El desafío liberador de San Carlo Acutis en la cultura del yo
Vivimos en la era del “yo”, donde cada historia en Instagram grita “mírame” y el valor parece medirse en seguidores y me gusta. En medio de este ruido, un joven italiano de jeans y zapatillas pronunció una frase que rompe con toda la lógica contemporánea: Yo no, sino Dios . San Carlo Acutis no fue un ermitaño lejano sino un chico que amaba la tecnología y la cultura digital; por eso su mensaje nos habla desde el corazón mismo de nuestra vida actual.
Esta frase no es un simple lema ni una postura filosófica, sino el ADN de los 5,478 días de su vida, una coherencia radical entre lo que creía y cómo vivía. Carlo nos interpela a mirar profundamente el problema del ego y del culto al yo exacerbado por las redes sociales, que nos vacía mientras busca una validación interminable. El ego, como una jaula de oro, es un trono invisible que todo lo coloniza: las relaciones, el trabajo, incluso la espiritualidad pueden volverse proyectos del ego que confunden y pervierten el amor y el servicio.
La paradoja más hermosa es que la verdadera libertad llega en el vaciamiento. Inspirado por la kénosis de Cristo —que se vació hasta la muerte— Carlo eligió liberarse del control, del miedo al qué dirán, de la comparación constante, y así pudo amar sin condiciones, dar sin esperar nada a cambio y afrontar la enfermedad con paz y sentido. Yo no no significa negarse a uno mismo, sino descubrir el yo verdadero que Dios creó.
Pero el vacío no queda sin un centro. La pregunta no es si tendremos un dios, sino cuál será el que ocupa nuestro corazón. Para Carlo, ese dios fue Dios mismo: no un concepto abstracto, sino el centro que da armonía a toda su vida. Así todo acto, desde programar un sitio web hasta lavar platos, puede volverse sagrado cuando se vive con intención de hacer todo con Dios y para Dios . La Eucaristía fue su “autopista al cielo”, el modelo y la fuerza para vivir esta espiritualidad cotidiana, porque sin gracia divina es imposible sostener esta coherencia.
Vivir yo no, sino Dios significa entrar en comunión verdadera y dejar de ver a los demás como competencia o utilidad, sino como hermanos e imágenes de Cristo. Cambia la mirada hacia lo ordinario y transforma cada encuentro y cada tarea en oportunidad para encontrar a Dios.
Este llamado no es teoría ante los desafíos de la vida real: el sufrimiento, la injusticia, la enfermedad, el rechazo. Carlo enfrentó la leucemia con la misma convicción, transformando el dolor en oferenda que da sentido. Esta postura no hace la vida fácil, pero la llena de verdad y propósito. La santidad no es ausencia de caídas, sino levantarse con la mirada fija en Dios.
¿Te atreves a aplicar esta verdad hoy? Antes de revisar el celular, respira y repite: Hoy no vivo yo, sino Cristo en mí . En el trabajo, en las relaciones, en las redes sociales, en el sufrimiento cotidiano, elige preguntarte qué quiere Dios, no qué quiere el ego. La gracia está disponible y los sacramentos, especialmente la Eucaristía, son el alimento para vivir esta libertad.
San Carlo Acutis nos desafía a dar este salto de fe, un mameluco con la cultura del yo para construir una vida auténtica, transparente y llena de sentido. No es fácil, pero vale la pena. En un mundo lleno de falsedad y superficialidad, una vida vivida para Dios brilla con luz propia y es la verdadera revolución.
¿Estás dispuesto a decir con convicción: Yo no, sino Dios? La invitación está sobre la mesa.
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