Reflexión para Miércoles Santo – Semana Santa
La tradición cristiana nos habla de San José como el esposo de la Virgen María y padre putativo de Jesús, un hombre justo y santo que cumplió fielmente la misión que Dios le encomendó.

La tradición cristiana nos habla de San José como el esposo de la Virgen María y padre putativo de Jesús, un hombre justo y santo que cumplió fielmente la misión que Dios le encomendó. Sin embargo, una peculiaridad en su historia es que desaparece del relato evangélico antes de la vida pública de Jesús, y la tradición sostiene que murió antes de la Pasión de Cristo.
Lo que nos dicen los Evangelios
En los Evangelios canónicos, José aparece prominentemente en los relatos de la infancia de Jesús (Mateo 1-2 y Lucas 1-2), pero después del episodio en que Jesús, a los doce años, es hallado en el Templo, José desaparece completamente de la narrativa bíblica. Durante el ministerio público de Jesús, no hay menciones a José, mientras que María sí aparece en varios momentos, como en las Bodas de Caná según el Evangelio de Juan.
Esta ausencia ha llevado a la conclusión tradicional de que José habría fallecido antes de que Jesús iniciara su vida pública. Un indicio particular de esto es que, desde la cruz, Jesús encomienda el cuidado de su madre a Juan (Juan 19:26-27), lo que no habría sido necesario si José aún viviera.
Razones espirituales y teológicas
Los teólogos y místicos a lo largo de los siglos han reflexionado sobre las posibles razones por las que Dios permitió que José muriera antes de la Pasión. Entre estas reflexiones podemos destacar:
1. Protección del misterio de la paternidad de Jesús
Según diversos estudiosos y teólogos, la muerte temprana de San José tuvo un propósito divino fundamental: permitir que se revele gradualmente la naturaleza divina de Jesús sin la presencia de un padre terrenal que pudiera generar confusión sobre su filiación divina. San José habría sido un “velo” protector durante la infancia y juventud de Jesús, para que posteriormente se entendiera claramente que Jesús no tenía padre según la carne, sino que su filiación era divina.
2. El momento oportuno de su partida
La tradición sostiene que San José murió poco después de que Jesús cumpliera 12 años, tras el episodio en el templo de Jerusalén, o poco antes del bautismo de Jesús. Este momento no sería casual, sino divinamente dispuesto para que cumpliera su misión de protección durante la vulnerabilidad de la infancia de Cristo, pero se retirará cuando debía comenzar la manifestación pública del misterio divino.
3. El privilegio de una muerte santa
La piedad cristiana tradicional ve en la muerte de José un privilegio especial: morir en presencia de Jesús y María. Se considera que José experimentó una muerte serena y dichosa, consolado por aquellos a quienes había servido fielmente durante toda su vida. La tradición sostiene que Jesús mismo oró para que su padre adoptivo tuviera una muerte acompañada por ángeles, convirtiéndolo así en el patrón de la buena muerte.
4. Preservación del dolor
Algunos autores espirituales sugieren que Dios, en su misericordia, quiso evitar a José el inmenso sufrimiento de presenciar la Pasión de su hijo adoptivo. José, que había protegido a Jesús desde su nacimiento, habría sufrido terriblemente al verlo flagelado, coronado de espinas y crucificado.
5. Cumplimiento de la misión
La misión principal de José fue proteger a la Sagrada Familia durante la infancia y juventud de Jesús. Una vez que Jesús alcanzó la edad adulta y estaba preparado para su ministerio público, la misión protectora de José se habría cumplido.
6. El aspecto simbólico
Desde una perspectiva simbólica, José representaba la Antigua Alianza y la Ley. Su desaparición antes del ministerio público de Jesús simboliza el paso de la Antigua a la Nueva Alianza que Cristo venía a establecer.
Las visiones de la Venerable María Cecilia Baij
La Venerable María Cecilia Baij (1694-1766), abadesa benedictina y mística italiana, dejó escritos sobre la vida interior de Jesús y la Sagrada Familia. Según la tradición, recibió revelaciones privadas sobre diversos aspectos de la vida de Cristo no narrados en los Evangelios.
En sus visiones sobre San José, María Cecilia Baij nos ofrece una profunda comprensión espiritual de su muerte:
La muerte pascual anticipada
Según sus visiones, San José vivió una muerte pascual anticipada, es decir, una muerte en comunión espiritual con el misterio de la Pasión y Resurrección de Cristo que aún estaba por venir. Esta perspectiva presenta a San José como:
Un “corredentor” junto a María y Jesús, pues su amor lo llevó a sufrir anticipadamente los dolores de la Pasión.
Participante espiritual en los sufrimientos futuros de Jesús, anticipando la Pasión con un corazón lleno de amor y dolor por su Hijo adoptivo.
Conocedor, por inspiración divina y por las revelaciones del mismo Jesús, del destino doloroso que esperaba a su Hijo.
La primera muerte pascual
Las visiones de la venerable mística sugieren que la muerte de San José fue la primera muerte pascual, una muerte santa y en el espíritu del misterio pascual de Cristo. Esta muerte precedió a la muerte redentora de Jesús y, de alguna manera mística, preparó el camino para la salvación.
Aceptación de la voluntad divina
En los últimos años de su vida, según estas revelaciones, San José vivió con plena conciencia del sacrificio que Jesús habría de realizar. Aunque su corazón paterno deseaba acompañar a Jesús en su ministerio y Pasión, recibió con humildad la voluntad de Dios de antes, comprendiendo que su misión específica de protección y cuidado durante la infancia de Jesús ya estaba cumplida.
La presencia de Jesús y María
Estas visiones confirman la tradición de que San José murió en brazos de Jesús y María, rodeado de consuelo divino y amor. El momento de su tránsito habría sido de serenidad y paz, asistido por aquel a quien había cuidado como padre y por su amada esposa.
Es importante señalar que estas revelaciones privadas, aunque edificantes, no forman parte del depósito oficial de la fe católica y deben considerarse como meditaciones piadasas que complementan, pero no sustituyen, la Escritura y la Tradición.
La devoción a San José
La figura de San José ha crecido en importancia dentro de la piedad católica, especialmente desde el siglo XIX. San Pío IX lo proclamó Patrono de la Iglesia Universal, y San Juan Pablo II profundizó en su figura con la exhortación apostólica “Redemptoris Custos” o el Papa Francisco con la Carta Apostólica “Patris Corde”
Su muerte, llamada tradicionalmente “tránsito”, es vista como modelo para los creyentes: una muerte en paz, rodeada de sus seres queridos y habiendo cumplido fielmente la misión encomendada por Dios.
Como custodio de la Sagrada Familia y protector de la Iglesia Universal, San José continúa siendo un poderoso intercesor para todos los fieles, especialmente para aquellos que se preparan para el momento final de su vida terrenal.
Reflexión para el caminante de hoy
La muerte de San José nos invita a contemplar cómo cada uno de nosotros tiene una misión específica en el plan divino. Al igual que él, estamos llamados a cumplir nuestra misión con fidelidad ya aceptar con serenidad el momento en que Dios nos llame a su presencia.
La participación espiritual de San José en los misterios de la Pasión, aun antes de que estos ocurrieran, nos recuerda que nuestra vida cristiana consiste en unirnos al misterio pascual de Cristo, transformando nuestros propios sufrimientos y nuestra muerte en una ofrenda de amor.
Podemos acudir a San José como patrón de la buena muerte, pidiéndole que nos acompañe en ese momento crucial de nuestra existencia terrenal y que nos ayude a enfrentarlo con la misma fe, serenidad y abandono en las manos de Dios que él demostró.
En conclusión, aunque los Evangelios no narran explícitamente la muerte de San José, la tradición cristiana, apoyada en indicios bíblicos y enriquecida por la reflexión teológica y las experiencias místicas como las de María Cecilia Baij, nos presenta su muerte antes de la Pasión como parte del plan divino. Esta muerte anticipada le permitió cumplir su misión terrestre, proteger el misterio de la filiación divina de Jesús y, a la vez, participar espiritualmente en el misterio pascual que su Hijo habría de vivir para la salvación del mundo.
[Publicado en unpasoaldia.com – Un espacio de reflexión cristiana para el caminante de hoy]
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