Un camino de Fe

Enseñanza, San José

El Sufrimiento Silencioso de San José: Un Modelo de Fe y Sacrificio

 En el ámbito de las apariciones religiosas, San José es una figura menos mencionada que otros santos o la Virgen María, pero ha dejado una huella profunda en la historia de la fe cristiana.


A continuación, exploraremos algunas de estas historias que reflejan su importancia en la vida de los creyentes.

1.La Aparición en Sierra Morena

El 16 de febrero de 1575, Santa Teresa de Jesús, acompañada de dos sacerdotes y ocho monjas, se dirigió a fundar un convento en Beas de Segura, Jaén. Durante el viaje, celebraron el miércoles de ceniza en la parroquia de Santa María de los Olmos de Torre, en Juan Abad, provincia de Ciudad Real. Sor Ana de Jesús, testigo presencial de los acontecimientos de aquel día, relata lo siguiente:

En Sierra Morena, los carreteros perdieron el camino, de manera que no sabían por dónde iban. Nuestra Madre Teresa de Jesús nos mandó a las ocho monjas que íbamos con ella que rezáramos a Dios ya nuestro padre San José para que nos encaminaran; porque decían los carreteros que íbamos perdidos y que no hallaban remedio de salir de unos riscos altísimos por donde íbamos.

En ese momento, comenzó a sonar una voz desde una hondura muy profunda, que con mucha dificultad se veía desde lo alto de aquellos riscos en los que estábamos. La voz, que parecía de un anciano, gritaba:

“Deteneos, deteneos, que vais perdidos y os vais a despeñar si pasáis por ahí.”

A estas voces, páramos y los sacerdotes y las personas seglares que iban con nosotras comenzaron a escuchar y preguntar:

“Padre, ¿qué remedio tenemos para salir del estrecho en que estamos?” Él les respondió que echasen hacia una parte, que vimos todos que milagrosamente habían podido atravesar por allí los carros.

Quisieron algunos ir a buscar al que nos había avisado, y mientras ellos estaban allá, díjonos la Madre con mucha devoción y lágrimas: “No sé para qué los dejamos ir, que era mi padre San José y no lo han de encontrar”. Y así fue que volvieron diciendo que no habían podido encontrar rastro de él, aunque habían llegado a la hondura de donde sonó la voz.

2.El Relato del Monasterio de Montserrat

El padre Jerónimo Gracián, confesor de Santa Teresa de Jesús, cuenta el caso de un religioso del monasterio de Nuestra Señora de Montserrat, que era muy devoto de San José. Un día, salió a dar un paseo solitario por aquellas montañas y se alejó más de lo normal, extraviándose y perdiendo el camino.

Sin saber por dónde ir, se recomendó a San José. Al poco rato, se encontró con un desconocido que conducía a una señora montada sobre una burrita y llevando en sus brazos a un pequeño niño. Después de los saludos anteriores, les preguntaron por dónde debía tomar el camino para llegar al monasterio, a lo que respondió el desconocido:

“Si quiere usted seguirnos, yo se lo enseñaré, porque difícilmente usted lo encontraría, sobre todo, viniéndose encima la noche. No tema, pues conozco bien estos senderos”.

Caminaron largo tiempo, hablando de las cosas de Dios, de modo que el corazón del religioso se sentía inflamado de amor por los bienes eternos. Por fin, llegaron a un lugar que conoció el monje. Entonces, los desconocidos se despidieron y el religioso, al darse la vuelta, no los vio más, pues habían desaparecido. Reflexionando sobre este suceso, cayó en la cuenta de que no podían ser otros que San José con la Virgen y el Niño, que habían venido a sacarlo del apuro y conducirlo seguro al monasterio.

3.La Experiencia de San Juan de la Cruz

San Juan de la Cruz tenía mucha devoción a San José. El sello que usaba en los documentos representaba el Monte Carmelo coronado por una cruz y con la inscripción: San José. Sin embargo, esta devoción no la tuvo desde siempre. Hay un hecho en su vida que hizo de él un gran devoto de San José.

Mientras era Superior del convento de Los Mártires de Granada, San Juan de la Cruz no pudo bajar a confesar a las carmelitas descalzas y encomendó el oficio al padre Pedro de la Encarnación y al padre Evangelista. Al entrar los dos descalzos por la Plaza Nueva, se les hizo el encontradizo un hombre. Era de buen talle, tez blanca y sonrosada, y tenía el cabello cano. Aparentaba unos cincuenta años de edad. Vestía traje negro y era de aspecto venerable.

Se acercó a los descalzos, los separó y colocándose en medio de ellos, les preguntó de dónde venían.

“De las monjas descalzas“, contestó el padre Pedro.

“Muy bien hacen vuestras reverencias de atenderlas, porque en esta Religión se agrada mucho a Nuestro Señor y la estima Su Majestad en mucho, e irá en aumento. Padres, ¿por qué tienen en su Orden tanta devoción a San José?”

“Porque nuestra santa Madre Teresa de Jesús le era muy devota, pues le había ayudado mucho en sus fundaciones y le había alcanzado del Señor muchas cosas; y, por esta causa, las casas que ha fundado las ha intitulado de San José”, dijo el padre Pedro.

“Mírenme vuestras reverencias a la cara y tengan mucha devoción a este santo, que no le pedirán cosa que no la alcancen de él.”

Los descalzos no lo vieron más (había desaparecido). Cuando llegaron al convento de “Los Mártires”, contaron al Prior lo que les había pasado. Fray Juan de la Cruz no mostró extrañeza alguna y les dijo:

“Callen, que no le conocieron; sepan que era San José; habíanse de arrodillar al santo. Y no se les apareció por vosotros, sino por mí, que no le era tan devoto como debía, pero lo será de aquí en adelante.”

Estas historias nos permiten reflexionar sobre la importancia de San José en la vida de los creyentes. Aunque no todas están oficialmente reconocidas por la Iglesia, reflejando la fe y la devoción que muchos han tenido hacia este santo. San José, como protector y guía, sigue siendo una figura significativa en la espiritualidad cristiana, inspirando a muchos a buscar su intercesión en momentos de necesidad.

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