
El silencio que rodea a las reliquias de la Pasión es revelador, ya que poca gente conoce su existencia o ha recibido la sugerencia de visitarlas y venerarlas con amor piadoso. Este silencio sugiere que estas reliquias no son ampliamente conocidas ni promovidas, lo que plantea interrogantes sobre por qué se mantiene este secreto y cuál es su importancia en la actualidad.

La Iglesia es extremadamente prudente y exhaustiva en su investigación antes de pronunciarse sobre la autenticidad de los objetos emblemáticos. Aunque valora y protege estas reliquias como expresión de la devoción popular, deja a libertad de cada individuo el hecho de creer o no en su autenticidad.
La Pascua para los cristianos no culmina el domingo en el que se celebra, sino que finaliza 50 días después en el Día de Pentecostés. En este día se conmemora la venida del Espíritu Santo y el inicio de las actividades de la Iglesia. Por lo tanto, la celebración de la Pascua, al menos en el ámbito litúrgico, es bastante larga. El término “Pentecostés” proviene del griego πεντηκοστή (pentēkostḗ), que significa ‘quincuagésimo‘, haciendo referencia a los 50 días que se cumplen desde la Pascua hasta este día especial.
El triunfo de Jesús sobre la muerte corporal es recordado como su Padre-Dios lo rescató de las ligaduras de la muerte, la cual tuvo lugar en la cruz en Jerusalén. En Roma, se encuentran dos lugares específicos que guardan reliquias del juicio de Cristo y su muerte en el Gólgota: el Santuario Pontificio de la Escalera Santa y la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén.

¡Estas son las reliquias de la pasión de Cristo!
Algunos de los lugares que más conserva estos objetos son la Catedral de Notre Dame, la de Turín, la de Valencia y la Basílica de San Pedro, entre otras. Si bien no hay una realidad histórica y una base científica que pueda demostrar, como mínimo, su antigüedad, la tradición católica las marca como testimonios de un tiempo pasado vinculado a Jesús de Nazareth.
En la Ciudad Eterna son dos los lugares específicos que recuerdan y guardan objetos sagrados: el Santuario Pontificio de la Escalera Santa y la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén. Cómo llegaron hasta allí y son veneradas por cientos de miles de fieles. Roma es una pequeña Jerusalén, repleta de reliquias de la pasión y muerte de N. S. Jesucristo.

Las reliquias de la Pasión de Cristo que se encuentran en Roma
La Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén
Uno de los templos más conocidos de la Ciudad Eterna debido, principalmente, a los tesoros espirituales que guarda entre sus muros.
A través de uno de los laterales de la iglesia se puede acceder a la llamada “capilla de las reliquias”, donde, protegidos tras una vitrina, se conservan algunos de los objetos más importantes del catolicismo.
La tradición cuenta que la base de la construcción de esta basílica fue realizada con tierra que la emperatriz santa Helena trajo desde Jerusalén, de allí su nombre. En ella podemos encontrar en una capilla anexa, reliquias de la Pasión de Jesús, como partes de la Vera Cruz, la cruz de uno de los dos ladrones, la esponja empapada en vinagre, la corona de espinas, clavos, y la inscripción del sobrescrito que Jesús tenía sobre la cruz : “Jesús Nazareno Rey de los Judíos”, conocida como Titulus Crucis. También en una capilla lateral, junto a la de las reliquias de la Pasión, es posible admirar una reproducción moderna de la Síndone de Turín o Santo Sudario y un crucifijo realizado según las marcas que se encuentran en el sudario.

Fragmentos de la Cruz de Cristo
Fueron trasladados desde Jerusalén a Roma gracias a Santa Elena, madre del emperador romano Constantino, que durante un viaje a Tierra Santa, en torno al año 326, encontró algunos de estos elementos ligados a la Pasión de Cristo.
De hecho, dentro de la basílica hay una capilla dedicada a esta santa, cuyo pavimento fue cubierto con tierra proveniente de Tierra Santa.
En sus indagaciones, Santa Elena localizó numerosas cruces, ya que el Calvario era un punto habitual de ajusticiamiento. Para averiguar cuál era la verdadera Cruz de Cristo hizo colocar unos fragmentos junto a una mujer agonizante que, al tocarlos, se recuperó de su enfermedad.

Esos tres fragmentos son los que se custodian hoy en el relicario del año 1800 en esta capilla de la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén.
Fragmentos de la Cruz de Cristo
Fueron trasladados desde Jerusalén a Roma gracias a Santa Elena, madre del emperador romano Constantino, que durante un viaje a Tierra Santa, en torno al año 326, encontró algunos de estos elementos ligados a la Pasión de Cristo.

De hecho, dentro de la basílica hay una capilla dedicada a esta santa, cuyo pavimento fue cubierto con tierra proveniente de Tierra Santa.
Esos tres fragmentos son los que se custodian hoy en el relicario del año 1800 en esta capilla de la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén.
En 326, cuando llegó la emperatriz Elena de Constantinopla a Jerusalén, derribó el templo y ordenó cavar hasta encontrar la cruz. Cuando se descubrió, allí mismo se erigió la Basílica del Santo Sepulcro en la que se guardó. Cuando regresó a Roma le llevó a su hijo, el emperador Constantino, parte de la cruz, la tablilla y dos clavos -el tercero cuenta la leyenda que lo tiró al mar para aplacar la ira divina… una tormenta- . En 326 el emperador financió la construcción de la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén en Roma donde hoy se conservan (la parte de la cruz, la tablilla y un clavo).
Uno de los clavos
Además, la capilla también alberga uno de los clavos con los que los soldados fijaron a Cristo en la Cruz.

Titulus Crucis
Otra de las reliquias allí custodiada es la tabla con el mensaje en hebreo, griego y latín: “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”, conocida con el nombre de Titulus Crucis y ordenada colocar por Pilato en lo alto de la Cruz de Cristo.

La procedencia de la tabla no está clara, pero se piensa que fue trasladada a la basílica en el siglo VI. En ella todavía se conserva la inscripción “I. NAZARINVS RE”.

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Santuario Pontificio de la Escalera Santa
El Santuario Pontificio de la Escalera Santa (la Santa Scala) que se encuentra frente a la Basílica de San Juan de Letrán, custodia dentro de sí dos piezas muy importantes: el icono del Santísimo Salvador Aquiropoeta y la escalera por la cual subió Jesús al palacio de Poncio Pilato. Son 28 peldaños de mármol que pertenecían al Pretorio donde fue juzgado Jesús y por esa misma escalera subió a este lugar.

Fue desmontada y llevada a Roma, por orden de Santa Helena, la madre del emperador Constantino, en el año 326. La escalera en un primer momento se ubicaba en el patriarchium, la antigua residencia de los papas, situada en el complejo de los palacios lateranenses. En el año 1589, el Papa Sixto V Peretti (nacido como Srečko Perić, de origen serbio, pero traducido al Italiano como Felice Peretti) ordenó que se trasladase en el espacio actual e hizo que el arquitecto Domenico Fontana realizase la instalación de cuatro tramos de escaleras, disponiendo en el medio la Escalera Santa. El primer testimonio conocido de su existencia es de un pasaje del Liber Pontificalis en la época de Sergio II.
Estos peldaños están cubiertos de madera y poseen un pequeño orificio por el cual se puede ver el mármol. No se pueden subir caminando pisando los escalones, sino solo de rodillas. En el año 2019 los listones de madera de nogal que la cubrían y protegían desde 1723 por orden del papa Inocencio XIII, fueron retirados para su restauración (quien estas líneas escribe, tuvo la oportunidad de ver y estar en ese momento) y gran sorpresa de todos se encontraron talladas en el mármol cruces donde, según la tradición, cayeron gotas de sangre de Cristo y en el último peldaño un cruz de bronce. También se pudo notar el desgaste del mármol sufrido a través de los siglos, por cientos de miles de peregrinos que subieron de rodillas por esta escalera.
Al llegar al punto superior de la “Scala Santa” nos encontramos con una capilla enrejada denominada: Chiesa di San Lorenzo in Palatio ad Sancta Sanctorum (Iglesia de san Lorenzo en el palacio y el santo de los santos). Sobre el altar hay una inscripción latina con el texto: “non est in tot sanctior orbe locus” (“no existe en todo el mundo más santo lugar”) y uno de sus más preciados tesoros es el icono del Santísimo Salvador Aquiropoeta. Según el Diccionario Akal del color: “aquiropoeta o aquiropoético. Adjetivo que se aplica al colorido cuyo origen se ha considerado tradicionalmente milagroso, o bien de origen divino, como es el caso de la policromía de ciertas imágenes religiosas”. Los últimos análisis dictaminaron que es de origen bizantino del siglo VIII. La capilla ha sido enriquecida y ennoblecida con el tiempo gracias a los diversos Pontífices, y en particular a Nicolás III que hizo realizar los frescos de la escuela romana del siglo XIII, la elaboración del mosaico situado en lo alto del altar y el suelo de estilo cosmatesco.
Además, en el interior de la Basílica se encuentra la losa de mármol sobre la que, según cuenta la tradición, cuatro soldados romanos se jugaron a los dados la túnica de Jesús. Se puede contemplar sobre cuatro columnas que tienen la Mesura Cristi (la altura de Cristo).

Otras reliquias en Roma
El velo de la Virgen María y el manto sagrado de San José
En la iglesia de Santa Anastasia se encuentran también dos reliquias menos conocidas para la mayoría de los turistas que llegan a Roma. Se trata del velo de la Virgen María y del sagrado manto de San José, que dio lugar a la oración al Sacro Manto de San José. Tampoco podemos olvidarnos de las cadenas de San Pedro en la iglesia de San Pietro in Vincoli.

El manto sagrado de San José, una reliquia única del padre adoptivo de Jesús, ha recorrido las iglesias de Roma a lo largo de este año dedicado a él, luego de permanecer dieciséis siglos conservado en una antigua basílica de la capital italiana.
Según la tradición, el manto sagrado, que está acompañado por un velo aún colorido que habría pertenecido a la Virgen María, fue traído de Tierra Santa a Roma por San Jerónimo en el siglo IV.
Se cree que el santo pudo haber celebrado Misa en la Basílica de Sant’Anastasia, ubicada cerca del Circo Máximo de Roma, donde permanecieron escondidas ambas reliquias por más de 1.600 años hasta el inicio del Año de San José en diciembre de 2020.
Cabe destacar que existe una antigua historia que afirma revelar el origen del manto sagrado como una reliquia.
Según el relato, San José fue al monte Hebrón para comprar madera para su trabajo de carpintería, pero solo tenía aproximadamente la mitad del dinero que necesitaba.
Entonces, la Santísima Virgen María, ya siendo su esposa, le sugirió a San José que le diera al vendedor de madera el manto que ella le había regalado el día de su boda, como una garantía de que luego le pagaría el resto del dinero que le debía.
El vendedor, llamado Ismael, era un tipo tacaño y al principio protestó por la situación, pero al final decidió aceptar el manto como garantía.
A la mañana siguiente, Ismael, quien hasta ese momento había estado sufriendo durante algún tiempo de úlceras en los ojos y no había podido encontrar una cura, se despertó completamente sano.
De forma similar, la esposa de Ismael, que era una mujer dura con un temperamento difícil, se despertó esa mañana convertida en una persona apacible.
Además, la mejor vaca de Ismael también se curó de su enfermedad cuando la cubrieron con el manto sagrado.
A partir de estos hechos milagrosos, Ismael se negó a separarse del manto de San José; perdonó su deuda; y le dio a San José y a la Virgen María toda la madera gratis que necesitaban.
Según el relato, Ismael y su esposa también visitaron y llevaron regalos a la Sagrada Familia en Nazaret. En ese encuentro, la Virgen María le dijo a este matrimonio que Dios bendeciría a cualquiera que se pusiera bajo el manto de su esposo, San José.

Las cadenas de San Pedro
Las cadenas, las utilizadas por Pedro durante su cautiverio en Roma fueron rescatadas por la comunidad cristiana y cuidadosamente guardadas. En el 439 Juvenal, obispo de Jerusalén, dio a la emperatriz Eudoxia, esposa del emperador Teodosio II el Joven, las dos cadenas que sirvieron para encadenar a San Pedro en Jerusalén.

La emperatriz, una la guardó consigo en Constantinopla y la otra la envió a Roma a su hija, también llamada Eudoxia, mujer del emperador Valentiniano III. Ésta mostró la cadena al papa León Magno quien quiso compararla con la que se conservaba en Roma y que había sido utilizada por San Pedro en la Cárcel Mamertina. Pero, en cuanto la acercó a la que vino de Jerusalén, milagrosamente las dos cadenas se entrelazaron y se fundieron en una sola cadena, por lo menos esto es lo que cuenta la tradición. Este prodigio suscitó tanto estupor que la emperatriz Eudoxia mandó construir una iglesia para custodiar y honrar estas cadenas. Posteriormente dicha iglesia recibiría el nombre de San Pietro in Vincoli. En recuerdo de quien la mandó construir, la iglesia también se la conoce con el nombre de Eudoxiana. Estas cadenas durante siglos fueron utilizadas para exorcizar a los endemoniados y se utilizó la limadura de las mismas como base de algunas reliquias.

La columna donde Jesucristo fue flagelado
la basílica romana de Santa Práxedes, alberga la columna donde Jesucristo fue flagelado. Es de pequeño tamaño y la tradición señala que se debe a que de esta manera los soldados obligaban a Jesús a estar con el dorso plegado, lo que hacía que el dolor de los azotes fuera mayor.

En 1223 fue trasladada por el cardenal Giovanni Colonna desde Tierra Santa la columna donde Jesucristo fue flagelado, y hoy la podemos encontrar la Basílica de Santa Práxedes. Hay varias hipótesis en torno a su pequeño tamaño, pero según indican los últimos estudios, el hecho de que midiera tan solo 63 cm se debe a que de esta manera los soldados podían azotar a Jesús con mayor facilidad, y al obligarle a estar con el dorso plegado, el dolor de los golpes era mayor.
Un fragmento de la parte superior de la columna fue entregado a Luis IX de Francia a cambio de tres de las espinas de la Corona de Cristo. Dos de ellas se encuentran en la Santa Cruz de Jerusalén y el paradero de la tercera todavía se desconoce.
Para quien tenga la oportunidad de visitar Roma, la Basílica de Santa Práxedes se encuentra solo a 50 metros de la majestuosa Basílica de Santa María la Mayor. En un “vicoletto” (callecita) silencioso y escondido de los que abundan en la “ciudad eterna”.

La lanza de Longino en Roma
La lanza de Longino, con la que el centurión romano atravesó el costado de Cristo, fue un ‘regalo’ del sultán Bayazid II al papa Inocencio VIII.
La reliquia (solo la parte metálica, sin el asta) que había sido celosamente conservada en el tesoro del Imperio Bizantino, llegó por mar al puerto de Ancona en 1492. Lo atestigua el obispo de aquél tiempo, Marco Vigerio I Della Rovere. En esta ciudad se reunieron todos los obispos provinciales para llevar a cabo, con gran solemnidad, todas las ceremonias religiosas relacionadas con la veneración de la Lanza.

En 1629, con la consagración de la nueva basílica de San Pedro, fue llevada a esta basílica y depositada en una de las cuatro capillas recabadas de los pilares que sostienen la cúpula, destinadas a custodiar las reliquias más importantes del templo. Una de éstas fue realizada justamente para acoger la Lanza, y se la identifica con la estatua de Longino, obra de Bernini. Posteriormente la reliquia fue llevada a la vecina capilla de la Verónica, donde se guarda el Velo de la Verónica y un fragmento de la Vera Cruz, que se hallaba en la capilla de Santa Elena.

Detrás del baldaquino del altar mayor puede verse a la izquierda la capilla y el balcón de Santa Elena y a la derecha los de la Santa Lanza, identificados con la estatua de Longino de Bernini
Es muy difícil determinar la autenticidad de este objeto, pero por lo menos se ha confirmado de que se trata de una punta de lanza del siglo I, compatible con las utilizadas por los romanos en esa época. No se puede decir los mismo de las otras dos lanzas, es decir la de Viena, la ‘Heilige Lance’, y la Lanza de Antioquía.
El velo “Verónica”
En el Santuario de la Santa Faz en Manoppello, los visitantes ven una tela transparente entre dos paneles de vidrio dentro de un marco de plata adornado sobre el altar del santuario.
Cuando alguna luz ilumina la tela de fibra de biso, se revela la imagen de un hombre barbudo, con los ojos abiertos y la boca semiabierta, como si estuviera tomando su último aliento.
Los devotos del velo de Manoppello afirman que se trata del “Velo de Verónica” y que se trasladó en secreto al pequeño pueblo de la colina en Abruzzo por orden del Papa Clemente VII para protegerlo después del Saco de Roma en 1527.

Otra imagen del rostro de Cristo conocida como “El velo de Verónica” se muestra cada año en la Basílica de San Pedro el Domingo de Ramos para bendecir a los peregrinos al comienzo de la Semana Santa.
Durante siglos, muy pocas personas fuera de la pequeña ciudad sabían de la existencia de la tela y su imagen de Jesús. Pero un sacerdote capuchino, el padre Domenico di Cese, dedicó toda su vida a difundir la devoción a la Santa Faz de Manoppello.
Cuando vio por primera vez el velo siendo un joven sacerdote en la década de 1930, se arrodilló en shock. El rostro reflejado en el antiguo lino parecía el del mismo hombre desconocido que lo había rescatado de los escombros de una iglesia después de un gran terremoto en 1915 cuando era un niño.
El Vaticano no reconoce formalmente la autenticidad de las reliquias como el Velo de Manoppello o la Sábana Santa de Turín, sin embargo, la veneración pública de tales reliquias por parte de los papas a menudo llama la atención de los fieles.
Los devotos creen que la la imagen es un vera icon o Christos Acheiropoietos, que se formó milagrosamente en el momento de la resurrección
¡Estas son las reliquias de la pasión de Cristo dispersas por el mundo!
Algunos de los lugares que más conserva estos objetos son la Catedral de Notre Dame, la de Turín, la de Valencia y la Basílica de San Pedro, entre otras. Si bien no hay una realidad histórica y una base científica que pueda demostrar, como mínimo, su antigüedad, la tradición católica las marca como testimonios de un tiempo pasado vinculado a Jesús de Nazareth.
Sábana Santa o Sudario.
La Sábana Santa es una pieza de lino que supuestamente fue utilizada para envolver el cuerpo de Jesucristo después de su crucifixión. En ella se pueden observar manchas que, según la tradición cristiana, corresponden a la sangre de Jesús. Esta reliquia ha sido objeto de numerosos estudios científicos, algunos de los cuales han arrojado resultados contradictorios sobre su autenticidad.

Se encuentra en la Catedral de Turín. Es la pieza más conocida de todas y sobre la que más estudios se han hecho, sobre todo, para conocer su antigüedad. Es una tela de lino con la que se supone que se cubrió el cuerpo de Jesucristo al ser enterrado y en la que quedó plasmado su rostro. Después de la prueba del Carbono 14, del estudio de granos de polen, de digitalizar la imagen y muchas más pruebas, no se ha llegado a un acuerdo de su veracidad.
Por otro lado, el Santo Sudario es un trozo de tela que también se cree que fue utilizado para envolver el cuerpo de Jesús. En él se puede observar la imagen de un hombre con marcas que coinciden con las heridas descritas en la crucifixión de Jesús. Al igual que la Sábana Santa, el Santo Sudario ha sido objeto de estudios científicos.
El Santo Cáliz
Se encuentra en la catedral de Valencia. El Santo Cáliz, Grial o Santo Grial, sería la copa que se usó en la última cena. Es una copa de calcedonia, piedra semipreciosa, de 7 cm de altura y 9,5 de diámetro, y un pie con asas añadido posteriormente (entre los siglos X y XIV). La leyenda la lleva desde las manos de San Pedro, en Roma, hasta el monasterio de San Juan de la Peña (Huesca), aunque la primera noticia documentada del cáliz no aparece hasta el XIII pasando por Zaragoza, Barcelona y recalando en Valencia en el XV.
El estudio más completo de este objeto se hizo en 1960 y demostró que existe un altísimo número de pruebas que confirman la autenticidad de esta reliquia.

“Ningún estudio arqueológico posterior ha desmentido esta investigación. Es el único cáliz que ha resistido la crítica y la investigación histórica”
El Santo Sudario de Oviedo
Según la tradición, el sudario que cubrió la cara de Jesús se guarda en la Catedral de Oviedo y se expone al público sólo tres veces al año: el Viernes Santo; el 14 de septiembre, día de la Santa Cruz; y el 21 de septiembre, fiesta de San Mateo Apóstol, patrón de la ciudad española.
Los Apóstoles veneraron en Jerusalén las reliquias de la Pasión, entre ellas el Sudario, durante los primeros años del cristianismo. Con la invasión de los persas en el siglo VII se trasladaron para ponerlas a salvo y el Sudario llegó a España.

El Centro Español de Sindonología, ha explicado en numerosas ocasiones cómo los estudios constatan que todos los elementos del rostro del Sudario de Oviedo encajan con los de la Sábana Santa o Síndone de Turín.
El último de estos estudios lo realizó la Universidad Católica de Murcia en España, que concluyó que ambas telas envolvieron a la misma persona. También se precisó que el hombre de la Sábana Santa y el del Santo Sudario sufrieron la misma herida en el costado; algo que concuerda con el Evangelio de San Juan, en donde se lee: “Cuando llegaron a Jesús, como vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas; pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua”.
Lignum Crucis: Una reliquia de la Cruz de Cristo
El monasterio franciscano de Santo Toribio de Liébana, en Cantabria, guarda desde hace más de 1200 años una gran parte de la Cruz de Jesús.
A esta reliquia se la conoce por su nombre en latín “Lignum Crucis”, que significa leño o madera de la Cruz. Este objeto sagrado corresponde al madero horizontal izquierdo.
Santa Helena, madre del emperador Constantino, decidió conservar las reliquias de la Pasión del Señor. Una de ellas fue la Cruz, que llegó a España en el siglo XVI, con los restos de Santo Toribio, que había sido custodio de los lugares santos en Jerusalén.

En 1958 se realizaron algunas pruebas para comprobar su autenticidad y “confirmaron que la madera es de un árbol que hay en Tierra Santa y que tiene una edad superior a los 2000 años”.
Además, el ADN de la reliquia coincide con el de otros trozos de la cruz más pequeños que se conserva en distintas partes del mundo.
“La mayor prueba de veracidad del Lignum Crucis son todas las conversiones que se dan en el sacramento de la Confesión en el monasterio”.
El Mantel de la Sagrada Cena
En el museo de la Catedral de Coria, al oeste de España, lindando con Portugal, se conserva un paño de lino blanco que presenta algunas bandas decorativas azules realizadas con índigo. Mide 4’42 metros de largo y 92 centímetros de ancho y se considera que es el Mantel Sagrado que fue utilizado durante la Última Cena.
Varias investigaciones datan el paño en el siglo I que hasta 1791 se exhibía de manera pública para la devoción de los fieles peregrinos, que llegaban hasta la catedral. El interés en mostrar la reliquia fue tal que se planifico una remodelación de la catedral que incluía un balcón con altura suficiente para desplegar los más de 4 metros de tela.

Sin embargo, las autoridades eclesiales decidieron guardar la reliquia por temor a que los fieles se llevaran pedazos. Durante más de 200 años la reliquia fue cayendo poco a poco en el olvido hasta que en febrero de 2019 el entonces Obispo de Coria-Cáceres, Mons. Francisco Cerro, hoy Arzobispo de Toledo, creó una comisión diocesana para recuperar la devoción al mantel.
Además, se llevó a cabo la realización de un documental en el que participa el científico John Jackson, que coordinó los estudios de la Sábana Santa de Turín.
La Santa Espina de la Corona de Cristo
En la Diócesis de Valladolid se conserva una espina de la Corona que portó el Señor durante su Pasión. Se conserva en una capilla lateral de la iglesia del Monasterio de la Santa Espina, fundado en 1147 por Doña Sancha, hija de la Reina Urraca I de León.
La infanta había rogado a San Bernardo de Claraval la fundación de un convento cisterciense en Valladolid, para lo que ponía a disposición de la orden monástica un terreno. El Doctor de la Iglesia envió a su hermano, San Nirvando, como abad.
De vuelta al España, en Parí, Doña Sancha pudo venerar la corona de espinas que se custodia en el Monasterio de San Dionisio. Admirada por la reliquia, suplicó al Rey de Francia, Luis VII El Joven que ele regalase una espina.

A finales del siglo XIX, el Obispo de Palencia (diócesis a la que pertenecía por entonces el monasterio), Mons. Enrique de Almaraz envió a Roma la reliquia para que se comprobara su autenticidad. En 1905 se dio a conocer la resolución favorable.
El Monasterio de la Santa Espina sufrió un terrible incendio en 1731, que calcinó la mayor parte de la biblioteca y el archivo. A inicios del siglo XIX, la invasión napoleónica supuso la expulsión delos monjes. A su vuelta en 1813, comprueban que habían arrasado con casi todo.
Con el proceso de expropiación forzosa propiciado por los gobierno liberales de principios del siglo XIX, el complejo fue pasando de mano en mano hasta que en 1865 lo compra el Marqués de Valderas.
La marquesa, Doña Susana de Montes y Bayón, funda un orfanato que encomienda a los Hermanos de Lasalle, que llegan en 1888, que regentaron el lugar durante casi siglo y medio. Los hermanos de las Escuelas Cristianas han de abandonar el lugar por falta de vocaciones por lo que comienzan las negociaciones para que se haga cargo del monasterio la Fundación Educatio Servanda, que finalmente dirige el lugar desde 2022.
Corona de espinas
Se encuentra en la Catedral de Notre Dame en París. Es la corona espinas con la que los romanos, a modo de burla, coronaron a Jesucristo como Rey de los Judíos. Parece ser que entre las reliquias que trajo Elena de Constantinopla también estaba la corona de espinas. Su primera referencia es en el siglo V y nada se vuelve a saber hasta el XI cuando aparece en Constantinopla. En 1238, y ya sin espinas que parece ser fueron repartidas por toda la cristiandad europea, el emperador Balduino II ofreció la corona a Luis IX, rey de Francia, buscado su apoyo. Para albergarla construyó la Santa Capilla donde permaneció hasta la Revolución Francesa. Desde donde se trasladó a Notre Dame. En la catedral de Barcelona se venera una espina.

La túnica sagrada de Tréveris
Según la costumbre hebraica, tres habrían sido las prendas llevadas por Jesús: una túnica interior (interula, subucula) más corta en el caso de personas humildes y en el caso de los ricos larga hasta los tobillos, con mangas cortas o medias mangas; una túnica larga (tunica), sujeta por la cintura, y que llegaba hasta los pies y una capa (pallium, toga) que se utilizaba en la estación fría y no en casa. La túnica podía ser de lana, tejida de una sola pieza de arriba abajo. En algunas fuentes se menciona que la de Cristo pudo haber sido tejida por la Virgen María.
Una de estas túnicas fue la que echaron a suertes los soldados porque, siendo inconsútil, es decir sin costuras, no se podía dividir. Ésta, además, es la única que se cita en la pasión. No está muy claro si se trata de la interior o la exterior. Probablemente la interior, con la que llegó al Calvario, ya que le habrían ya quitado la exterior.

La catedral de Tréveris, en la que se conserva actualmente, está construida sobre la antigua residencia real. Santa Elena habría entregado la túnica al obispo Agricio de Tréveris. Hasta ese momento, la túnica habría permanecido en Jerusalén y luego se la habría llevado la emperatriz junto con otras reliquias de la pasión. Pero esta hipótesis es altamente improbable. Si así fuera, tratándose de una reliquia tan importante, fuentes eminentes del siglo IV, como San Ambrosio, la habrían mencionado, por ejemplo en la homilía que pronunció en el funeral de Teodosio, en la que habló del clavo de Cristo.
Por otro lado, si la túnica fue echada a suerte es probable que alguno de los discípulos la hubiera recomprado a su nuevo propietario. Luego se perdió su rastro hasta el siglo VI, cuando Gregorio de Tours menciona su existencia, diciendo que era venerada en Gálata, cerca de Constantinopla. Su conterráneo Fredegario escribía, en cambio, que fue hallada en el 590 en Zafad, Palestina, y luego llevada a Jerusalén.
No sabemos cómo llegó a Tréveris, pero sabemos que ya desde el siglo XI en la catedral de esta ciudad se veneraba un cofre con reliquias que se suponía pudiera contener la túnica del Señor.
Las fuentes escritas, que reportan antiguas tradiciones, consideran como auténtica esta reliquia; pero no son anteriores al siglo XII. En 1196, en el curso de algunas obras dentro de la catedral, se descubrió el cofre con la túnica, que permaneció bajo el altar mayor hasta 1512, fecha en la que el emperador Maximiliano de Habsburgo mandó levantar el pavimento para verificar la presencia de la reliquia.

No sabemos cómo llegó a Tréveris, pero sabemos que ya desde el siglo XI en la catedral de esta ciudad se veneraba un cofre con reliquias que se suponía pudiera contener la túnica del Señor.
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NOVENA A CARLO ACUTIS Y CORONILLA POR LOS SACERDOTES
CÓMO SOLICITAR LA PEREGRINACIÓN DE LAS RELIQUIAS DE CARLO ACUTIS beato
COMUNICADO DE LA POSTULAZIONE
| 10/01/2022 | Se han registrado varias denuncias de reliquias del beato Carlo Acutis que no cumplen con los requisitos canónicos ni con la Instrucción de la Congregación para las Causas de los Santos sobre «Las reliquias en la Iglesia: autenticidad y conservación», del 16 de diciembre de 2017. En particular, reiteramos que para que las reliquias sean auténticas deben llevar un sello de cera y un documento de autentificación con la firma del Postulador. Hay que asegurarse de que no han sido manipuladas o falsificadas. Nadie más está autorizado a autentificar las reliquias de Carlos Acutis, haciendo una excepción del Obispo de Asís. Además, le recordamos que las reliquias se conceden gratuitamente, sin ninguna cantidad de dinero a cambio. Por ello, invitamos a los pastores de la Iglesia a estar atentos al fenómeno de las falsas reliquias, y pedimos la colaboración de sacerdotes, religiosos y laicos para denunciar los casos de fraude o abuso a la Postulación. Agradecemos a todos los que nos ayuden a frenar un fenómeno tan desafortunado. Dr.Nicola Gori Postulatore della Causa. |
Gretell velasquez
muchísimas gracias por tan bella información de las santas reliquias, yo creo en ellas y estaba llorando al leer tan bella información , ojalá algún día Dios me dé la gracia de conocer por lo menos una. Bendiciones
unpasoaldiacol
Gracias. En qué lugar te encuentras