“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.”
JUEVES 17 DE AGOSTO
DECIMONOVENA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Oh Dios, que has distinguido a santa Beatriz da Silva por su altísima contemplación y su amor a la Concepción Inmaculada de María; concédenos, por su intercesión, vivir en inocencia, buscar las cosas de arriba y gozar de la dicha del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Audios originales del sitio panversia.com
PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DE JOSUÉ
Josué 3, 7-10a.11.13.17
En aquellos días, 7 el Señor le dijo a Josué: «A partir de hoy te haré cada vez más importante a los ojos de los israelitas. Así ellos verán que yo estoy contigo como estuve con Moisés. 8 Tú, por tu parte, ordena a los sacerdotes que llevan el arca de la alianza que, cuando lleguen a la orilla del Jordán, se paren dentro del río.»
9 Entonces Josué les dijo a los israelitas: «Vengan y escuchen lo que dice el Señor su Dios. 10 Ésta será la prueba de que el Dios viviente está en medio de ustedes
11 Miren, el arca de la alianza del Señor de toda la tierra va a cruzar el Jordán delante de ustedes.
13 Cuando los sacerdotes que llevan el arca del Señor de toda la tierra metan los pies en el agua, el río se dividirá en dos partes, y el agua que viene de arriba dejará de correr y se detendrá como formando un embalse.»
14-16 Los israelitas salieron de sus tiendas de campaña para cruzar el río, y delante de ellos iban los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza. Pero en cuanto los sacerdotes entraron en el río y sus pies se mojaron con el agua de la orilla (durante el tiempo de la cosecha el Jordán se desborda) el agua que venía de arriba dejó de correr y se detuvo como formando un embalse, bastante lejos, en Adam, la ciudad que está junto a la fortaleza de Saretán. Y el agua que bajaba hacia el Mar Muerto siguió corriendo hasta que se terminó. Así se dividió el agua del río, y los israelitas lo cruzaron frente a la ciudad de Jericó. 17 Todo el pueblo cruzó en seco el Jordán, mientras los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza del Señor permanecían en medio del Jordán, firmes y en terreno seco.
P/. Palabra de Dios
R/. Te alabamos Señor
SALMO RESPONSORIAL
LIBRO DE LOS SALMOS
Salmo 114(113A), 1-2.3-4.5-6
R/. Aleluya
Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio. R/.El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos. R/.¿Qué te pasa, mar, que huyes,
a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos? R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según SAN MATEO
Mateo 18, 21-19,1
“Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”
En aquel tiempo 21 Pedro fue y preguntó a Jesús:
—Señor, ¿cuántas veces deberé perdonar a mi hermano, si me hace algo malo? ¿Hasta siete?
22 Jesús le contestó:
—No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
23 »Por esto, sucede con el reino de los cielos como con un rey que quiso hacer cuentas con sus funcionarios. 24 Estaba comenzando a hacerlas cuando le presentaron a uno que le debía muchos millones. 25 Como aquel funcionario no tenía con qué pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía, para que quedara pagada la deuda. 26 El funcionario se arrodilló delante del rey, y le rogó: “Tenga usted paciencia conmigo y se lo pagaré todo.” 27 Y el rey tuvo compasión de él; así que le perdonó la deuda y lo puso en libertad.
28 »Pero al salir, aquel funcionario se encontró con un compañero suyo que le debía una pequeña cantidad. Lo agarró del cuello y comenzó a estrangularlo, diciéndole: “¡Págame lo que me debes!” 29 El compañero, arrodillándose delante de él, le rogó: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.” 30 Pero el otro no quiso, sino que lo hizo meter en la cárcel hasta que le pagara la deuda. 31 Esto dolió mucho a los otros funcionarios, que fueron a contarle al rey todo lo sucedido. 32 Entonces el rey lo mandó llamar, y le dijo: “¡Malvado! Yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo rogaste. 33 Pues tú también debiste tener compasión de tu compañero, del mismo modo que yo tuve compasión de ti.” 34 Y tanto se enojó el rey, que ordenó castigarlo hasta que pagara todo lo que debía.
35 Jesús añadió:
—Así hará también con ustedes mi Padre celestial, si cada uno de ustedes no perdona de corazón a su hermano.
19 1Después de decir estas cosas, Jesús se fue de Galilea y llegó a la región de Judea que está al oriente del Jordán
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
PALABRAS DEL SANTO PADRE
El pasaje del Evangelio de este domingo (cf Mateo 18, 21-35) nos ofrece una enseñanza sobre el perdón, que no niega el mal sufrido sino que reconoce que el ser humano, creado a imagen de Dios, siempre es más grande que el mal que comete. San Pedro pregunta a Jesús «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?, ¿Hasta siete veces?» (v. 21). A Pedro le parece ya el máximo perdonar siete veces a una misma persona; y tal vez a nosotros nos parece ya mucho hacerlo dos veces. Pero Jesús responde: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (v. 22), es decir, siempre: tú debes perdonar siempre. Y lo confirma contando la parábola del rey misericordioso y del siervo despiadado, en la que muestra la incoherencia de aquel que primero ha sido perdonado y después se niega a perdonar.
l rey de la parábola es un hombre generoso que, preso de la compasión, perdona una deuda enorme —«diez mil talentos»: enorme— a un siervo que lo suplica. Pero aquel mismo siervo, en cuanto encuentra a otro siervo como él que le debe cien dinares —es decir, mucho menos—, se comporta de un modo despiadado, mandándolo a la cárcel. El comportamiento incoherente de este siervo es también el nuestro cuando negamos el perdón a nuestros hermanos. Mientras el rey de la parábola es la imagen de Dios que nos ama de un amor tan lleno de misericordia para acogernos y amarnos y perdonarnos continuamente.
Desde nuestro bautismo Dios nos ha perdonado, perdonándonos una deuda insoluta: el pecado original. Pero, aquella es la primera vez. Después, con una misericordia sin límites, Él nos perdona todos los pecados en cuanto mostramos incluso solo una pequeña señal de arrepentimiento. Dios es así: misericordioso. Cuando estamos tentados de cerrar nuestro corazón a quien nos ha ofendido y nos pide perdón, recordemos las palabras del Padre celestial al siervo despiadado: «siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No deberías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?» (vv. 32-33). Cualquiera que haya experimentado la alegría, la paz y la libertad interior que viene al ser perdonado puede abrirse a la posibilidad de perdonar a su vez.
En la oración del Padre Nuestro Jesús ha querido alojar la misma enseñanza de esta parábola. Ha puesto en relación directa el perdón que pedimos a Dios con el perdón que debemos conceder a nuestros hermanos: «y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores» (Mateo 6, 12). El perdón de Dios es la seña de su desbordante amor por cada uno de nosotros; es el amor que nos deja libres de alejarnos, como el hijo pródigo, pero que espera cada día nuestro retorno; es el amor audaz del pastor por la oveja perdida; es la ternura que acoge a cada pecador que llama a su puerta. El Padre celestial —nuestro Padre— está lleno, está lleno de amor que quiere ofrecernos, pero no puede hacerlo si cerramos nuestro corazón al amor por los otros.
La Virgen María nos ayuda a ser cada vez más conscientes de la gratuidad y de la grandeza del perdón recibido de Dios, para convertirnos en misericordiosos como Él, Padre bueno, pausado en la ira y grande en el amor.
“Por tanto, ya sabemos cuál será la medida que Dios usará con nosotros en el juicio final: la misma medida que usamos con nuestros hermanos”
Seguimos con las enseñanzas para la comunidad, donde hoy Jesús concluye con la parábola sobre el perdón. La parábola de hoy tiene tres fases: primera, un rey ajusta cuentas con sus servidores, entre ellos uno le debe una suma extremadamente grande de dinero (diez mil talentos) y no tiene con qué pagarle; segunda, como el servidor es insolvente y suplica al rey, éste lleno de compasión, le perdona toda la deuda; tercera, pero quien es recientemente perdonado actúa con incoherencia y maldad no perdonando al compañero que le debe muy poco dinero (cien denarios). La parábola se cierra en donde los compañeros servidores denuncian ante el rey el comportamiento inadecuado de su compañero y el rey muy enojado castiga con dureza a quien ya había perdonado. Sabemos que la misericordia de Dios es infinita, pero quien es misericordiado, se queda comprometido para actuar de la misma manera, ser “misericordioso como el Padre”.
Lo que encontraremos en esta sección es sobre temas de reconciliación y perdón, que se puede encontrar en Mt 5,23ss, y en el Padrenuestro. Los números a los que se refiere (7 veces y 70 veces 7) enseña el perdón ilimitado del cristiano, pues “si Caín fue vengado siete veces, Lamec lo será setenta veces siete” (Gén 4,24); es decir, al principio pagano de la venganza sin límites se le responde con el principio cristiano del perdón ilimitado. En esa época en Oriente la venganza era una ley sagrada, mientras que el perdón era muy humillante. Y es la nueva enseñanza que trae Jesús para sus discípulos y para quienes quieran serlo, entonces se debe preparar a perdonar porque ya se ha recibido el perdón de parte de Dios.
Los diez mil talentos que debía este servidor (imaginemos unos 10 millones de dólares aproximadamente), era hasta inimaginable para su auditorio, lo que le lleva a concluir que era imposible pagar esa deuda. El rey, a quien le debe tanto, da orden de venta de todo cuanto su deudor tiene: a él, a su mujer, familiares y cosas para pagar la deuda; pero el dinero que se obtendría por la venta de todos ellos, será ridículo en comparación a todo lo que debía, lo cual nos muestra que sólo actúa de esa forma porque está indignado ante su siervo. Pero el siervo apela suplicando y prometiendo que irá pagando la deuda, lo que lleva al rey a actuar con compasión condonando toda la deuda. Se mostró tan bueno que actuó con tanta misericordia con su siervo. Pero el siervo perdonado se convierte en despiadado al no perdonar a su compañero que le debía una suma miserable en comparación a todo lo que él fue perdonado. Su compañero le suplica y le promete, así como él llegó a hacer ante el rey; sin embargo, en este caso todo resulta inútil y lo mete a la cárcel hasta que pague todo lo que debía. Genera la reacción de sus compañeros contando todo al rey, lo que hace retirarle el perdón y actúa con él con justicia y sin piedad. Terminará como esclavo siendo torturado por no haber sido misericordioso como el rey. Así el Padre actuará con nosotros si no somos capaces de perdonar de corazón a nuestros hermanos que se han equivocado con nosotros. La medida que usamos con nuestros hermanos es la medida que Dios usará con nosotros. Por tanto, ya sabemos cuál será la medida que Dios usará con nosotros en el juicio final: la misma medida que usamos con nuestros hermanos, por eso es fundamental tener una actitud misericordiosa siempre y con todos, incluso con quienes nos hacen daño, así como el Padre la tiene con nosotros.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
- «Si buscas un ejemplo de paciencia, encontrarás el mejor de ellos en la Cruz. Grande fue la paciencia de Cristo en la cruz» (Santo Tomás de Aquino)
- «El Señor se toma su tiempo. Pero incluso Él, en esta relación con nosotros, tiene mucha paciencia. ¡Y nos espera hasta el final de la vida! Pensemos en el buen ladrón, que justo al final, reconoció a Dios» (Francisco)
- «Los laicos (…) están maravillosamente llamados y preparados para producir siempre los frutos más abundantes del Espíritu. En efecto, todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo, que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 901)
HOY:

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