“Señor, si quieres, puedes purificarme.”
VIERNES 30 DE JUNIO
DUODÉCIMA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Oh Dios, que consagraste con la sangre de los mártires las primicias extraordinarias de la Iglesia de Roma, te pedimos que nos fortalezca la firmeza de la virtud de tantos valientes en el combate y que gocemos siempre de la victoria de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
R/. Aleluya, aleluya, aleluya
«Cristo tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades» (Mateo 8, 17)
R/. Aleluya, aleluya, aleluya

Evangelio
Lectura del santo evangelio según SAN MATEO
Mateo 8, 1-4
“Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado.”
En aquel tiempo, cuando Jesús bajó de la montaña, lo iba siguiendo una gran multitud. De pronto se le acercó un leproso, se postró ante él y le dijo: “Señor, si quieres, puedes curarme”. Jesús extendió la mano y lo tocó, diciéndole: “Sí quiero, queda curado”.
Inmediatamente quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: “No le vayas a contar esto a nadie. Pero ve ahora a presentarte al sacerdote y lleva la ofrenda prescrita por Moisés para probar tu curación”.
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Abraham es, por lo tanto, el hombre de la Palabra. Cuando Dios habla, el hombre se convierte en el receptor de esa Palabra y su vida en el lugar donde pide encarnarse. Esta es una gran novedad en el camino religioso del hombre: la vida del creyente comienza a concebirse como una vocación, es decir, como llamada, como un lugar donde se cumple una promesa; y él se mueve en el mundo no tanto bajo el peso de un enigma, sino con la fuerza de esa promesa, que un día se cumplirá. Y Abraham creyó en la promesa de Dios. Creyó y salió. sin saber adónde iba —así dice la Carta a los Hebreos. Pero se fió. ¡No tengamos miedo de discutir con Dios! Voy a decir algo que parecerá una herejía. Tantas veces he escuchado gente que me dice: “Sabe, me ha pasado esto y me he enfadado con Dios”. — “¿Tú has tenido el valor de enfadarte con Dios?”— “Sí, me he enfadado”. — “Pero esa es una forma de oración”. Porque solamente un hijo es capaz de enfadarse con su papá y luego reencontrarlo. (…) ¡No tengamos miedo de discutir con Dios! Voy a decir algo que parecerá una herejía. Tantas veces he escuchado gente que me dice: “Sabe, me ha pasado esto y me he enfadado con Dios”. — “¿Tú has tenido el valor de enfadarte con Dios?”— “Sí, me he enfadado”. — “Pero esa es una forma de oración”. Porque solamente un hijo es capaz de enfadarse con su papá y luego reencontrarlo. Con Dios aprendamos a hablar como un hijo con su papá. (Audiencia General, 3 junio 2020)
SS Francisco
“Es una actitud importante: reconocer nuestra miseria, debilidad, impotencia, entonces, salta la necesidad de pedir ayuda para la limpieza, purificación y santificación”
Hoy estamos recordando las persecuciones contra los cristianos y que tuvo como consecuencia tantos mártires (personas que dieron testimonio de su fe hasta derramar su sangre por no renegar en Quien creían). Celebramos a los primeros santos mártires de la Iglesia de Roma. Los recordamos; cruentas persecuciones contra los cristianos que iniciaron con el Emperador Nerón, en el año 64 y continuó hasta el año 313, cuando el Emperador Constantito, con el Edicto de Milán, dio libertad de culto y, por tanto, levantó la prohibición de ser cristiano. Recordamos a los mártires de todos los tiempos, también a los que hoy día están dando testimonio de la fe en situaciones tan adversas, sin que sea de modo cruento. También a los mártires anónimos que dan su vida por un mundo mejor, y creo que están por todas partes.
En el primer gran discurso del sermón de la montaña, el evangelista nos presenta al Mesías de la Palabra, ahora, sin embargo, empieza el Mesías de los hechos, de las obras, el médico-taumaturgo que responde ante la necesidad de las personas. Pero, ¿con qué finalidad se presentan estos hechos? Sobre todo, se presentaron como pruebas del poder de Jesús, y fundamentalmente para mostrar su divinidad. Recordemos que los evangelistas nos presentan los milagros no como pruebas, sino como predicación anunciando el Evangelio. Siempre las obras se vinculan a su Palabra para descubrir el sentido y contenido de su actividad.
Ya el concilio Vaticano II nos había dicho que la revelación se manifiesta con hechos y palabras estrechamente unidos entre sí. Es decir, la palabra de Jesús se completa y fortalece en sus hechos y los hechos van garantizando el valor de su palabra. Palabras y hechos que mutuamente se explican e implican. Esto no sólo para Jesús, sino también es válido para cualquier cristiano en toda época.
Sabemos que la montaña en las Sagradas Escrituras nos indica el lugar o ambiente donde Dios está, entonces, nos está diciendo que estuvo en actitud de oración en comunión con el Padre. En la escena vemos que un leproso se postra ante Jesús, gesto de adoración. El leproso llama a Jesús “Señor”, postrándose ante Él, representando una confesión de fe. Jesús es el Señor fue la primera fórmula cristiana. Si el Señor está presente, por tanto, la actitud más correcta del enfermo es la postración, gesto de adoración. Los leprosos eran personas despreciadas dentro de la estructura social, consideradas en ese estado a consecuencias del castigo que Dios les daba por ser pecadores; incluso encontraremos cuando en la Biblia se denomina a la lepra como “azote de Dios”. Nadie se les podía acercar y a ellos se les prohibía aproximarse a las personas, tampoco podían convivir en las ciudades. Llama la atención que el leproso, el enfermo, es quien busca encontrarse y la sanación, por ello, va hacia Jesús y le dice que si quiere le puede purificar. Es genial esta parte porque incluso a pesar de la prohibición de acercarse, él rompe con ese obstáculo porque sabe que Jesús tenía la autoridad para sanarlo y se acerca pidiendo auxilio. Le dice al Señor: “si quieres”, a lo que Jesús responde: “quiero”. Es lo mismo como cuando decía: “pero yo les digo…”, es un yo enfático, mostrando una mayor autoridad ante la tradición, costumbres y normas.
Jesús también rompe con la prohibición, se acerca, lo toca y lo cura. Según la ley, socialmente Jesús así al tocarlo quedaba contaminado, pero surge preguntarnos, ¿cómo se contagiaría si Él tiene el poder de curarla? El leproso se reconoce pecador y necesitado de sanación, por ello se acerca y pide se le ayude. Es una actitud importante: reconocer nuestra miseria, debilidad, impotencia, entonces, salta la necesidad de pedir ayuda para la limpieza, purificación y santificación. Es la actitud del humilde, de quien confía en Dios porque cree en Él. Por la forma en que se acercó y pidió se nota que el leproso reconoció en Jesús al Hijo de Dios, al Mesías prometido, vio en Él a Alguien adornado de sobrenaturales poderes.
Nosotros ya sabemos quién es Jesús, pues el Padre nos lo dio a conocer. Sabemos muy bien que Él es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y de gran corazón. Así como se compadeció del leproso, se compadece hasta hoy día de cualquier persona que se acerca a Él con humildad y le pide su amor. También le da la tarea para que se presentara a un sacerdote. Porque el sacerdote es quien debía dar la certificación de que estaba purificado. Una persona con lepra, y cualquier pecador público, no podía entrar al templo a presentar su ofrenda, sin embargo, Jesús ya le dice para que presente su ofrenda como lo manda la Ley de Moisés, indicando la continuidad con la costumbre judía. Es alguien que cumple la Ley. Frente a sus acusadores, escribas y sacerdotes, que le negaban la fe porque ‘no cumplía la ley’, esta escena era un testimonio claro de lo calumnioso de su acusación.
De ese modo todos reconocerán que es alguien prudente, que escucha la Palabra y la lleva a la práctica, y sobre todo le tiene a Dios en primer lugar. Como la lepra era una enfermedad y causa de marginación religiosa y social, que se cure significaba la liberación total de su persona. Y, sobre todo, se manifiesta el poder liberador del Mesías, mostrando que Jesús tiene la última palabra. Él habla y acontece, dice y sucede en la realidad. Sigue siendo esa palabra recreadora, regeneradora de vida.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
- «En la persona de este leproso quiere exhortarnos el Señor a que seamos humildes y que huyamos de la vanagloria; nos exhorta a ser agradecidos» (San Juan Crisóstomo)
- «Jesús toma de nosotros la humanidad enferma, y nosotros de Él su humanidad sana y que cura. Esto sucede cada vez que recibimos con fe un sacramento, especialmente el sacramento de la Reconciliación, que nos cura de la lepra y del pecado» (Francisco)
- «El nombre de “Señor” significa la soberanía divina. Confesar o invocar a Jesús como Señor es creer en su divinidad ‘Nadie puede decir: ‘¡Jesús es Señor!’, sino por influjo del Espíritu Santo’» (1Cor 12,3)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 455)

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