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El Día de la Candelaria “Presentación de Jesús en el Templo”

Hoy celebramos a la Virgen de la Candelaria, quien es considerada la madre de los pueblos de América Latina. Esta festividad es muy importante en países como Perú, Bolivia y México, donde se realizan coloridas celebraciones, bailes, procesiones y rituales en honor a la Virgen. La Virgen de la Candelaria es una figura venerada por su papel como protectora de los pueblos y su influencia en la cultura y religiosidad popular de América Latina.

El Día de la Candelaria es una celebración popular católica que tiene lugar el día 2 de febrero. También es conocida como fiesta de la Luz, fiesta de las Candelas, la Presentación del Señor y la Purificación de la Virgen

En el siglo XV tuvo lugar en Tenerife (Islas Canarias, España) la aparición de la Virgen de la Candelaria, motivo por el que a partir del año 1497 la fiesta comenzó a celebrarse con carácter mariano. Más tarde, la fiesta de la Virgen María de la Candelaria se extendió a varios países de latinoamérica llevada por los emigrantes canarios.

El Día de la Candelaria se celebra de diversas maneras en diferentes países alrededor del mundo, con diferentes tradiciones, comidas y rituales, que hacen de esta fecha una experiencia única en cada rincón del globo.

En España, por ejemplo, en la isla de Tenerife, la ciudad de Candelaria alberga una celebración única. Los lugareños acuden a la Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria para la bendición de las velas o candelas, creando un hermoso mosaico de luces que ilumina la ciudad. La festividad incluye danzas tradicionales y eventos culturales.

También en Filipinas se realizan procesiones religiosas y danzas con velas encendidas, y en los hogares se bendicen las velas en honor al Niño Jesús y a la Virgen María.

Algo similar ocurre en Perú, pero en este país sudamericano la celebración se ve reflejada en los coloridos mercados -donde se venden velas e imágenes religiosas-, bailes nocturnos y ofrendas gastronómicas que preparan las familias, con los tradicionales anticuchos o brochetas de carne.

En México, el Día de la Candelaria es la tercera festividad religiosa más importante del país, después de la Navidad y la Pascua. Los tamales son los grandes protagonistas en su celebración, algo que tiene raíces prehispánicas. El 2 de febrero coincide en el calendario azteca con la bendición del maíz en el inicio de la cosecha, y los habitantes de muchos pueblos llevaban las mazorcas a la iglesia para bendecir los granos para su siembra en el nuevo ciclo. De ahí viene que la fiesta se celebre con tamales y atole, que se elaboran con maíz.

Primeros siglos

A mediados del siglo V ya se celebraba la llamada “Fiesta de las luces”, en la que los fieles devotos de la Virgen sacaban en procesión su imagen acompañándola con velas encendidas en las manos. Hay quienes señalan que dicha costumbre comenzó en antes, en Oriente, con el nombre de “Encuentro” y luego se extendió a Occidente durante el siglo VI, llegando incluso a celebrarse en la ciudad de Roma, con marcado carácter penitencial.

A pesar de que el origen de esta festividad no esté completamente esclarecido, se sabe que para el siglo X las procesiones con velas encendidas (candelas, caldas o cirios) realizadas en honor a la Virgen eran muy populares y en algunos lugares se celebraban con mucha solemnidad.

La advocación: el origen

La advocación mariana de la ‘Virgen de la Candelaria’ o ‘Nuestra Señora de la Candelaria’ tuvo su origen en las islas Canarias, Tenerife (España).

Según la tradición, en 1392, dos naturales del lugar -los denominados “guanches”, antiguos aborígenes de Canarias- encontraron una imagen de la Virgen María mientras pastoreaban su rebaño, cerca de la orilla del mar.

Anteriormente, el ganado se había estado desplazando con normalidad cuando de pronto se detuvo. Entonces, uno de los dos avanzó para ver qué sucedía y vio que sobre una parte alta del terreno había una imagen de madera, de unos 60 cm de altura. Acercándose más, vio que se trataba de la imagen de una mujer, hecha de madera, que portaba una vela en la mano izquierda y cargaba a un niño con el brazo derecho. El pequeño, por su parte, llevaba en sus manos un pajarito de oro. Se trataba de una imagen de la Virgen María con el niño Jesús en brazos.

Los indios, como tenían prohibido hablar con mujeres que estuvieran solas, le hicieron señas para que se apartara del camino. Como no les hacía caso, uno de los indios tomó una piedra para lanzársela, pero el brazo se le paralizó. Su compañero tomó la imagen e intentó romperla, pero en el intento, se cortó sus propios dedos.

Los indios corrieron a avisar al rey, quien de inmediato fue con todos sus guardias al lugar del acontecimiento. Tomaron la figura y la llevaron a la casa del rey. Los encargados de llevársela fueron los pastores que la encontraron, quienes al instante de tomarla en sus manos, quedan curados del brazo uno y de los dedos, el otro. Ante este milagro, el rey ordenó que todo el pueblo honrara a aquella figura de mujer, a quien le llamaron “La Extranjera”.

Cuando la gente se acercaba a Ella, se oían armonías celestiales, se percibían aromas exquisitos y la imagen despedía una luz resplandeciente. Infundía en las personas temor y respeto, pero ellos no sabían a quién representaba.

Años después, los españoles conquistaron la isla de Lanzarote y soñaban con conquistar la isla de Tenerife.

En uno de sus intentos de conquista, apresaron a un niño guanche y lo llevaron a Lanzarote. Ahí lo bautizaron con el nombre de Antón, lo catequizaron y un tiempo después, lo llevaron de regreso a su isla natal de Tenerife.

Antón fue a la casa del rey a contarle todo lo que le había sucedido y el rey le dio permiso de ver a La Extranjera.

Cuando Antón la vio, se puso de rodillas y les dijo a todos que hicieran lo mismo. Les explicó que aquella Señora, era la representación de la Virgen María cuando llevaba a Jesús a presentar al templo. Le explicó que la Virgen María era la Madre del Dios y de todos los hombres y que era una gran suerte tener ese gran tesoro.

Antón le pidió al Rey permiso para buscar un lugar en el que todos la pudieran venerar. El Rey accedió y llevaron la imagen a la cueva de Achbinico, un templo subterráneo, que parecía una Iglesia natural. Antón cuidó por un tiempo de la Basílica. Alrededor de 1530, encargaron el Santuario a los padres dominicos que se les conocía como “Los frailes de la Virgen”.

En noviembre de 1826, una tormenta terrible azotó a la isla de Tenerife, llegando al Santuario de la Virgen y las aguas se llevaron la Imagen. Se hizo todo por tratar de recuperarla, pero no fue posible encontrarla. Los padres dominicos acordaron mandar a hacer una imagen nueva. Así lo hicieron y en la festividad del día 2 de Febrero de 1830, bendijeron la nueva imagen de Nuestra Señora de la Candelaria.

Desde el año 1599 se nombró a la Virgen de la Candelaria patrona de todo el archipiélago canario. Su devoción se ha extendido por la península y por toda Hispanoamérica, principalmente por Venezuela.

Sus milagros y favores son constantes. Cada año acuden a visitarla miles de personas de todas clases sociales para darle gracias y pedirle beneficios.

Le cantan:
Muchas flores la fortuna
Regaló a las Canarias;
Pero como Tú ninguna.
Virgen de la Candelaria.

Virgen de Candelaria,
la más bonita, la más morena,
la que extiende su manto
desde la cumbre hasta la arena

Candelas para celebrar la Presentación del Señor

Nacida como una celebración Mariana, conmemoraba la Purificación de la Virgen, pero más tarde se convirtió en una fiesta Cristológica, centrada en la figura de Jesús y su reconocimiento como Salvador del mundo.
No menos importante es la dimensión popular de esta fiesta, atestiguada por proverbios y costumbres, vinculados en particular al paso del invierno a la primavera que representa este día. Por nombrar unos cuantos: «Que la Candelaria llore o cante, invierno atrás y adelante», o «Cuando la Candelaria llora, el invierno está fuera«.

Una fiesta vinculada al triunfo de la luz sobre la oscuridad, como lo demuestra la tradición de bendecir y encender cirios y velas, pero también un pasaje simbólico que determina el final de las vacaciones navideñas y el comienzo del camino pascual.

Candelaria es un término popular con el que se recuerda y se celebra el día de la presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén. De hecho, de acuerdo con la ley de Moisés, los padres tenían que acompañar al primogénito varón al templo, cuarenta días después de su nacimiento, para presentarlo oficialmente. Nuestra Señora y San José lo hicieron por el pequeño Jesús, y cuarenta días después de Navidad lo llevaron a Jerusalén.

Este episodio de la vida de Jesús lo cuenta Lucas (Lc 2,22-39) y la Iglesia Católica lo celebra el 2 de febrero, pero también lo celebran la Iglesia Ortodoxa y algunas iglesias protestantes.

Según Lucas, con motivo de la presentación de Jesús en el templo, un anciano llamado Simeón, que había esperado por mucho tiempo la venida del Mesías y había tenido la promesa de Dios de que no habría muerto sin verlo, vio al Niño Jesús, lo tomó en sus brazos y dijo:

 «Según tu palabra, Soberano Señor, ya puedes despedir a tu siervo en paz. Porque han visto mis ojos tu salvación, que has preparado a la vista de todos los pueblos: luz que ilumina a las naciones y gloria de tu pueblo Israel» (Lucas 2,29-32)

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Se celebra 40 días después de Navidad, con el propósito de conmemorar la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén. En la tradición judía, las madres aguardaban cuarenta días después del parto para purificarse y presentar al bebé ante las autoridades religiosas, simbolizado por una ofrenda y bendición de velas de cera.

La fiesta fue oficialmente instituida por el Papa Sergio I en el siglo VII, aunque la Iglesia de Jerusalén conmemoraba anualmente este misterio ya en el siglo IV.
El nombre popular de La Candelaria o Fiesta de la luz proviene de la tradición de hacer ese día una procesión en la que los fieles llevan velas encendidas.
Al igual que en la ceremonia de la Vigilia Pascual, las velas son expresión de la vida cristiana: un camino iluminado por la luz de Cristo, un símbolo de la presencia perenne de Jesús y de la luz de la fe que los fieles reciben en el sacramento del Bautismo.

Originalmente, la fiesta de la Candelaria se llamaba Ipapante, palabra griega que significa encuentro, en referencia al encuentro entre la Sagrada Familia y Simeón y Ana en el templo. Se ha atestiguado desde el siglo IV, en Oriente, y posteriormente, gracias al Papa Sergio I, también se extendió en Occidente. Se celebraba encendiendo cirios y velas en abundancia.

La dimensión del encuentro con Jesús sigue siendo un elemento muy importante de esta fiesta. La presentación en el templo de Jesús coincidió con su reconocimiento por parte de Simeón y Ana, dos personas que siempre han estado esperando su venida. Pero también está la revelación hecha a María, la profecía sobre el futuro de su hijo y el inmenso dolor que tendrá que sentir, esa espada que traspasará su alma.

La elección del nombre Candelaria deriva, en cambio, de los ritos anteriores, de la similitud de la práctica del Lucernario en las vísperas del rito romano, que preveía el encendido de una lámpara al atardecer para simbolizar la luz de Cristo que derrota la oscuridad y el pecado.

Pero esta fiesta también es probable que se derive de las celebraciones precristianas que tenían el triunfo de la luz sobre la oscuridad como su denominador común y, en consecuencia, implicaban el uso de antorchas y lámparas.

Purificación 

Pensamos en la tradición romana de las Lupercales, con sus antorchas con poder purificador. Las Lupercales se celebraban precisamente en febrero, lo cual, para los romanos, era muy importante desde un punto de vista religioso y simbólico, como el último mes de invierno.  En particular, era dedicado a los ritos de purificación y fertilidad, tanto que el verbo latino februare, “purificar”, dio el nombre al mes. El mismo verbo también deriva del nombre de un dios etrusco del inframundo, Februus, quien en esta época del año era venerado con sacrificios.

También en el mundo romano en las calendas de febrero (en los primeros días del mes), se celebraba la Diosa Februa, o Juno Februata, en honor de la cual se encendían antorchas.

Otra fiesta antigua similar a la Candelaria es el festival celta de Imbolc, que sancionaba la transición entre el invierno y la primavera, entre la oscuridad y la luz.

La purificación de María

 hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965), pero aún hoy por la forma extraordinaria del rito romano, la recurrencia del 2 de febrero se llamaba Fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen María. Según la tradición judía, una mujer era considerada impura durante los cuarenta días posteriores al nacimiento de un hijo varón. Al final de este período, durante el cual no podía tocar nada sagrado o entrar en santuarios, tenía que ir al templo para purificarse.

Aquí está la referencia a la purificación descrita en Levítico: «Cuando una mujer conciba y dé a luz un niño, quedará impura durante siete días, como lo es en el tiempo de su menstruación. Al octavo día, el niño será circuncidado. La madre deberá permanecer treinta y tres días más purificándose de su flujo de sangre. No tocará ninguna cosa santa, ni irá al santuario, hasta que termine su período de purificación». (Lev 12,2-4)

La fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen María sancionaba el fin de las celebraciones navideñas y abría el nuevo período litúrgico para la Pascua.

Esta tradición vinculada a la purificación de la Virgen se extendió especialmente en Occidente, al menos hasta la reforma litúrgica decretada por el Concilio Vaticano II, que en cambio quiso cambiar la centralidad del rito de la madre al Hijo Redentor, Luz del Mundo. De una visión mariana a una visión cristológica, por lo tanto. Sin embargo, el recuerdo de la fiesta de la Candelaria como Fiesta de la purificación permanece en parte en algunas costumbres populares.

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