
Mientras los líderes religiosos de Jerusalén preparaban su complot para matar a Jesús, en Betania había tres hermanos, Lázaro, Marta y María, que le preparaban una cena con el fin de honrarle por el milagro con el que los había bendecido tanto. Sin duda, el Señor encontraba allí un ambiente de amor y simpatía que llenaba su corazón de alegría.
En este momento ya sólo quedaban seis días para la pascua, cuando el Señor sería sacrificado como el cordero pascual, y por supuesto, este hecho estaba muy presente en su mente y corazón. Y no sería de extrañar que también en la familia de Lázaro percibieran que pronto se iba a producir algún tipo de desenlace. Ellos sabían que había un complot en marcha para prender a Jesús y que por esa razón se había apartado de aquel lugar por algún tiempo, pero ahora, con su regreso, sus amigos de Betania seguramente volvieron a temer que Jesús pudiera ser arrestado, y a su manera, cada uno de los tres hermanos se preparaban para lo que vislumbraban en el horizonte cercano.
También los discípulos advertían el peligro que implicaba regresar nuevamente a aquel lugar. Pero parece que en esta ocasión les animaba el pensamiento de que cuando el Señor llegara a Jerusalén manifestaría su poder divino y se sentaría a reinar, y ellos juntamente con él

En Betania, “seis días antes de la Pascua”, en un día como hoy, Jesús se despide de sus amigos con gestos mutuos de la mayor cercanía y amistad. También está Judas, pero hoy no cuenta.
María, la “despilfarradora”; Marta, la “hacendosa”
“Marta servía. María, tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera”. A Marta ya la habíamos visto preocupada de que Jesús se encontrara a gusto en su casa, incluso cuando había detalles que indicaban un fatal desenlace, cuando todavía estaba reciente lo que había sucedido a Lázaro. También habíamos visto a María más preocupada por escuchar a Jesús y estar con él y junto a él. Pero, el gesto de hoy no se lo esperaba nadie.
Tiene lugar en el mejor marco, cuando Jesús está rodeado por sus mejores amigos, y en Betania, donde él se sentía tan a gusto. En este marco y en este ambiente tan amigable sobresalen dos actitudes: la de María y la de Judas. María sólo muestra amor, gratitud y cercanía personal; Judas, resentimiento, distancia y desamor.
Y, para que este gesto pudiera tener lugar, “Marta servía”. “Servía” para que Lázaro pudiera estar a la mesa con Jesús; para que los discípulos estuvieran a gusto; para que no faltara detalle alguno; para que María pudiera seguir “escogiendo la mejor parte”. Y, sobre todo, porque Jesús, su mejor amigo y, además, el Maestro, el Mesías, el Hijo de Dios, estaba allí, en su casa, con ella, con María y con Lázaro, y quería y procuraba lo mejor para él. Por eso, “servía”.

Una mujer, seguramente arrepentida por sus muchos pecados, se acerca a
Cristo, que está comiendo en público, y le unge los pies, preparándole de este modo para su
sepultura.
La Unción de Betania
Este gesto de la Unción en Betania no es exclusivo de Juan, lo relatan también los sinópticos, pero con matices diferentes. Todos lo sitúan en Betania, aunque Lucas no lo diga expresamente. Pero, mientras Juan lo coloca en casa de Lázaro, Mateo, Lucas y Marcos lo hacen en casa de Simón, el fariseo. Para Juan, la mujer es María, la hermana de Marta y Lázaro; para Marcos y Mateo, la mujer que hace la unción no tiene nombre; y para Lucas es “la pecadora”. Según Juan y Lucas, la mujer unge los pies de Jesús; según Mateo y Marcos, la cabeza. Pero, lo importante es que todos narran el gesto de la Unción, que nosotros hoy seguiremos según lo relata San Juan.
La mayor alabanza de este gesto la hizo el mismo Jesús, al tiempo que defendía a María de las palabras “envenenadas” de Judas: “ ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?” A lo que Jesús dijo: “Déjala, lo tenía preparado para mi sepultura”. Y Marcos añade estas palabras de Jesús: “En verdad os digo que en cualquier parte del mundo donde se predique el Evangelio, se hablará de lo que ésta ha hecho para memoria suya” (14,9).
Jesús se deja querer. ¿Qué importa el precio cuando está en juego el valor? Y Jesús aprecia el valor del gesto. Y acepta ser querido, valorado y consolado en el hogar de sus amigos, en Betania. Y lo interpreta como la unción adelantada a aquélla que una semana más tarde querrán hacer sobre su cuerpo María y otras mujeres amigas, y no podrán. Iban a buscar entre los muertos al que vivía. María se adelantó y a Jesús le agradó su acción por la actitud que entrañaba.
Este es nuestro destino: ser “Martas” y “Marías”. Intentar recrear “Betanias” donde todos, Jesús y nosotros, nos sintamos a gusto, en casa, en el hogar anticipo del cielo.

María: Un acto de adoración puro
la devoción de María hacia el Señor: “Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume” (Jn 12:3). Veamos algunos aspectos de este ejemplar acto de adoración.
Lo que ofreció
El texto nos dice que “tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio”. El nardo era una planta originaria de la India, cuyo aceite se usaba como perfume o ungüento. Una libra equivalía a unos 327 gramos, una cantidad enorme que hubiera servido para muchos años, ya que el nardo puro era altamente concentrado. En cuanto a su precio, Judas hizo una estimación rápida y calculó que podría valer unos trescientos denarios, el sueldo de un jornalero durante casi un año de trabajo (Mt 20:2).
Seguramente este perfume era la posesión más valiosa que María tenía, no sólo por su coste económico, sino también por la importancia que para cualquier mujer tendría un perfume como ese. Y fue eso precisamente lo que puso a los pies del Señor. Ella quería darle al Maestro lo mejor que tenía. No le entregó algo que no apreciara, lo que le sobraba, o algo que no valía para nada. Ella no hizo como los israelitas del tiempo de Malaquías, que llevaban al Señor el animal ciego, el cojo o el enfermo (Mal 1:8). Ella buscó aquello que tenía de más valor para entregárselo al Señor.
Otra cosa que notamos es que ella podría haber derramado sólo algo del costoso perfume, pero lo entregó todo. No creía que nada de lo que ella era o tenía podría ser lo suficientemente grande y bueno para una persona tan maravillosa como el Señor Jesucristo. Su entrega fue total y absoluta, sin reservas. No actuaba como aquellos que se contentan con dar una pequeña porción de lo que tienen, para de ese modo sentirse tranquilos porque ya han cumplido su deber con el Señor.
Otro detalle interesante es que el amor y la generosidad con la que María derramó aquel costoso perfume hizo que se llenara la casa de un grato olor. Usando el lenguaje del Antiguo Testamento diríamos que lo que María ofreció fue una “ofrenda de olor grato” para el Señor. Esto nos lleva a pensar en los holocaustos u ofrendas del todo quemadas. En esos sacrificios el israelita piadoso entregaba un animal para el Señor sin que quedara ninguna parte para el sacerdote o para la persona que lo ofrecía; todo era para el Señor y era una forma de mostrar devoción y adoración al Señor. Y eso es exactamente lo que hizo María, de tal manera que su ofrenda fue en todos los sentidos de olor grato para el Señor.
En todo esto María es un ejemplo para nosotros. También nosotros debemos pensar qué es aquello que tenemos de más valor y debemos presentárselo al Señor. En una ocasión, al terminar una reunión misionera, un predicador propuso a los creyentes allí reunidos que entregasen al Señor algo que ellos apreciaran mucho. Muchos dieron joyas, adornos y artículos costosos que fueron usados para la extensión de la causa del Maestro. Pero algunos días después el predicador recibió la carta de una viuda en la que le explicaba que desde hacía mucho tiempo se había negado a consentir que su hija se hiciera misionera porque no quería separarse de ella, pero por amor a Cristo había decidido no oponerse más, y que daría a su hija como su más valiosa ofrenda.

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Su propósito al ofrecerlo
Tanto María como los demás miembros de su familia estaban profundamente agradecidos por lo que el Señor había hecho con Lázaro al devolvérselo de entre los muertos. Ahora ella quería responder al amor del Señor, y se daba cuenta de que la única forma posible de hacerlo era amándole. Cuando María entregó ese costoso perfume estaba queriendo expresar su amor por el Señor. Y por esa razón lo entregó de forma abundante y generosa, porque el amor no se fija en el costo.
Pero no sólo eso, también quería mostrar el valor que para ella tenía la persona de Jesús. Sabía que no había nada demasiado valioso que le pudiera entregar. Él era digno de recibir todo cuanto ella era y tenía. Así que le entregó aquel valioso perfume para expresarle su adoración y admiración. Y en esto también, su devoción se expresó sin límites.
Quien no haya sido salvado por Cristo y haya llegado a conocer su grandeza de una forma personal, difícilmente podrá entender lo que María hizo y tampoco podrá ofrecerle su amor y adoración como ella lo hizo. Para adorar al Señor de ese modo, previamente es necesario haber nacido de nuevo.

La forma en que lo entregó
El texto nos dice que “ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos”. Era normal lavar y ungir con algún ungüento los pies de los invitados, dado que en aquella zona el calor era intenso y las sandalias que usaban dejaban expuesta al sol la piel de los pies que se resecaba. Tampoco había nada extraño en el hecho de que fuera una mujer quien lo hiciera. Pablo enumera el lavar los pies de los santos entre las buenas obras de una viuda cristiana (1 Ti 5:10). Pero lo que no era normal es que se ungieran con un perfume tan costoso y que luego los enjugara con sus cabellos.
Tal vez podríamos pensar que un perfume así habría sido más apropiado usarlo para ungir la cabeza del Señor en lugar de sus pies. Pero en ese momento María sentía tal respeto por el Señor que sólo se atrevía a estar a sus pies. De hecho, siempre que María aparece en los evangelios la encontramos a los pies del Señor: había estado escuchando la Palabra a sus pies en los días de tranquilidad (Lc 10:39), había buscado consuelo a sus pies en los días de tristeza y dolor (Jn 11:32), y ahora vuelve a estar a sus pies para demostrarle su gratitud y adoración.
Imaginamos que para poder ungir los pies del Señor con sus cabellos tuvo que haber estado prácticamente postrada sobre su rostro. Todos estos detalles nos indican la humildad con la que María hizo su ofrenda al Señor.

Sin importarle lo que dijeran los demás y soportando las críticas
Cuando María ungió al Señor de la forma en que lo hizo, debió olvidarse por completo de todas las demás personas que estaban allí. No consideró las posibles reacciones de los demás. Por eso, no le importó desatar su cabello, algo fuera de lo común, para ungir los pies del Señor. Tal vez algunos pensaron que era una actitud inapropiada, extravagante y exagerada, pero muchas veces el amor por el Señor puede llevarnos a hacer lo que al mundo le parece que son locuras o excentricidades.
Y efectivamente, las críticas le llegaron. Como más adelante veremos, fue Judas, uno de los apóstoles, quien puso objeciones a lo que María estaba haciendo. Le parecía que se podría haber dado un mejor uso a ese costoso perfume. Nos podemos imaginar cómo el espíritu generoso de María tuvo que ser aplastado por este hombre insensible.
Y así será siempre con nosotros también. Debemos esperar que los demás critiquen aquello que hagamos para el Señor. Sobre todo, les parecerá una locura si entregamos lo mejor de nuestras vidas para su servicio. No podemos esperar que el mundo nos alabe y elogie por eso, y si lo hace, deberíamos preocuparnos seriamente por ello. En cambio, si nos ven derrochar el dinero y gastar la vida en aficiones o vicios, les parecerá normal.

Con inteligencia
Parece que en este momento María tenía una percepción mucho más profunda e íntima de lo que Cristo representaba y de la verdadera dignidad de su persona que cualquiera de sus discípulos. La resurrección de su hermano le había revelado una gloria que ella ignoraba hasta entonces. Su corazón, rebosante de amor, gratitud y admiración, le llevó con toda humildad a sus pies, consciente de la grandeza y de la divinidad del Hijo de Dios.
Además, presentía que había llegado la última ocasión para testimoniarle su aprecio. A diferencia del resto de los discípulos, ella comprendió la proximidad de la muerte del Señor, algo que el resto no quiso aceptar a pesar de la claridad con la que el Señor se lo había explicado en varias ocasiones.
¿Qué es un perfume?
Los perfumes están asociados, en la Biblia como en nuestras vidas, tiene rostros. José, vendido a los comerciantes de hierbas, María de Betania que unge a Jesús en la hora de su pasión, la Reina de Saba y sus camellos cargados de aromas, María de Magdala, que corre al sepulcro cargada de mirra, y la novia del Cantar perfumado con nardo precioso. Todos estos rostros, todos estos personajes, se vuelven hacia quien está en el corazón de la Escritura, bien podría ser la fuente de todo perfume y de toda unción. En efecto, Cristo, el Mesías, es el Ungido por excelencia. ¡En hebreo masah que significa “ungir” dio la palabra “Mesías” y el griego que se traduce como khriô dará a Cristo!
Cristo ciertamente tiene las características de un aromático. Sólo hay perderse, El anuncia una forma de victoria de lo imperecedero sobre lo perecedero. El se transmite a quien lo toca. El perfume emana una forma de presencia expandida que persiste incluso cuando la persona ya no está físicamente presente. No podemos ponerle las manos encima. El olor anuncia la presencia de alguien incluso antes de que esté allí. Su rastro permanece incluso cuando la persona se ha ido. El perfume asegura una forma del presente ligada al cuerpo y diferente del cuerpo, una especie de “cuerpo expandido”. En este sentido, la tradición popular tiene toda la razón: el ser perfumado por excelencia es Cristo.
El perfume de un ser es siempre único, porque lo que olemos es la alianza entre una esencia y una piel, alianza por naturaleza singular. Entonces el perfume está ligado al encuentro, y la mezcla de dos esencias puede revelar fragancias insospechadas, algo que es más que la suma de los dos perfumes. Los perfumistas de la antigüedad mezclaban esencias que a veces incluso olían mal cuando estaban solos y que juntas resultaban exquisitas. Este es el horizonte que se nos ofrece.
Estando Él en Betania, con Simón llamado el leproso, mientras estaba sentado a la mesa, vino una mujer con un frasco de alabastro que contenía nardo puro (pistikês: “confiable”) de gran precio. Rompiendo la botella, la derramó sobre su cabeza. Ahora bien, hubo algunos que se indignaron entre sí: “¿De qué sirve este desperdicio de perfume? Este perfume podía venderse por más de 300 denarios y regalarse a los pobres. Y la intimidaron.
Pero Jesús dijo: “Déjala; ¿por qué la molestas? Es una buena obra la que ha hecho conmigo. A los pobres, en efecto, los tendréis siempre con vosotros y, cuando queráis, podréis hacerles bien, pero no siempre me tendréis a mí. Ella hizo lo que estuvo en su poder: antes perfumó mi cuerpo para el entierro. En verdad os digo que dondequiera que se anuncie el Evangelio a todo el mundo, lo que ella acaba de hacer se repetirá también en su memoria. » Marcos 14, 1-11.
Esta esencia muy particular, el nardo, solo se menciona en el libro del Cantar de los Cantares y en los relatos de la unción en Betania, por Marcos y Juan. Es un aceite esencial con un aroma muy singular. Algunos dicen que proviene de la valeriana que se encuentran en el Himalaya, Nepal o India. Otros piensan que es más una hierba, o incluso una lamiácea como la Lavanda. Su olor muy fuerte hace pensar a la putrefacción de las hojas del bosque. Lo cierto es que siempre se ha considerado una planta exótica y muy apreciada.

Tres (o cuatro) indicaciones sobre cómo podría ser abrir una nueva página perfumada.
El texto nos sitúa inmediatamente en el centro del problema: el perfume está ahí para tapar el olor de la muerte. El nardo también era especialmente apreciado para embalsamar los cadáveres. Estas prácticas de embalsamamiento cuentan cuánto el hombre siente que hay más en él que él mismo, y que la degradación de la muerte no puede hacer que su vida desaparezca como si nada hubiera pasado. Gracias a esta mujer, en cierto modo, el cuerpo de Jesús se preserva de antemano de la degradación de la muerte. Como mínimo, es una forma de proclamación de la resurrección de la carne, hecha quizás sin su conocimiento, por esta desconocida de la que nada sabemos.
Cuando la mujer vierte un nardo puro y fiel sobre la cabeza de Jesús, en Betania, los hombres presentes valoran este perfume en 300 denarios (el denario es el salario de un día). (Cuando Jesús sea entregado, se sacarán de él 30 piezas de plata, es decir, el precio fijado por la ley por la vida de un esclavo, equivalente a 120 denarios, cf. Éxodo 21,32). El nardo puro vertido aquí está sin duda más allá del precio, más allá de cualquier valor, más allá del alcance de la evaluación. Esto indica que cuando tocamos las cuestiones serias de la existencia, la vida, la muerte, el amor, ya no estamos en el campo de lo cuantificable o evaluable, sino en otro lugar.
Efectivamente, aquí la botella está rota. Me parece que esta pista es esencial: la mujer está representando la escena que vamos a descubrir en el resto del capítulo 14. La verdadera botella rota es el cuerpo de Cristo. El verdadero nardo puro, el único nardo fiable, es su vida entregada, que sólo se puede embalsamar una vez “vaciada de sí misma” (cf. Filipenses 2).
Juan, por su parte (en el texto del capítulo 12, 1-7, la unción de María en Betania), insiste en el olor que llena la casa: el perfume, siempre ligado a un encuentro, llena y perfuma el más allá de lo que nos imaginamos. Cabe agregar que la única vez en el Evangelio de Juan, Jesús recibe una unción, es de esta mujer, María. En cierto modo, es ella quien le hace Cristo.
El perfume como armadura en la lucha contra lo que mata (y lo que apesta)
Sin embargo, el “buen olor” de Cristo no es evidente. Los Evangelios de la Infancia nos cuentan que cuando nació, su madre lo envolvió en pañales y lo acostó en un “pesebre” porque había demasiada gente en Belén para el censo, y no había lugar para ellos en la sala (Lc 2,7). ). Jesús nació en el patio trasero de una granja, con los olores del granero que no son los mejores que puedes soñar como fragancia. Jacques de Voragine relata las palabras atribuidas a San Bernardo: “Ofrecieron oro a la Virgen María, para aliviar su angustia, incienso para ahuyentar el hedor del establo, mirra para fortalecer las extremidades del niño y expulsar a los insectos horribles. Al final de su vida, es precisamente la descomposición de la muerte, la putrefacción, a lo que Cristo se enfrentará, y para luchar contra ella, las mujeres preparan aromáticas para embalsamar su cuerpo. Tomás de Aquino recuerda que la horca donde colgaron a Jesús había sido “ensuciado por los cadáveres de los torturados”. Entre el hedor del establo y la fetidez de la cruz, el “buen olor” de Cristo no es evidente. Nace precisamente allí donde los olores amenazan con espantarnos. Desde el momento del nacimiento de Jesús, anuncia su victoria sobre la muerte. Y Jesús se rebaja tanto como para aceptar que sean los hombres, sus hermanos de lejos, quienes le ofrezcan el buen olor que es. Abnegación extrema.
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| 10/01/2022 | Se han registrado varias denuncias de reliquias del beato Carlo Acutis que no cumplen con los requisitos canónicos ni con la Instrucción de la Congregación para las Causas de los Santos sobre «Las reliquias en la Iglesia: autenticidad y conservación», del 16 de diciembre de 2017. En particular, reiteramos que para que las reliquias sean auténticas deben llevar un sello de cera y un documento de autentificación con la firma del Postulador. Hay que asegurarse de que no han sido manipuladas o falsificadas. Nadie más está autorizado a autentificar las reliquias de Carlos Acutis, haciendo una excepción del Obispo de Asís. Además, le recordamos que las reliquias se conceden gratuitamente, sin ninguna cantidad de dinero a cambio. Por ello, invitamos a los pastores de la Iglesia a estar atentos al fenómeno de las falsas reliquias, y pedimos la colaboración de sacerdotes, religiosos y laicos para denunciar los casos de fraude o abuso a la Postulación. Agradecemos a todos los que nos ayuden a frenar un fenómeno tan desafortunado. Dr.Nicola Gori Postulatore della Causa. |
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