Un camino de Fe

Oficio Divino

Liturgia de las Horas y Reflexión al Evangelio Viernes 15 sep.   

Oh Dios, que quisiste que con tu Hijo, exaltado en la cruz, estuviera la Madre compartiendo su dolor, concede a tu Iglesia, que, asociada con ella a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

https://www.catolia.com/para-hoy/liturgia-de-las-horas
VIERNES 15 DE DE SEPTIEMBRE 

VIGESIMOTERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Reflexión al Evangelio de Hoy

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

Jn 19, 25-27 

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre, y junto a ella al discípulo a quien Él quería mucho, dijo a su madre:
– Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Luego le dijo al discípulo:
– Ahí tienes a tu madre.
Desde entonces ese discípulo la recibió en su casa.

P/. Palabra del Señor
R/. Gloria a ti, Señor Jesús

El sufrimiento del Hijo agonizante, que cargaba sobre sí los pecados y los padecimientos de la humanidad, la atravesó también a Ella. Jesús desgarrado en la carne, hombre de dolores desfigurado por el mal (cf. Is 53,3); María desgarrada en el alma, Madre compasiva que recoge nuestras lágrimas y al mismo tiempo nos consuela, señalándonos la victoria definitiva en Cristo.

Y María Dolorosa al pie de la cruz simplemente permanece. Está al pie de la cruz. No escapa, no intenta salvarse a sí misma, no usa artificios humanos y anestésicos espirituales para huir del dolor. Esta es la prueba de la compasión: permanecer al pie de la cruz. Permanecer con el rostro surcado por las lágrimas, pero con la fe de quien sabe que en su Hijo Dios transforma el dolor y vence la muerte.

Y también nosotros, mirando a la Virgen Madre Dolorosa, nos abrimos a una fe que se hace compasión, que se hace comunión de vida con el que está herido, el que sufre y el que está obligado a cargar cruces pesadas sobre sus hombros. Una fe que no se queda en lo abstracto, sino que penetra en la carne y nos hace solidarios con quien pasa necesidad. Esta fe, con el estilo de Dios, humildemente y sin clamores, alivia el dolor del mundo y riega los surcos de la historia con la salvación. (Homilia, Šaštín, Eslovaquia, 15 septiembre 2021)

MEDITACIÓN

En el relato de hoy se encuentran cuatro soldados (cf. Jn 19,23) y cuatro mujeres (cf. Jn 19,25); probablemente estas mujeres son mencionadas porque son creyentes contrastando la presencia de los soldados, quienes no creen, y también el discípulo amado. Después de las bodas en Caná de Galilea, aparece en la escena de vuelta María ante la cruz, es decir, al principio y al final de su ministerio público. En las bodas, Jesús expresa que todavía no ha llegado su hora de manifestarse como Mesías, pero Ella dice a los servidores “hagan todo lo que Él les diga” (Jn 2,5), indicándoles que siempre deben escuchar a su Hijo. Ciertamente la hora de Jesús se va concretando en el otro encuentro que tiene con su madre, junto a la Cruz, que al mismo tiempo es la hora de su Madre, y nos lleva a pensar en la tristeza de una madre, porque ella sabe la decisión de su Hijo: hacer la voluntad de su Padre para la vida del mundo, aunque implique una condena siendo inocente.

Llama la atención que en las dos ocasiones Jesús se dirige a su Madre llamándola “mujer” y no le dice madre, como le tendría que llamar. Nos surge preguntar ¿por qué? Podría ser porque quiere presentarla como la mujer muy unida al Salvador para concretar la obra de la redención. Podría ser la mujer que aparece en el Génesis 3,15: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya: ella te herirá en la cabeza, pero tú sólo herirás su talón”; y en el Apocalipsis 12,1-5: “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza… Entonces apareció en el cielo otra señal: un enorme dragón de color rojo con siete cabezas y diez cuernos y una diadema en cada una de sus siete cabezas… Y el dragón se puso al acecho delante de la mujer que iba a dar a luz, con ánimo de devorar al hijo en cuanto naciera. La mujer dio a luz un hijo varón, destinado a gobernar todas las naciones con cetro de hierro, el cual fue puesto a salvo junto al trono de Dios”. A Juan le dice: “Ahí tienes a tu madre”; desde una preocupación humana por su madre, habrían bastado esas palabras y no dirigirse también a ella: “ahí tienes a tu hijo”. Cuando llegue la hora de Jesús, y llega justo en este momento en la cruz, saltará la relación peculiar entre Él y ella, mucho más fuerte que la relación simplemente físico generacional (de sangre). El afecto y relación maternal se centrará en aquellos por quienes su Hijo estará entregando su vida (que son sus seguidores): es la maternidad espiritual de María. Así, María pasa a ser Madre de todos los discípulos de Jesús de todos los tiempos. Esta dimensión de aquella “mujer” se ilumina desde el discípulo amado. En la teología de san Pablo encontraremos desarrollada esta propuesta, donde se les llama hermanos de Cristo a los creyentes, pues se participa de su filiación. Nos unimos a la vida de Cristo y participando de su vida llegamos a ser hijos del Padre, por tanto, en ese sentido somos hermanos de Jesús y al ser sus hermanos, le tenemos a Su Madre, también como la nuestra.

Junto a la cruz hay un pequeño grupo de hombres y mujeres que acompaña al Maestro y Amigo, pues no se puede abandonar a quien forma parte de sus vidas. Nos podría decir: ¿también ustedes quieren abandonarme? Lo único que nos surge contestarle: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras que dan vida eterna”. Allí Jesús creará un nuevo vínculo entre ellos, extendiendo la maternidad de María a todo aquel que se hace discípulo. Todos los que invocamos a María como Madre nos reconocemos como parte de esta familia nacida en la Pascua. Somos de la familia de Dios y Ella siendo Madre de Dios y Madre nuestra nos acompaña noche y día, nos mima y procura por nuestra salvación. Entendemos que María sufre con su Hijo el dolor por su muerte, recibiendo en su regazo Su cuerpo y en Él a todos sus hijos de todos los tiempos, unidos a la muerte del Señor. Eso es dar todo hasta que duela (cf. Santa Teresa de Calcuta).

Al pie de la Cruz se cumple la profecía de Simeón de que su corazón de madre sería traspasado (cf. Lc 2,35) por el suplicio infligido al Inocente, nacido de su carne. Igual que Jesús lloró (cf. Jn 11,35), también María lloró ante el cuerpo lacerado de su Hijo. Pero, su discreción nos impide medir el abismo de su dolor; la hondura de esta aflicción queda solamente sugerida por el símbolo tradicional de las siete espadas. Se puede decir, como de su Hijo Jesús, que este sufrimiento la ha guiado también a Ella a la perfección (cf. Hb 2,10), para hacerla capaz de asumir la nueva misión espiritual que su Hijo le encomienda poco antes de expirar (cf. Jn 19,30): convertirse en la Madre de Cristo en sus miembros. En esta hora, a través de la figura del discípulo a quien amaba, Jesús presenta a cada uno de sus discípulos a su Madre, diciéndole: “Ahí tienes a tu hijo” (Jn 19,26-27). Qué regalo más hermoso participar en nuestro “aquí y ahora” de “esa hora” que trasciende todas nuestras dimensiones y nos mete a saborear profundamente del misterio salvífico.

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ORIENTACIÓN PARA SOLICITAR LA PEREGRINACIÓN DE LAS RELIQUIA EN 1ER GRADO DEL BEATO CARLO ACUTIS

COMUNICADO DE LA POSTULAZIONE

10/01/2022   
Se han registrado varias denuncias de reliquias del beato Carlos Acutis que no cumplen con los requisitos canónicos ni con la Instrucción de la Congregación para las Causas de los Santos sobre “Las reliquias en la Iglesia: autenticidad y conservación”, del 16 de diciembre de 2017.
En particular, reiteramos que para que las reliquias sean auténticas deben llevar un sello de cera y un documento de autentificación con la firma del Postulador. Hay que asegurarse de que no han sido manipuladas o falsificadas.
Nadie más está autorizado a autentificar las reliquias de Carlos Acutis, haciendo una excepción del Obispo de Asís.
Además, le recordamos que las reliquias se conceden gratuitamente, sin ninguna cantidad de dinero a cambio.
Por ello, invitamos a los pastores de la Iglesia a estar atentos al fenómeno de las falsas reliquias, y pedimos la colaboración de sacerdotes, religiosos y laicos para denunciar los casos de fraude o abuso a la Postulación.
Agradecemos a todos los que nos ayuden a frenar un fenómeno tan desafortunado.

 

Dr.Nicola Gori
Postulatore della Causa.

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