Un camino de Fe

depresión, Espiritualidad, Sociedad, Soledad, tristeza

“Volver a la calma” Los santos que tuvieron depresión, pero nunca se rindieron ante ella

La ansiedad, la depresión y el estrés son problemas comunes que afectan a muchas personas en el mundo de hoy. Afortunadamente, hay muchas maneras de superar estos problemas, incluyendo la ayuda de la fe cristiana. La fe cristiana ofrece una variedad de recursos para ayudar a las personas a superar la ansiedad y el estrés. Estos recursos incluyen la oración, la meditación, la lectura de la Biblia y la asistencia a la iglesia. Estas herramientas pueden ayudar a las personas a encontrar la paz y la tranquilidad, lo que les permite superar la ansiedad y el estrés.

La fe cristiana proporciona apoyo emocional y espiritual a aquellos que sufren de ansiedad, depresión y estrés. La oración es una forma de comunicarse con Dios y encontrar consuelo en momentos de angustia. La meditación en las enseñanzas de la Biblia puede brindar claridad mental y fortaleza espiritual para enfrentar los desafíos. La lectura de la Biblia también puede proporcionar orientación y esperanza en tiempos difíciles. Asistir a la iglesia brinda comunidad y apoyo mutuo, lo que puede ayudar a reducir la sensación de aislamiento y soledad que a menudo acompaña a la ansiedad, la depresión y el estrés.

¿Cómo lidiamos con la ansiedad?

Quizás antes de que podamos responder la pregunta, necesitamos entender el panorama general.

Nuestro cerebro y alma espiritual son interdependientes el uno del otro en formas que no podemos ver completamente.

Esto significa que existen estrategias físicas y espirituales que se ocupan de la condición de nuestro cerebro y alma.

Dios puede sanar ambos tipos de ansiedad. Depende de nosotros discernir y buscar consejo sabio para el mejor camino a seguir para superar la ansiedad con Dios.

El autocuidado es el cuidado de Dios

La ansiedad surge cuando menos lo esperamos. Ocurre cuando ponemos demasiado en nuestros platos. Cuando nos apresuramos, ajetreados, ocupados, haciendo demasiado, si, demasiado. Nuestro cuerpo no conoce otra forma más que decir no. Y nuestros cuerpos se apagan de maneras que no esperamos.

Dios no nos diseñó para apresurarnos. Nos diseñó para estar tranquilos y saber ‘Estar tranquilos’ significa descansar en la presencia de Dios. El Salmo 62 (Dios, el único refugio) no fue escrito en el contexto de tomar un día de spa. Fue escrito en el contexto de la guerra.

El significado del Salmo significa detener, dejar de luchar y dejar de pelear. Significa reconocer quién es nuestro Dios y estar asombrado de él. Diariamente debemos aprender a estar quietos ante nuestro Señor.

Evita que el mundo gire fuera de su eje dentro de nuestras mentes. Eso significa no ocuparse, no apresurarse. Debemos priorizar nuestro tiempo con Él y escuchar lo que nuestros cuerpos necesitan.

Descansa, haz ejercicio, una buena rutina para acostarte, duerme ocho horas y consume alimentos curativos. Así es cómo luchamos contra la batalla de la ansiedad.

El poder de la fe para enfrentar la ansiedad y el estrés.

La fe es una herramienta poderosa para enfrentar la ansiedad y el estrés. La fe es una creencia profunda en una fuerza superior, una fuerza que nos ayuda a mantener la esperanza y la motivación para seguir adelante. La fe nos ayuda a creer que todo saldrá bien, a pesar de las dificultades que enfrentamos.

La fe nos da el poder de creer en nosotros mismos y en nuestras habilidades para superar los desafíos. Esto nos ayuda a enfrentar la ansiedad y el estrés de una manera más positiva. La fe nos da la fuerza para creer que podemos hacer frente a los problemas y superarlos.

La fe también nos ayuda a encontrar el significado y la esperanza en los momentos difíciles. Esto nos da la motivación para seguir adelante y superar los desafíos. La fe nos ayuda a ver el lado positivo de las cosas, incluso cuando las cosas parecen imposibles.

La fe nos ayuda a recordar que hay algo más grande que nosotros mismos. Esto nos da la esperanza de que hay algo mejor en el futuro. Esto nos ayuda a enfrentar la ansiedad y el estrés de una manera más constructiva. La fe nos ayuda a encontrar el significado y la esperanza en los momentos difíciles.

Y los santos?

Te sorprenderás con varios de los nombres de esta lista de santos de la Iglesia Católica que pasaron por una depresión en algún momento de sus vidas. Es sorprendente ver cómo figuras tan veneradas también enfrentaron desafíos emocionales.

La “noche oscura del alma” es un concepto que incluso los santos de la estatura moral de Madre Teresa de Calcuta han experimentado. A pesar de ser admirada por creyentes y no creyentes, estos santos han dado testimonio de haber sufrido algo que suena sorprendente y tal vez chocante para quienes piensan que los santos vivieron en una burbuja de perfección aparte de la cotidianidad que afecta a los seres humanos “comunes”. Este concepto se refiere a un estado de profunda oscuridad espiritual, una sensación de sentirse alejado de Dios y experimentar un sufrimiento interior intenso. Incluso los santos, a pesar de su estatura moral, han pasado por esta experiencia, lo que demuestra que también enfrentaron desafíos y luchas internas en su camino hacia la santidad.

El famoso abordaje del tema y del término “noche oscura del alma” es atribuido al místico español san Juan de la Cruz, quien es reconocido como Doctor de la Iglesia. En su célebre poema del siglo XVI titulado “La noche oscura del alma”, describe una profunda crisis espiritual experimentada en el viaje hacia la unión con Dios. Este poema es considerado una obra maestra de la literatura mística y ha tenido un impacto significativo en la espiritualidad cristiana.

Dios permite y a menudo somete a las personas a duras pruebas de aridez espiritual, falta total de fervor sensible, dudas sobre Su existencia, rebelión ante la injusticia, desesperación frente a la tragedia y la rutina que carece de sentido. Estas pruebas pueden ocurrir día tras día, mes tras mes, lo que resulta en una ausencia de sentido insoportable y amorfa.

Si el propio Cristo experimentó el drama del silencio del Padre en la más negra de todas las noches, al punto de que suplicara que apartara de Él ese cáliz durante su oración en el Huerto de los Olivos, a la espera de la Pasión, ¿por qué presumir que Dios fuera a ahorrarnos de experimentar la duda radical?

¿Por qué imaginar que Él nos privara de la oportunidad de escoger, libre y voluntariamente, abrazar la fe o rechazarla, confiar en Él o refutarlo, purificar el amor o mantenerlo templado, frágil, apoyado en incentivos cómodos y débiles?

La prueba no siempre es la enfermedad física y psíquica que conocemos como depresión en la actualidad. A pesar de esto, algunos santos, por los síntomas descritos por ellos mismos o por otros biógrafos, probablemente enfrentaron un cuadro que actualmente es conocido como “el mal del siglo”, es decir, la depresión.

SAN AGUSTÍN Siglo IV.

¡Sí! Una de las más icónicas y sublimes figuras representativas de la intensidad de la conversión cristiana y del poder extraordinario de la gracia santificadora; una de las personalidades más admiradas de la historia de la civilización occidental, incluso por no católicos y hasta por no cristianos: hasta él enfrentó, muy probablemente, los altos y bajos de los neurotransmisores y la inestabilidad psíquica y física que hoy la medicina denomina depresión.

Su mamá, santa Mónica, soportó con paciencia casi increíble la imprevisibilidad del hijo brillante, pero de temperamento terrible.

Agustín buscaba con intensa sinceridad la verdad y el sentido de la existencia, pero, en sus andanzas sin norte y según sus propios términos, él la buscaba en la apariencia de las cosas creadas, en los deleites y placeres de los sentidos, lejos de Dios y cada vez más lejos de sí mismo.

«Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste», declaraba en Confesiones, obra maestra de la espiritualidad no sólo cristiana, sino universal.

La terquedad de la gracia, sin embargo, fue más irreductible aún que la de él mismo y, encontrar el canal de las «indesanimables» oraciones de su madre y la admirable influencia del gran obispo san Ambrosio, llevó al rebelde y angustiado Agustín a finalmente rendirse a Dios y acoger el bautismo. Más aún: se consagró a Dios y llegó también a ser obispo.

Después de morir la mamá, sin embargo, y durante los más de cuarenta años que siguieron, su personalidad poderosa aún se manifestaría con frecuencia en la propensión a la rabia implacable y a la … depresión severa.

San Agustín se levantaba de esos abismos por medio de la oración, del sacrificio y el trabajo.

Ocuparse fue un gran remedio, tanto en las muchas responsabilidades de obispo como en las muchas horas de reflexión, estudio y oración que lo transformaron en gran defensor de la doctrina de la Iglesia.

SANTA FLORA DE BEAULIEU Siglo XIV.

Ella tuvo una infancia normal, pero cuando sus papás empezaron a buscarle marido, lo rehusó y anunció que iba a dedicar la vida a Dios entrando en un convento.

Sin embargo, esa decisión, tomada en un contexto turbulento, desencadenó una fase intensa y prolongada de depresión que afectaba de tal modo su comportamiento que incluso para las otras hermanas era una prueba convivir con ella.

Con la gracia de Dios, el tiempo y la ayuda de un confesor comprensivo, Flora hizo gran progreso espiritual precisamente a causa del desafío de la depresión que ella enfrentó con empeño.

SAN IGNACIO DE LOYOLA Siglo XVI.

La personalidad poderosa del gran santo fundador de los padres jesuitas también era dada a sentimientos de profunda inquietud y sufrimiento.

El sentido de certeza y convicción que él demuestra en su autobiografía (escrita en tercera persona) no vinieron con facilidad.

Después de convertirse, Ignacio tuvo que luchar contra un feroz periodo de escrupulosidad, término que, en la ascesis cristiana, se refiere a la tentación de sentirse siempre en grave pecado por cada mínima falla personal en el cumplimiento de deberes y en la vivencia de las virtudes.

Esa prueba vino seguida de una depresión tan seria que él llegó a pensar en el suicidio. Dios lo sacó del abismo de tinieblas y sufrimiento interior inspirándolo a realizar grandes cosas en la vida en nombre de Cristo y su Iglesia.

El propio Ignacio define como «desolación» la experiencia que enfrentó en sus ejercicios espirituales: un estado de gran inquietud, irritabilidad, desconsuelo, inseguridad respecto a sí mismo y a sus decisiones, dudas atemorizantes, gran dificultad de perseverar en las buenas intenciones…

De acuerdo con Ignacio, Dios no causa desolación, sino que la permite para «sacudirnos» como pecadores y llamarnos a la conversión.

A partir de su experiencia, san Ignacio da consejos para reaccionar a la desolación: no desistir ni alterar una buena resolución anterior; intensificar la conversación con Dios, que dará el alivio en el momento oportuno.

Él descubrió, en resumen, que la depresión puede ser un gran desafío espiritual y una excelente oportunidad de crecimiento.

Estos consejos siguen perfectamente válidos, pero hoy, es de importancia crucial añadir un consejo más: buscar ayuda médica adecuada.

Los avances de la medicina dejan claro que, en la mayoría de los cuadros verdaderamente depresivos, la medicación psiquiátrica es indispensable para volver a equilibrar los neurotransmisores, pues se trata de una enfermedad propiamente dicha y no sólo de una «fase de tristeza».

El tratamiento de la depresión clínica tiene dos vertientes interdependientes: el trabajo interior personal, que puede ser acompañado por un buen psicólogo u orientador cualificado, y el trabajo de la medicina, acompañado por un psiquiatra serio y bien actualizado.

JUANA FRANCISCA FRÉMYOT DE CHANTAL Siglo XVI.

Durante ocho años, ella vivió feliz su matrimonio con el barón de Chantal. Pero, cuando el marido murió, su suegro, vanidoso y obstinado, forzó a Juana y a sus tres hijos a ir a vivir con él, provocando una rutina de continuos sinsabores, duras pruebas de paciencia y… depresión.

En lugar de anclarse en el victimismo, como desgraciadamente es común desde siempre hasta hoy, santa Juana escogió mantener la alegría y responder a las crueldades del suegro con caridad y comprensión.

Incluso después de establecer una cordial y santa amistad con el gran obispo san Francisco de Sales y trabajar con él en la creación de una orden religiosa para mujeres de más edad, Juana seguía viviendo momentos de gran sufrimiento e injusto juicio – y seguía, también, respondiendo con alegría, trabajo esforzado y espíritu orientado a Dios.

A ese propósito, san Francisco de Sales tiene un consejo revelador para quien sufre esa prueba:

«Refrésquese con música espiritual, que muchas veces ha provocado al demonio a cesar sus artimañas, como en el caso de Saul, cuyo espíritu maligno se apartó de él cuando David tocó su arpa delante del rey. También es útil trabajar activamente, y con toda la variedad posible, para desviar la mente de la causa de su tristeza».

SAN NOEL CHABANEL Siglo XVII.

Sacerdote jesuita, mártir norteamericano, trabajó entre los indios hurón con san Charles Garnier. Los misioneros, en general, desarrollaron gran empatía por aquellos a quienes evangelizaban; sin embargo, no fue el caso del cura Noel: él sentía repugnancia por los indios y por sus costumbres, además de inmensa dificultad para aprender su lengua, completamente diferente a la de cualquier idioma europeo, sin hablar de los brutales desafíos que la vida en un ambiente casi salvaje comportaban.

Todo ese conjunto de pruebas generó en él un sentimiento duradero de ahogo espiritual. ¿Cómo respondió? Haciendo un voto solemne de jamás desistir ni abandonar su misión. Y ese voto lo mantuvo hasta el día de su martirio.

SANTA ISABEL ANA BAYLEY Siglo XVIII.

La primera santa nacida en suelo estadounidense sufría con la continua sensación de soledad y melancolía, tan profunda que pensó varias veces en matarse.

Ella tuvo muchos problemas en su vida, especialmente relacionados con su familia. La lectura, la música y el mar la ayudaron a ser más alegre. Cuando se convirtió, la Eucaristía y la caridad comenzaron a ser su gran fuerza diaria.

SAN JUAN MARÍA VIANNEY Siglo XIX.

Conocido como el Cura de Ars, él es uno de los sacerdotes más queridos de la historia de la Iglesia, modelo de párroco devoto y de pastor que superó las muchas y graves limitaciones intelectuales propias para guiar a las almas con maestría por el camino de la vida de gracia.

A pesar de todo el bien que hacía, él no lograba mirar su propia relevancia frente a Dios y convivía persistentemente con un fuerte complejo de inutilidad personal, síntoma de la depresión que lo acompañó durante toda la vida.

En los momentos más difíciles, él recurría al Señor y, a pesar del sufrimiento, renovaba la determinación de perseverar en su trabajo con confianza, fe y amor a Dios y al prójimo.

SANTA TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ (EDITH STEIN) Siglo XX.

La santa carmelita descalza que había nacido judía y crecido atea sufrió con la depresión durante un largo periodo. Llegó a escribir:

«Me encontré gradualmente en profunda desesperación… No podía atravesar la calle sin querer que un carro me atropellara y no saliera viva de ahí».

Desde antes de convertirse, principalmente en las muchas ocasiones en que fue despreciada y humillada por ser mujer y de origen judío, Edith sufrió intensamente la depresión.

Intelectual, filósofa, discípula y hasta asistente de Edmund Husserl, el fundador de la fenomenología, ella finalmente encontró en Dios la Verdad que tanto buscaba, a partir de la lectura de la obra de santa Teresa de Jesús.

Abrazó entonces la gracia con tanta sed que de ella sacaba las fuerzas para lidiar no sólo con sus dolorosos sufrimientos interiores, sino también con las tinieblas mortíferas del nazismo.

Edith Stein, que adoptó en el convento carmelita el nombre religioso de Teresa Benedicta de la Cruz tras convertirse y consagrarse a Dios radicalmente, fue capaz de perseverar hasta el martirio, manteniendo la lucidez, la fe, la esperanza y el amor incluso en la prisión y en la ejecución a la que fue sometida cobardemente en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau.

¿Ese final de vida terrena parece particularmente deprimente? Pues lo es realmente. Sin embargo, como todo en esta vida hay otro lado, ella enfrentó ese escenario extremo con la serenidad y la paz de espíritu de quien aprendió a lidiar con los altos y bajos de la depresión, mirando más allá de lo inmediato y abrazando una vida que no acaba porque es eterna – y que es capaz de brillar hasta en las tinieblas más densas de la muerte en un campo de concentración.

San Francisco de Sales: El santo de la amabilidad

San Francisco de Sales, conocido como el santo de la amabilidad, experimentó en su juventud una intensa lucha contra la depresión. Este joven santo, atormentado por pensamientos constantes sobre su propia condenación, sufrió la pérdida de apetito y noches de insomnio que afectaron su salud.

Su desesperación lo llevó a una súplica sincera a Dios, expresando su voluntad de soportar cualquier sufrimiento con tal de mantener su amor por Dios. Fue en ese momento, arrodillado ante la imagen de la Virgen María, que recitó la famosa oración de San Bernardo, encontrando una paz interior milagrosa.

Santa Teresita del Niño Jesús: La virgen de la sonrisa

Santa Teresita de Lisieux, también conocida como Santa Teresita del Niño Jesús, experimentó síntomas que se asemejan a la depresión durante su infancia. Ella atribuyó su liberación de esta tristeza a la “Virgen de la Sonrisa”. En un día de Pentecostés en 1883, Teresa experimentó una visión de la Santísima Virgen que irradiaba una bondad y ternura inefables. Esta visión la llenó de una alegría pura y la liberó de sus penas.

San Juan de Dios: El patrono de los trabajadores hospitalarios

San Juan de Dios, fundador de la Comunidad de Hermanos Hospitalarios, dedicó su vida a cuidar de los enfermos en un hospital para personas pobres. Su devoción a esta labor lo llevó a ayunar constantemente y a sacrificar su propia salud. San Juan de Dios es considerado el patrono de quienes trabajan en hospitales y puede ser invocado para buscar su intercesión en momentos de depresión.

Santa Flora de Beaulieu: La superación a través de la fe

Santa Flora de Beaulieu enfrentó una intensa depresión después de ingresar al convento de las monjas “hospitalarias”. Sus comportamientos, causados por su lucha espiritual interna, llevaron a sus compañeras a creer que estaba mentalmente perturbada. Sin embargo, con la ayuda de un confesor comprensivo y su fe inquebrantable, Santa Flora superó su depresión y experimentó profundas gracias místicas.

Santa Hildegarda de Bingen: Sabiduría revelada por el cielo

Santa Hildegarda de Bingen, una religiosa benedictina del siglo XII, recibió visiones divinas que le revelaron las causas y los tratamientos de diversas enfermedades. Aunque carecía de educación formal, sus visiones le proporcionaron sabiduría en el tratamiento de enfermedades, incluida la depresión.

Santa Hildegarda creía que el ser humano podía prevenir o curar enfermedades llevando un estilo de vida coherente con la naturaleza. Sus escritos sobre medicina revelan una profunda comprensión de la relación entre el cuerpo y el espíritu.

Estos santos católicos ofrecen ejemplos inspiradores de cómo la fe y la espiritualidad pueden ayudar en la lucha contra la depresión y la tristeza. Sus experiencias nos recuerdan que, incluso en los momentos más oscuros, la luz de la fe puede guiar el camino hacia la sanación y la esperanza.

Consejos de santos para recuperar la calma y olvidar la ansiedad

Superar la ansiedad es un proceso de todos. Los Santos fueron como nosotros, ellos tuvieron que afrontar la ansiedad y también vencer sus miedos.

Ninguno de nosotros escapa de esta realidad, pero con la ayuda de Dios podemos superar y vencer la ansiedad que intenta gobernarnos.

Sigue estos consejos de los santos para enfrentar la ansiedad y no dejarte gobernar por preocupaciones

He aquí los consejos de los santos para ayudarnos a revivir a Dios en su calma dentro de nosotros.

— «Los grandes obstáculos contra la santidad son la ansiedad y el desaliento». (Jesús a Santa Faustina, del Diario de Santa Faustina)

— «Nunca te apresures, haz todo con tranquilidad, con calma de espíritu. No pierdas tu paz interior, aunque tu mundo parezca derrumbarse». (San Francisco de Sales)

— «La ansiedad— «La ansiedad es el mayor mal que puede caer sobre un alma, excepto el pecado». (San Francisco de Sales)

— «Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te turbe. Que nada sea capaz de quitarte tu paz… Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada, como fuente de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios… Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios». (P. Teilhard de Chardin)

— «…La enflaquece o inquieta o conturba a la ánima quitándola su paz, tranquilidad y quietud que antes tenía, clara señal es proceder de mal espíritu, enemigo de nuestro provecho y salud eterna». (San Ignacio de Loyola)

— «Guárdense de la ansiedad y de las inquietudes, porque no hay cosa que impida tanto el caminar hacia la perfección». (Padre Pío)

— «No te preocupes por cosas que generen preocupación, ansiedad y alteración. Solo una cosa es necesaria: animar el espíritu y amar a Dios». (Padre Pío)

— «El ayer ya no está. El mañana no ha llegado. Solo tenemos el hoy. Empecemos». (Sta. Teresa de Calcuta)

— «Lo que realmente importa en la vida es que somos amados por Cristo y que lo amamos de vuelta. En comparación con el amor de Jesús, todo lo demás es secundario». (Sn. Juan Pablo II)

Santa Teresa de Ávila

«Nada te turbe, nada te espante todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta».

Esta Santa señala que cada vez que los malos espíritus fallan en aterrorizarnos o disuadirnos de hacer el bien, pierden fuerza, y el alma los domina más fácilmente. Si el Señor es poderoso y ellos son esclavos, ¿qué daño pueden hacerle a los que son siervos de tan gran Rey y Señor?»

Nada nos puede pasar sin el conocimiento y el permiso de Dios nuestro Padre, y Él es capaz de organizar todas las cosas para nuestro bien. Nosotros, por nuestra parte, sin embargo debemos evitar la especulación inútil; como nos dice San Francisco de Sales: «Es más que suficiente recibir los males que vienen sobre nosotros de vez en cuando, sin anticiparlos con la imaginación.»

Santa Teresa de Ávila

«Nada te turbe, nada te espante todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta».

Esta Santa señala que cada vez que los malos espíritus fallan en aterrorizarnos o disuadirnos de hacer el bien, pierden fuerza, y el alma los domina más fácilmente. Si el Señor es poderoso y ellos son esclavos, ¿qué daño pueden hacerle a los que son siervos de tan gran Rey y Señor?»

Nada nos puede pasar sin el conocimiento y el permiso de Dios nuestro Padre, y Él es capaz de organizar todas las cosas para nuestro bien. Nosotros, por nuestra parte, sin embargo debemos evitar la especulación inútil; como nos dice San Francisco de Sales: «Es más que suficiente recibir los males que vienen sobre nosotros de vez en cuando, sin anticiparlos con la imaginación.»

San Jerónimo

Según San Jerónimo, enfrentar nuestros miedos y hacer nuestro deber a pesar de ellos, es una forma importante de tomar nuestra cruz; por lo tanto, podemos asegurarnos a nosotros mismos que en nuestros esfuerzos por ser valientes, en realidad estamos sirviendo a Cristo.

Santo Tomás Moro

Santo Tomás entendió muy bien esto, ya que desde su celda escribió a su hija:

«Yo no voy a desconfiar de Él, Meg, aunque me sienta debilitado y al borde de ser superado por el miedo.

Recordaré cómo San Pedro en una ráfaga de viento comenzó a hundirse a causa de su falta de fe, y voy a hacer lo que él hizo: un llamado a Cristo y orarle a Él en busca de ayuda. Y luego, yo confiaré en que Él pondrá su santa mano en mí y que en los mares tempestuosos me sostendrá de ahogarme».

San Francisco de Sales

Como se dio cuenta este santo, debemos mantener nuestro enfoque en Cristo, no en nosotros mismos; una vez nos volvemos a Jesús con confianza, estamos dispuestos a seguir su consejo:

«Si usted sinceramente

«Si usted sinceramente desea ser liberado de algún mal, o alcanzar a algún bien, por encima de todas las cosas, calma y tranquiliza tu mente, y calma tu juicio y voluntad; luego, silenciosa y gradualmente persigue tu objetivo, adoptando los medios adecuados».

«La ansiedad es el mayor mal que puede venir al alma, excepto el pecado. Cuando nuestro corazón está preocupado y perturbado en sí mismo, pierde la fuerza necesaria para mantener las virtudes que había adquirido. Al mismo tiempo, pierde los medios para resistir las tentaciones del enemigo, que luego utiliza sus máximos esfuerzos para, como se suele decir, pescar en río revuelto».

San Pablo de la Cruz

Este Santo nos da un gran consejo que puede ayudarnos a combatir y derrotar la ansiedad:

«Cuando notas que tu corazón se está alejando incluso un poco de la paz interior que proviene de experimentar con fe viva la presencia divina en el alma, detente y examina cuál puede ser la causa de esta ansiedad.

Tal vez es un poco de preocupación en relación con tu casa o tus hijos, o alguna situación que no se puede cambiar en la actualidad. Entiérralo en la voluntad amorosa de Dios. Recuerda siempre que nada puede ocurrir sin el conocimiento y permiso del Señor, y como Padre amoroso, Él nunca te abandonará ni te olvidará».

 «Deja de escuchar a tus miedos. Dios es tu guía y tu Padre, Maestro y Esposo. Abandónate a ti mismo en el seno divino de su buena y santa voluntad. Sigue con tus ejercicios espirituales y sé fiel en la oración».

Escrituras bíblicas para la ansiedad y depresión

Aquí hay algunos versículos clave que ayudarán a disminuir el miedo y señalarán su corazón a Dios.

La Biblia está llena de promesas de Dios que nos ayudan a vencer la ansiedad y la depresión. Cualquiera de las siguientes escrituras puedes añadirla en tu oración para la ansiedad y depresión.

Salmos 34:4 – Busqué al Señor, y él me respondió; me libró de todos mis temores.

Filipenses 4:6-7 – No se inquieten por nada; más bien, en toda situación, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y den gracias. Y la paz de Dios, que supera todo entendimiento, custodiará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.

Isaías 26:3 – Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.

Juan 14:27 – Dejen que mi paz les de reposo; y no se la den como el mundo da. No se angustien ni tengan miedo.

Mateo 11:28-29 – Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Lleven mi yugo sobre ustedes, aprendan de mí, porque yo soy manso y humilde de corazón; y encontrarán descanso para su alma.

Salmos 118: 5-6 – Desde mi angustia clamé al Señor, y él respondió dándome libertad. El Señor está conmigo, y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal?

Hebreos 13:5 – Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: «Nunca te dejaré; jamás te abandonaré».

Filipenses 4:19 – Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús.

2 Timoteo 1:7 – Porque no nos ha dado Dios un espíritu de temor, sino de poder, amor y dominio propio.

Salmos 94:19 – Cuando en mí la angustia iba en aumento, tu consuelo llenaba mi alma de alegría.

Romanos 8:38-39 – Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni las potestades, ni lo alto, ni lo profundo, ni otra cosa alguna en toda la creación, podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús nuestro Señor.

Salmos 147:3 – Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.

Hebreos 12:12 – Por tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas.

2 Corintios 4:8-9 – Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos.

Romanos 12:12 – Alegrémonos en la esperanza, seamos pacientes en la tribulación y persistentes en la oración.

Juan 16:33 – Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicciones; pero ¡tengan valor!, yo he vencido al mundo.

Santiago 1:2-4 – Mis hermanos, consideren como motivo de gran gozo cuando encuentren diversas pruebas, sabiendo que el poder de su fe produce constancia. Y procuren tener constancia hasta la perfección, para que sean perfectos y completos, sin que les falte nada.

1 Juan 4:18 – En el amor no hay temor; más bien, el perfecto amor echa fuera el temor. Porque el temor atañe al castigo; y el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.

Proverbios 3:5 – Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia.

Juan 14:1 – No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí.

Romanos 8:28 – Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

2 Corintios 4:16-18 – Por tanto, no desmayamos; antes aunque el hombre exterior se va desgastando, el interior se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; mientras no miramos las cosas que se ven, sino las que no se ven. Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

Juan 16:24 – Hasta ahora no han pedido nada en mi Nombre; pidan, y recibirán para que su alegría sea completa.

Salmos 56:3 – Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza.

Salmos 23:4 – Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta.

1 Juan 4:4 – Hijitos, ustedes son de Dios y han vencido a los impostores, porque el que está en ustedes es mayor que el que está en el mundo.

Filipenses 4:8 – Finalmente, hermanos, consideren todas las cosas verdaderas, todas las cosas honestas, todas las cosas justas, todas las cosas puras, todas las cosas amables y de buen nombre; si hay alguna virtud, si hay algo digno de alabanza, en eso piensen.

Hebreos 13:6 – El Señor es mi ayudador; no temeré. ¿Qué me podrá hacer el hombre?.

Isaías 41:10 – No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios. Yo te fortaleceré y te ayudaré; siempre te sostendré con mi diestra victoriosa.

1 Corintios 16:13 – Manténganse alerta; permanezcan firmes en la fe; sean valientes y fuertes.

Salmos 9:10 – En ti confían los que conocen tu nombre, porque tú, Señor, jamás abandonas a los que te buscan.

Filipenses 4:13 – Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

Hebreos 11:1 – Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.

Salmos 91:1-2 – El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso. Yo le digo al Señor: «Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío».

Isaías 40:29 – Él da fuerza al cansado y aumenta el poder del débil.

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