“¿Qué llegará a ser este niño?.”
SÁBADO 24 DE JUNIO
UNDÉCIMA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Oh Dios, que suscitaste a san Juan Bautista para preparar a Cristo un pueblo bien dispuesto, concédenos la gracia de la alegría espiritual y guíanos a todos por el camino de la salvación y de la paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
R/. Aleluya, aleluya, aleluya
«A ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos» (Lucas 1, 76)
R/. Aleluya, aleluya, aleluya

Evangelio
Lectura del santo evangelio según SAN MATEO
Lucas 1, 57-66. 80
“El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.”
Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”.
Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.
Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.
El niño se iba desarrollando físicamente y su espíritu se iba fortaleciendo, y vivió en el desierto hasta el día en que se dio a conocer al pueblo de Israel.
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Todo el evento del nacimiento de Juan Bautista está rodeado por un alegre sentido de asombro, de sorpresa, de gratitud. Asombro, sorpresa, gratitud. La gente fue invadida por un santo temor a Dios «y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas» (v. 65). Hermanos y hermanas, el pueblo fiel intuye que ha sucedido algo grande, incluso si humilde y escondido y se pregunta «¿Qué será este niño?» (v. 66). El pueblo fiel de Dios es capaz de vivir la fe con alegría, con sentido de asombro, de sorpresa y de gratitud. (…) Preguntémonos cada uno de nosotros en un examen de conciencia: ¿cómo es mi fe? ¿es alegre? ¿está abierta a las sorpresas de Dios? Porque Dios es el Dios de las sorpresas: ¿he «probado» en el alma aquel sentido de estupor que hace la presencia de Dios, ese sentido de gratitud? Pensemos en estas palabras, que son estados de ánimo de la fe: alegría, sentido de asombro, sentido de sorpresa y gratitud. (Ángelus, 24 junio 2018)
SS Francisco
“La sordera y la mudez espiritual, que ordinariamente van juntas, hacen que el hombre, al estar sordo a las inspiraciones de la gracia, esté también mudo con Dios”
Nosotros sabemos que dentro de la experiencia cotidiana que venga una criatura, trae alegría a todos los familiares y amigos. Pero el caso nuestro se refiere a que los padres eran ancianos, la mujer, estéril; es decir, dentro de los límites humanos era imposible una concepción y un nacimiento, pero para Dios no hay imposibles (cf. Lc 1,37). Al autor no le interesa el dato histórico de los padres ancianos o el tema biológico de la esterilidad. Tenemos el ejemplo de Abraham y Sara, que también no tuvieron el resultado de una casualidad biológica.
En el texto notamos que actúa la realidad biológica de los padres que se aman de verdad, pero también, influye de manera decisiva el poder de Dios que guía la historia de los hombres. Por ello, hablamos de un milagro de la fecundidad en unos ancianos, que recibieron el favor de Dios. Tenemos así el nacimiento de Juan, dentro de la línea de los profetas de Israel, quien prepara inmediatamente el camino de Jesús.
Juan el Bautista ya saltó de alegría en el vientre de su mamá Isabel antes de nacer cuando sintió que estaba próximo el Salvador. Fue el único quien señaló al Cordero que quita el pecado del mundo (a Jesús). Imagínense que bautizó en el río Jordán al autor del Bautismo y así el agua viva santificara a todos los hombres. Dio testimonio de Cristo derramando su sangre por él. Un profeta intachable, quien preparara el camino para que la gente se fijara sólo en Cristo, nuestro Salvador.
En la tradición familiar de la época, el niño les pertenece, por ello, los parientes quieren llamarle Zacarías, como su papá. Pero los padres saben que incluso siendo de ellos, el niño es un regalo de Dios, quien le ha destinado a realizar su obra, de ahí que le imponen el nombre de Juan (significa “el Señor hace misericordia”), como se lo indicó el Ángel (cf. Lc 1,13). Imponer el nombre por parte de Dios (o de Jesús) significa elección y nombramiento para una función o misión determinada. Desde su nacimiento, llevando el nombre que Dios le ha señalado, Juan aparece como un elegido que debe realizar la misión que Dios le ha encomendado. Zacarías, padre de Juan el Bautista, estaba mudo y probablemente también sordo, porque el texto del evangelio habla diciendo que le preguntaron a él por señas. La sordera y la mudez espiritual, que ordinariamente van juntas, hacen que el hombre, al estar sordo a las inspiraciones de la gracia, esté también mudo con Dios, incapacitado de hablar con Él. La mudez era un signo de la verdad de las palabras del ángel que le anuncia el nacimiento de un niño (cf. Lc 1,18-20), de ahí que, ante la presencia de Dios, la realidad humana ha de callar, terminan las objeciones, se acaban las resistencias que solemos poner. Es un silencio que terminará en un canto de alabanza luego de haber obedecido las indicaciones divinas manifestando su misericordia. Antiguamente para pertenecer al pueblo judío, se tenían que circuncidar a los niños a los 8 días. Los cristianos pertenecemos al nuevo Pueblo de Dios a través del Bautismo. Los familiares y vecinos maravillas hablaban sobre lo acontecido, pues se notaba que era una bendición de Dios por todo ello. Zacarías suelta su lengua y bendice al Señor por el hijo que le ha dado. Y en todo lo que se manifiesta, se nota la mano de Dios, mostrando su bondad y misericordia.
Esa mano de Dios, símbolo de poder y protección, estaba con Juan, diciendo que lo protegía en todo momento, a fin de que Juan nada hiciera que no se acomodara al plan de Dios, y que su destino se nota que está en las manos de Dios. Es como que el niño estaba marcado o señalado por Dios antes de nacer, su destino era “ser la voz del que grita en el desierto” (Lc 3,4).Así como Juan fue destinado por Dios para cumplir con una misión de ser la voz, también cada uno de nosotros tenemos una misión específica, que requiere discernimiento para tomar las mejores decisiones en la vida. Sabiendo sobre todo que la mano de Dios está sobre nosotros y protegiéndonos ante cualquier adversidad que se presentara.
“El niño iba creciendo”, nos enseña que es necesario como él que toda persona haga un proceso, un itinerario en la vida. Necesitamos crecer para fortalecernos en el espíritu. Ciertamente vivió por lugares desiertos porque practicó mucho la penitencia, preparándose para que a través de él Dios se manifestara al pueblo. De él Jesús dijo que es el Elías que debía venir, indicando que, al venir Elías, se inauguraban los tiempos mesiánicos (el inicio de los últimos tiempos). Presencia de Juan, el Elías que tenía que venir según dijo Jesús, nos muestra que el Mesías estaba ya presente.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
- «‘Yo soy la voz que grita en el desierto’. Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz pasajera, Cristo la Palabra eterna desde el principio (San Agustín)
- «¡Cuántas personas pagan caro el precio del compromiso por la verdad! ¡Cuántos hombres rectos prefieren ir contracorriente, con tal de no renegar la voz de la conciencia, la voz de la verdad!» (Francisco)
- «San Juan Bautista es el precursor inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino. ‘Profeta del Altísimo’ (Lc 1,76), sobrepasa a todos los profetas, de los que es el último, e inaugura el Evangelio. Desde el seno de su madre saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser ‘el amigo del esposo’ (Jn 3,29) a quien señala como ‘el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’ (Jn 1,29). Precediendo a Jesús ‘con el espíritu y el poder de Elías’ (Lc 1,17), da testimonio de Él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 523)

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