Un camino de Fe

Evangelio del día

Reflexión al Evangelio de Hoy DOMINGO 11 de junio.

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo -dice el Señor-; el que coma de este pan vivirá para siempre».

DOMINGO 11  DE JUNIO 
CORPUS CHRISTI, SOLEMNIDAD

Señor nuestro Jesucristo, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

R/. Aleluya, aleluya, aleluya

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo -dice el Señor-; el que coma de este pan vivirá para siempre».

R/. Aleluya, aleluya, aleluya

Evangelio

Lectura del santo evangelio según SAN JUAN

Juan 6, 51-58

“Porque todos han dado de lo que les El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”.

Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”

Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por Él, así también el que me come vivirá por mí.

Éste es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”.

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN

PALABRAS DEL SANTO PADRE

¿qué significa «comer la carne y beber la sangre» de Jesús? ¿es sólo una imagen, una forma de decir, un símbolo, o indica algo real? Para responder, es necesario intuir qué sucede en el corazón de Jesús mientras parte el pan para la muchedumbre hambrienta. Sabiendo que deberá morir en la cruz por nosotros, Jesús se identifica con ese pan partido y compartido, y eso se convierte para Él en «signo» del Sacrificio que le espera. Este proceso tiene su culmen en la Última Cena, donde el pan y el vino se convierten realmente en su Cuerpo y en su Sangre. Es la Eucaristía, que Jesús nos deja con una finalidad precisa: que nosotros podamos convertirnos en una sola una cosa con Él. De hecho dice: «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él» (v. 56). Ese «habitar»: Jesús en nosotros y nosotros en Jesús. La comunión es asimilación: comiéndole a Él, nos hacemos como Él. Pero esto requiere nuestro «sí», nuestra adhesión de fe. (…) La Eucaristía es Jesús mismo que se dona por entero a nosotros. Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida, la transforma en un don a Dios y a los hermanos. Nutrirnos de ese «Pan de vida» significa entrar en sintonía con el corazón de Cristo, asimilar sus elecciones, sus pensamientos, sus comportamientos. Significa entrar en un dinamismo de amor y convertirse en personas de paz, personas de perdón, de reconciliación, de compartir solidario. Lo mismo que hizo Jesús. (Ángelus 16 de agosto de 2015)

SS Francisco
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Sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre.”

Hoy es la solemnidad del Cuerpo y Sangre del Señor, Corpus Christi, de la Eucaristía.“Sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable Sacramento se manifiesta el amor “más grande”, aquél que impulsa a “dar la vida por los propios amigos” (cf. Jn 15,13). En efecto, Jesús “los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). Con esta expresión, el evangelista presenta el gesto de infinita humildad de Jesús: antes de morir por nosotros en la cruz, ciñéndose una toalla, lava los pies a sus discípulos. Del mismo modo, en el Sacramento eucarístico Jesús sigue amándonos “hasta el extremo”, hasta el don de su cuerpo y de su sangre. ¡Qué emoción debió embargar el corazón de los Apóstoles ante los gestos y palabras del Señor durante aquella Cena! ¡Qué admiración ha de suscitar también en nuestro corazón el Misterio eucarístico!” (Papa Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, 1).

La Eucaristía es el don, la entrega que Jesús hace de sí mismo, por eso, es Sacramento de la Caridad, signo y expresión del amor extremo de Jesús por todos los hombres. En cada Eucaristía Jesús se sigue donando a sí mismo por nosotros, nos sigue amando y manifestando su amor extremo, por ser dinámico, un acto de amor eterno. La Eucaristía es un misterio que se ha de creer, celebrar y vivir. Es “misterio de fe” por excelencia, “es el compendio y la suma de nuestra fe” (SC 6); si confesamos nuestra fe en la Eucaristía, decimos que creemos en el Amor Trinitario, en la muerte y resurrección del Señor hasta que vuelva, en la Iglesia como Esposa y Cuerpo de Cristo, y en todos los demás sacramentos que, en cierto modo, se unen a la Eucaristía y a ella se ordenan. La Eucaristía más que recuerdo de un hecho pasado es la actualización del misterio de nuestra salvación. El amor provoca gozo y alegría, mueve a celebrar.

La relación entre el misterio creído y celebrado se manifiesta de modo peculiar en el valor teológico y litúrgico de la belleza” (SC 35). Es la belleza que salva al hombre y así nuestras celebraciones son hermosas. La mayor belleza es el amor que venció a la muerte. Amor de Aquél que da la vida por sus amigos, belleza que salva de verdad, amor que llega al extremo del sacrificio redentor. Esa belleza es Cristo, quien se hizo hombre para salvarnos, murió para darnos vida y ofrecernos la resurrección. La Iglesia regula cuidadosamente la celebración de la Eucaristía, pidiendo a sacerdotes y fieles que respeten las normas litúrgicas emanadas de la Santa Sede con las precisiones culturales propias de las conferencias episcopales propias de cada país. Nuestra participación debe ser “activa, plena y fructuosa” (SC 52) en cada celebración.

La Eucaristía también es un misterio que hay que vivir y transmitir. Pan de Vida Eterna, ésta “se inicia en nosotros ya en este tiempo por el cambio que el don eucarístico realiza en nosotros: El que come vivirá por mí’ (Jn 6,57). La Eucaristía es vital, nos cambia el modo de vivir al punto que la vida cristiana tiene una forma eucarística de vivirse. Si se celebra en la verdadera fe de la Iglesia nos abre a la comunión y solidaridad con los demás. Nos mueve a la misión ya que no podemos ser egoístas y guardar lo que recibimos en el Sacramento. ¿Cuáles frutos se dan de la Eucaristía? En primer lugar y el principal es la comunión vital con Jesús donde está nuestra salvación. Su amor nos salva. Necesitamos ser amados tanto como el alimento para poder tener vida, vida digna, vida plena. Nuestra salvación es recibirlo a Él que se nos entrega con amor infinito. Al comerlo, nos transforma en Él: “Nuestra participación en el cuerpo y sangre de Cristo no tiende a otra cosa que a convertirnos enaquello que comemos

(San León Magno). Papa Francisco decía que la Eucaristía como “memorial” nos cura nuestra memoria huérfana. Muchas veces queremos cambiar el pasado, pero ya no se puede. Pero al recibir en nuestra memoria la dosis de Su amor, puede curar nuestra memoria herida. “La Eucaristía nos trae el amor fiel del Padre, que cura nuestra orfandad. Nos da el amor de Jesús, que transformó una tumba de punto de llegada en punto de partida, y que de la misma manera puede cambiar nuestras vidas. Nos comunica el amor del Espíritu Santo, que consuela, porque nunca deja solo a nadie, y cura las heridas” (homilía del 14 de junio de 2020).

En segundo lugar, si recibimos la Eucaristía con fe nos lleva a reconocer en el amor del Padre la fuente de nuestra Vida y la orientación fundamental de la misma. Jesús dice que Él vive por el “Padre que lo ha enviado” y el que lo come, vivirá por Él. La Eucaristía nos hace vivir de, por y para Jesús; si es así, el Padre se complacerá en nosotros como en Jesús mismo. Raniero Cantalamessa decía que la preposición “por” indica dos movimientos, de procedencia y de destino. Quien lo come, vive de Él, en virtud de la vida que proviene de Él y para Él, para su gloria, su amor, su reino. Papa Francisco refiere que la Eucaristía nos abre al amor de Dios y a la entrega a los demás, y de este modo, cura nuestra memoria cerrada. Nos levanta de nuestro sedentarismo y nos recuerda que nos somos sólo bocas para alimentar, sino también manos para alimentar al prójimo. Hagámonos luego cargo de los que tienen hambre de comida, de dignidad, de quienes nos tienen trabajo y luchan por una vida mejor. Que haya auténticas cadenas de solidaridad.

En tercer lugar, como consecuencia de las anteriores, la Eucaristía nos alimenta para la vida eterna, porque al ser ‘asimilados’ por la Eucaristía se nos comunica la vida de Cristo resucitado, que es vida eterna. Es vivir un amor absoluto, total, que nos hace superar el tiempo y el espacio, pues no sólo es para siempre, sino que es eterno, es infinito.

En cuarto lugar (cf. 1Cor 10,16-17), la Eucaristía ‘produce’ la comunión entre los creyentes, entre quienes comulgan. “La Eucaristía es el acontecimiento visible de comunión que -en lugar y más allá de todos los lugares- es un entrar en comunión con el Dios vivo, que acera desde dentro a los hombres unos a otros. La Iglesia nace de la Eucaristía. De ella recibe su unidad y misión” (J. Ratzinger). En la Eucaristía Jesús se nos da Él mismo, y si lo recibimos con fe nos comunica su misma vida, puro amor y la orientación final al Padre es vida eterna.

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Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Jesús nos habla con ternura cuando se ofrece a los suyos en la santa comunión. ¿Qué más podría darme, mi Jesús, además que su carne en alimento? No, Dios no podría hacer más, ni mostrarme un amor más grande» (Santa Teresa de Calcuta)
  • «Jesús, Pan de vida eterna, bajó del cielo y se hizo carne gracias a la fe de María Santísima. Pidamos a la Virgen que nos ayude a redescubrir la belleza de la Eucaristía, y a hacer de ella el centro de nuestra vida» (Francisco)
  • «La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En efecto, el Señor dice: ‘Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él’ (Jn 6,56). La vida en Cristo encuentra su fundamento en el banquete eucarístico» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.391)

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¡Viva María!

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