hay que asegurarse de que no han sido manipuladas o falsificadas. Nadie más está autorizado a autentificar las reliquias de Carlos Acutis, haciendo una excepción del Obispo de Asís. Además, le recordamos que las reliquias se conceden gratuitamente, sin ninguna cantidad de dinero a cambio. Por ello, invitamos a los pastores de la Iglesia a estar atentos al fenómeno de las falsas reliquias, y pedimos la colaboración de sacerdotes, religiosos y laicos para denunciar los casos de fraude o abuso a la Postulación. Agradecemos a todos los que nos ayuden a frenar un fenómeno tan desafortunado. Dr.Nicola Gori Postulatore della Causa. |
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